martes, 12 de mayo de 2015

Como motivar a los hijos/alumnos para que mejoren su rendimiento académico


Para aprender algo se necesita PODER aprenderlo y QUERER  aprenderlo. Cualquier persona PUEDE aprender algo nuevo si tiene las capacidades, estrategias y destrezas necesarias. De las capacidades destaco un cierto nivel de fuerza de voluntad, el necesario para afrontar el esfuerzo requerido durante el tiempo oportuno. A  esto hay que añadir la intención, disposición y motivación, es decir, QUERER aprender. Entre el “querer” y el “poder” hay relaciones. Por ejemplo, la falta de conocimientos sobre cómo y cuándo aprender –estrategias y destrezas-, puede llevar a la apatía y el abandono. Un niño que sepa cuándo y cómo estudiar parte con ventaja para obtener buenos resultados académicos y, con estos, más motivación para mantener el esfuerzo de aprender.

Llegados a este punto cabe hacerse la siguiente pregunta: para que un estudiante alcance un rendimiento aceptable o excelente, ¿basta con la motivación y el manejo de estrategias y destrezas?. Recuerdo la respuesta que nos dio el profesor Gerardo Castillo, a un grupo de docentes, en una sesión de reciclaje: LA MOTIVACIÓN debe ir acompañada  de FUERZA DE VOLUNTAD. Al final, hasta para pasarlo bien, hay que vencer la desgana. La voluntad se entrena en pequeños vencimientos del día a día, en cosas ordinarias. Ahí vamos creando el listón mental de lo que creemos que somos capaces de hacer.

Cuando hablamos de motivación en el estudiante, nos referimos a mecanismos y procesos que le llevan a aprender y estudiar, pudiendo hacer otras cosas, quizás menos exigentes y más atractivas, al menos a corto plazo . Aquí entran en juego tres aspectos:
  1. Qué sentido tiene para cada individuo la tarea de aprender. Se encuentra en la respuesta a preguntas como ¿por qué y para qué dedico tiempo a aprender, estudiar, esforzarme…? A modo de ejemplo, un compañero mío se encontró con un antiguo alumno - después de años sin noticias suyas-, que solía tener bajas calificaciones,. Le preguntó que cómo le iba y este le dijo que estaba terminando la carrera, con buenas calificaciones. El cambio – le dijo-, se produjo después de la enésima bronca de su padre al no levantarse por la mañana. Se puso a pensar y vio que no era sostenible recibir uno o varios rapapolvos diarios, el resto de su vida, por su falta de responsabilidad. Este era para él, el sentido inmediato para ponerse a estudiar, aunque luego descubriese otros de más calidad.
  2. Expectativas de éxito en la tarea de aprender. Cuando nos enfrentamos a una tarea, todos nos preguntamos si somos capaces de realizarla y la respuesta que nos demos  a nosotros mismos condicionará nuestra dedicación a ella. Pues lo mismo le ocurre a un estudiante.
  3. Es difícil mantener el esfuerzo en una tarea que nos hace sentirnos mal, en la que no encontramos satisfacción alguna. Hay un parte emocional, en un sentido u otro, en el esfuerzo de aprender.
Después de esta introducción teórica, me centro en aspectos prácticos a trabajar con los estudiantes, con la salvedad de que cada edad tiene sus condicionamientos que nos obligan a adaptar cualquier consejo general sobre este u otros temas. Además, la edad no es el único factor de interacciona con la motivación del estudiante. Dicho esto voy a los consejos:
  • Respecto a los motivos para estudiar:
    • Para un niño de primaria, secundaria e incluso de bachillerato, los argumentos basados en el futuro tienen poca influencia. Para ellos una semana es una eternidad luego decirles que tienen que preparar su futuro tiene una eficacia limitada. Para ellos el tiempo pasa muy despacio y la madurez es algo muy lejano. Hay que darles esos argumentos pero siendo conscientes de su limitada eficacia.
    • Son más sensibles a argumentos basados en valores como la justicia (responder al esfuerzo económico que hacen los padres), la responsabilidad (ser personas fiables en las que se puede descargar una responsabilidad), la libertad (es más libre y menos dependiente el que más sabe), curiosidad intelectual (conocer el por qué de las cosas), aceptación social (se le tiene más respeto a la persona trabajadora), etc.
    • Los padres deben cultivar en sus hijos, desde pequeños, la motivación intrínseca, que es aquella que no se basa en estímulos externos. Desde pequeños deben ayudar a sus hijos a disponer de una voluntad fuerte que les lleve a una experiencia cotidiana más de éxitos que de fracasos, que les ayude a saborear los efectos positivos de una autoestima alta y a disfrutar de unos hábitos operativos que los encaminen a la excelencia.
    • Es difícil que nuestros hijos tengan experiencia de éxitos si se lo damos todo hecho o exigimos en demasiadas cosas. Hay que exigir todos los días en pocas cosas, pero importantes para su edad, con constancia y persiguiendo que emerjan en su personalidad competencias concretas. La vida es un reto permanente y nuestros hijos han de tener retos todos los días, pocos pero importantes para su desarrollo.
    • En los motivos de un niño para esforzarse influye la actitud y aptitud de sus adultos significativos -el ejemplo-, principalmente de los padres. También influyen los profesores, hermanos mayores, parientes cercanos, etc.
  • Respecto a las expectativas de éxito , cada vez que un estudiante se enfrenta a una asignatura, a un exámen, a un ejercicio, a una clase…se plantea si va a ser capaz de rendir al nivel que le piden los profesores, sus padres y la sociedad, entre otros. Si lo ve imposible es probable que no ponga ningún esfuerzo. Para que esto no ocurra aconsejo tener en cuenta lo siguiente:
    • El primer suspenso de un hijo es el momento para buscar las causas y las soluciones, sobre todo si se da en asignaturas instrumentales, llamadas así porque su manejo es indispensable para rendir adecuadamente en el resto de asignaturas. Hablamos de matemáticas y de lengua. No actuar tiene como consecuencia que el niño entre en un círculo de fracaso que condicionará sus expectativas de éxito y, por tanto, su rendimiento presente y futuro.
    • El autoconcepto del estudiante influye en su rendimiento y en las expectativas sobre lo que puede o no hacer. Se construye analizando, valorando e integrando la información sobre la propia experiencia – construida con éxitos y fracasos – y la recibida de las personas significativas e importantes, como son los padres, los profesores y los compañeros de estudio, entre otros. Esta información constituye una importante base de conocimiento acerca de nuestras capacidades, logros, preferencias, valores, metas, etc. Por este motivo es importante:
      • Que los padres ayuden a sus hijos a obtener pequeños éxitos, cada día, en sus tareas cotidianas, ayudándole a adquirir las destrezas y conocimientos necesarios para conseguirlo. Ponerles metas asequibles pero difíciles.
      • Si les damos a los hijos todo hecho,  difícilmente tendrán una adecuada experiencia de éxito y su autoconcepto será pobre, incidiendo en su futuro rendimiento académico. Algo parecido ocurre si les exigimos en demasiadas cosas cada día. Es mejor exigir en pocas cosas pero importantes para su edad y personalidad en construcción.
      • Es imprescindible que desde pequeños no juzguemos a nuestros hijos de forma humillante, con expresiones del tipo “eres tonto”, “eres malo”, “eres un inútil”. Si estos juicios son habituales condicionarán su autoconcepto e influirán en su rendimiento presente y futuro.
    • Tenemos   que    familiarizar    a    nuestros    hijos,  desde pequeños,   con   los comportamientos   y actitudes necesarios para tener expectativas y metas elevadas, que  son, entre  otros, los  siguientes:
      • Voluntad   férrea   construida   con   la   suma   de  pequeños esfuerzos cotidianos   y   con   la  limitación racional de los caprichos. En el fondo de muchos   problemas motivacionales encontramos que la persona cree que no puede, que  no  es  capaz (Beltrán, 1998). Una voluntad fuerte ayuda a percibir   nuestra    vida    como    una    realidad  predecible, controlable y manejable.
      • Familiarizarlos con  los horarios: para comer, para dormir, para jugar, para ver la televisión, para realizar pequeñas tareas en casa, etc. De esta forma aumentaremos su capacidad de autorregulación y autocontrol.
      • El   orden   les   ayuda a ser más eficaces. Hay que darles criterios que les ayuden   a  jerarquizar las tareas. Hay que enseñarles a ordenar las cosas materiales.
  • Respecto al aspecto emocional del aprendizaje:
    • El   profesor   debe   adaptarse a los alumnos y no a la inversa. Al igual que hay alumnos   que   se han enamorado de una asignatura gracias al profesor que la impartía, también   puede   ocurrir   justo  lo contrario. Como dice Weiner (1974, 1986), “..el   comportamiento   no  solo depende de los pensamientos. También influyen los sentimientos”.
    • Siguiendo a Pozo y Monereo, “…en la escuela se enseñan contenidos del siglo XIX, con profesores del siglo XX a alumnos del siglo XXI"
    • Una buena integración del alumno con los compañeros, profesores e ideario del colegio, también incide en la motivación del estudiante. El entorno ayuda – o no -  a sentirse a gusto mientras se afronta la tarea de aprender.
    • Los   alumnos   estarán más motivados si se sienten competentes en la materia que   se   les   intenta   enseñar.  Cuantos  menos rezagados haya en una clase respecto   a   una   asignatura,   mejor valorado será el profesor, mejor clima de trabajo, mayor   motivación, mayor   rendimiento   colectivo e individual y menor conflictividad.
    • Volviendo al desfase curricular. Si los padres no actúan ante el primer suspenso o   descenso   sensible   de   notas,   corren el peligro de que su hijo entre en un círculo   vicioso  que alimente la desmotivación.  Siguiendo a González y Touron (1992), “en   situaciones   de   fracaso, la   percepción  de control es vital a nivel motivacional”. Cuando   un   estudiante   percibe   que  no tiene control sobre su fracaso –ej: cree que no tiene capacidad-, pierde la motivación.
    • Para   proteger   la propia imagen el estudiante suele atribuir los éxitos a causas internas (capacidad y esfuerzo) y los fracasos a causas externas (dificultad de la tarea o suerte). , lo   ideal   es   atribuir   tanto   éxitos como fracasos al esfuerzo (causa interna,   inestable   y   controlable)   y al uso adecuado o inadecuado de estrategias de aprendizaje.

Por último, siguiendo a Jose Carlos Núñez, profesor de la Universidad de Oviedo “la falta de motivación tiene también otros determinantes más allá de los factores vinculados al enseñante y al aprendiz. Se trata de factores que están situados a otro nivel, probablemente más fáciles de enumerar pero mucho más complejos a la hora de intentar actuar sobre ellos. Nos referimos a determinantes de tipo cultural, relacionados con cambios profundos que se han producido en nuestra sociedad en los últimos años y que tienen que ver con la forma de vida, las relaciones familiares, las nuevas tecnologías, los valores predominantes, las relaciones interpersonales, etc. Estos factores de naturaleza sociocultural añaden una nueva dimensión a la forma de abordar la falta de motivación de los estudiantes, lo cual nos introduce ante un nuevo problema motivacional distinto a los anteriores".


Termino, como siempre, con una reflexión. En este caso de StipekCreer que se puede triunfar influye más en los esfuerzos que poder triunfar realmente”

José Antonio de la Hoz 

2 comentarios:

  1. ¿Y qué pasa cuando el profesor no motiva a los alumnos?. Es nuestro caso. El profesor de matemáticas es pedagógicamente nefasto y ni la dirección del colegio ni la delegación provincial hace nada al respecto. Ha habido quejas, incluso firmas de los padres de los niños de clases enteras. El profesor no explica en condiciones para niños de quinto de primaria, les quita toda la motivación, los tacha de que no trabajan cuando evidentemente no es así. En el último examen de 25 niños sólo han aprobado 6 y las notas bajísimas, los suspensos en torno a 2 y 3 de puntuación. Le da igual, atribuye esas notas a los alumnos, la culpa es de ellos que no trabajan lo suficiente y se cree mejor y más duro por ello. ¿Qué se hace?. Pues no veo mucha salida. Los niños están desmotivados totalmente en una asignatura tan importante como son las matemáticas.

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    1. El profesor debe adaptarse al nivel de ,los alumnos. 19 suspensos de 25 posibles es un número muy elevado. Si esto es habitual, el profesor debe cambiar algo, porque está poniendo unas condiciones a las que nos llegan sus alumnos. Me refiero al nivel de las explicaciones, de los exámenes... En cualquier caso, habría que conocer más datos

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