martes, 17 de febrero de 2015

¡Un buen padre nos dejó hace unos días...!



Ayer asistí al entierro de un buen amigo, esposo de una gran mujer y padre de unas cuantas criaturas. La capilla en la que se celebró la Misa funeral estaba repleta de gente, incluidos los pasillos laterales y el central.

Tuve con él un contacto más intenso cuando gestionaba varios programas, públicos y privados, de formación de padres. Era uno de los profesionales con los que contaba habitualmente porque su experiencia como padre y su saber – profesor de sociología del consumo-, daban mucho juego.

De su entierro me impactaron varias imágenes, que se quedarán grabadas en mi memoria mucho tiempo. Una de ellas la serenidad y sencillez, no ausente de dolor, de su mujer y sus hijos. Otra el gentío que llenaba la capilla.

Juan Carlos, así se llamaba, no era una persona pública con cargos rimbombantes, pero si tenía muchos amigos y personas que lo apreciaban, de distintas y diversas sensibilidades. En el funeral había políticos de izquierdas y de derechas, creyentes y agnósticos reconocidos, personas con patrimonio y personas muy humildes. Muchos no estaban allí por motivos materiales o estéticos, estaban por convencimiento y para despedir a una  buena persona que, entre otros, creía y practicaba el valor de la amistad.

Algún tiempo antes de que falleciera intenté verlo, pero personas allegadas me comentaron  que había cola y opté por no molestar.

De él  conozco lo que exponía en conferencias y charlas dirigidas a madres y padres porque, como he dicho anteriormente, lo invité a bastantes y siempre estaba disponible. Lo presentaba y me quedaba a oírlo. Hablaba desde la experiencia, usando pocas recetas teóricas. Estas eran algunas de sus ideas:
  • Querer a los hijos como son
  •  Confiar en ellos
  • Dedicarles tiempo y ser cercanos
  •  No crear una burbuja protectora a su alrededor
  • Escuchar a los hijos, comentar con ellos – con franqueza- cosas relacionadas con las canciones que oyen, las películas y los programas de televisión que ven, los videojuegos con los que juegan…
  • Fomentar que sus amigos vengan a casa, conocer a sus padres….
  • Dar encargos en casa y ser coherentes con lo que se les exige

No sé qué notas han sacado sus hijos, ni me interesa. Las veces que he tenido contacto con ellos he percibido:
  • Naturalidad, espontaneidad  y saber estar
  • Contacto cercano y confiado con los padres
  • Control de las emociones
  • Cariño y aprecio entre ellos y con los padres
  • Personalidad equilibrada
  • ….

Estoy seguro de que Juan Carlos tenía defectos, como todos los tenemos. Algunos de ellos saltaban a la vista, como nos pasa a todos. No me cabe duda de que se esforzaba por limarlos, sin aspavientos, con naturalidad y con constancia. Se disculpaba habitualmente con y sin motivo. Tenía humor y se reía. Se mostraba cercano, compartía vivencias y facilitaba que las compartieras con él.  Cuando entrabas en una conversación íntima con él te animaba a dar algún paso en algo, a avanzar, a mejorar...con suma delicadeza y respeto.

Sufrió  una larga enfermedad  que llevó de forma ejemplar, tal y como comentaban algunas de las personas que lo atendían y vi personalmente. Le costaba no poder ir a trabajar, no poder investigar ni dar clases. Cubrió su baja laboral trabajando, desde casa, en un blog sobre Chesterton http://chestertonblog.com/ con el que se ilusionó e ilusionó a mucha gente. También haciendo otras muchas cosas, cuando la enfermedad se lo permitía.

Podría seguir contando pequeños y constructivos detalles de la vida de Juan Carlos, llevada con garbo hasta los últimos momentos, pero creo que cualquier persona que lea estos párrafos se hace a la idea de que  “ayer enterramos a un gran padre, a una buena persona, a un buen amigo, a un profesional ejemplar  y a un buen ciudadano”, que se esforzaba por vivir muchos de los valores que hoy echamos en falta. 

José Antonio de la Hoz

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