Ayer
asistí al entierro de un buen amigo, esposo de una gran mujer y padre de unas
cuantas criaturas. La capilla en la que se celebró la Misa funeral estaba
repleta de gente, incluidos los pasillos laterales y el central.
Tuve
con él un contacto más intenso cuando gestionaba varios programas, públicos y
privados, de formación de padres. Era uno de los profesionales con los que
contaba habitualmente porque su experiencia como padre y su saber – profesor de
sociología del consumo-, daban mucho juego.
De
su entierro me impactaron varias imágenes, que se quedarán grabadas en mi
memoria mucho tiempo. Una de ellas la serenidad y sencillez, no ausente de
dolor, de su mujer y sus hijos. Otra el gentío que llenaba la capilla.
Juan
Carlos, así se llamaba, no era una persona pública con cargos rimbombantes,
pero si tenía muchos amigos y personas que lo apreciaban, de distintas y
diversas sensibilidades. En el funeral había políticos de izquierdas y de
derechas, creyentes y agnósticos reconocidos, personas con patrimonio y
personas muy humildes. Muchos no estaban allí por motivos materiales o
estéticos, estaban por convencimiento y para despedir a una buena
persona que, entre otros, creía y practicaba el valor de la amistad.
Algún
tiempo antes de que falleciera intenté verlo, pero personas allegadas me
comentaron que había cola y opté por no
molestar.
De
él conozco lo que exponía en
conferencias y charlas dirigidas a madres y padres porque, como he dicho
anteriormente, lo invité a bastantes y siempre estaba disponible. Lo presentaba
y me quedaba a oírlo. Hablaba desde la experiencia, usando pocas recetas
teóricas. Estas eran algunas de sus ideas:
- Querer a los hijos como son
- Confiar en ellos
- Dedicarles tiempo y ser cercanos
- No crear una burbuja protectora a su alrededor
- Escuchar a los hijos, comentar con ellos – con franqueza- cosas relacionadas con las canciones que oyen, las películas y los programas de televisión que ven, los videojuegos con los que juegan…
- Fomentar que sus amigos vengan a casa, conocer a sus padres….
- Dar encargos en casa y ser coherentes con lo que se les exige
No
sé qué notas han sacado sus hijos, ni me interesa. Las veces que he tenido
contacto con ellos he percibido:
- Naturalidad, espontaneidad y saber estar
- Contacto cercano y confiado con los padres
- Control de las emociones
- Cariño y aprecio entre ellos y con los padres
- Personalidad equilibrada
- ….
Estoy
seguro de que Juan Carlos tenía defectos, como todos los tenemos. Algunos de
ellos saltaban a la vista, como nos pasa a todos. No me cabe duda de que se
esforzaba por limarlos, sin aspavientos, con naturalidad y con constancia. Se disculpaba habitualmente con y sin motivo. Tenía humor y se reía. Se mostraba cercano, compartía vivencias y facilitaba que las compartieras con él. Cuando entrabas en una conversación íntima con él te animaba a dar algún paso
en algo, a avanzar, a mejorar...con suma delicadeza y respeto.
Sufrió una larga enfermedad que
llevó de forma ejemplar, tal y como comentaban algunas de las personas que lo
atendían y vi personalmente. Le costaba no poder ir a trabajar, no poder
investigar ni dar clases. Cubrió su baja laboral trabajando, desde casa, en un blog
sobre Chesterton http://chestertonblog.com/
con el que se ilusionó e ilusionó a mucha gente. También haciendo otras muchas
cosas, cuando la enfermedad se lo permitía.
Podría
seguir contando pequeños y constructivos detalles de la vida de Juan Carlos, llevada con
garbo hasta los últimos momentos, pero creo que cualquier persona que lea estos párrafos se hace a
la idea de que “ayer enterramos a un
gran padre, a una buena persona, a un buen amigo, a un profesional ejemplar y a un buen ciudadano”, que se esforzaba por vivir muchos de los valores que hoy echamos en falta.
José Antonio de la Hoz
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