La
mejor forma de resolver un problema es buscar las causas y actuar sobre ellas. Algunas
dan lugar a la mayor parte de los efectos y otras tienen poca relevancia. El inconveniente viene cuando actuamos solo sobre
los efectos de un problema y nos olvidamos de su origen, eternizando la
situación.
El
ocho de enero comenzó la segunda evaluación que finalizará en marzo. Unos alumnos
la comienzan habiendo superado con más o menos éxito la primera cita con los
exámenes. Otros arrastran uno, dos o más suspensos. Unos están matriculados en
un curso de Primaria y otros de Secundaria, Bachillerato o Formación Profesional.
Todas
las asignaturas tienen su importancia pero a la hora de afrontar el fracaso
escolar de un hijo, no tiene la misma repercusión el suspenso en una asignatura
que exige fundamentalmente memoria, como Ciencias sociales, que otra en la que
prima el razonamiento abstracto y la comprensión, como es el caso de las
matemáticas.
Tampoco
es lo mismo suspender por primera vez matemáticas que arrastrar el fracaso en
esta asignatura desde cursos anteriores.
Para
superar un suspenso puntual en matemáticas, lengua y literatura o idioma puede
ser necesario un profesor de apoyo o más dedicación de los padres, si alguno de
ellos domina la materia. Si no es la primera vez que suspende hay que ver qué
contenidos de cursos anteriores no maneja y son necesarios para comprender los
que está estudiando ahora. Esto tendría que haberse prevenido desde principio
de curso, pero en la segunda evaluación quizás se esté a tiempo. Habrá que
atenerse al caso concreto del niño, pero si consideramos que el problema es
solo de comprensión y asimilación de conocimientos haría falta una hora diaria
de dedicación a esta asignatura, de lunes a viernes o sábado, con profesor de apoyo y controlando lo que le
explican cada día; mejor bajo las directrices de un pedagogo y/o cumpliendo las
indicaciones del profesor que imparte la materia.
Tampoco
es igual un suspenso en los primeros cursos de primaria que en la ESO o el
Bachillerato. En primaria estamos poniendo los cimientos sobre los que se
apoyarán los resultados de la ESO y el Bachillerato. Cuando son mayores es más
complejo todo, también las decisiones a tomar.
Lo
anterior son algunos consejos rápidos y muy resumidos a tener en cuenta con los hijos. Respecto a los padres, habría
que analizar lo siguiente:
- ¿Hay conflictividad en la pareja? ¿Trasciende a los hijos?
- ¿Usan frases humillantes con los hijos los dos padres o alguno de ellos? Si cuando mi hijo pequeño comete un fallo le digo que “es tonto” se lo creerá, dañaré su autoestima y contará con una dificultad añadida para superar los exámenes y cualquier tarea. Es mejor usar expresiones del tipo “no entiendo cómo has hecho esto así si tú eres capaz de hacerlo mejor”.
- ¿Actúan los dos padres al unísono o va cada uno por su lado? ¿Algún cónyuge critica, desautoriza o desmerece al otro en conversaciones con los hijos? ¿Le damos la razón, sin más, a nuestros hijos cuando achacan su falta de rendimiento a los profesores o al colegio?
- ¿Han exigido los padres un horario de trabajo personal a los hijos desde pequeños? ¿Han sido constantes en esa exigencia hasta convertirla en hábito?
- ¿Han sido receptivos cuando los hijos les han manifestado dudas en alguna asignatura?
- ¿Está alguno de los padres en casa cuando los hijos vuelven del colegio? ¿Hay un horario de trabajo para todos los miembros de la familia, del que está excluido la televisión, las videoconsolas o cualquier otra distracción?
- En los primeros cursos de primaria ¿trabajan los padres, con constancia, la adquisición de conocimientos matemáticos y lingüísticos?
- ¿Van los padres a tutoría el primer mes de curso para ver cómo van sus hijos? ¿Acuerdan con los profesores un plan de actuación y lo cumplen?
- ¿Trabajan los padres la voluntad de los hijos diciendo “no” a los caprichos en todos los ámbitos: regalos, comida, bebida, ropa…? ¿Tienen los hijos encargos en casa? ¿Hay normas y límites claros en casa? ¿Se exigen con constancia por los dos cónyuges?
- ¿Quieren los padres a los hijos tal como son, sin renunciar a su mejora personal? ¿Hay manifestaciones de cariño frecuentes de los padres con los hijos? ¿Se evitan las comparaciones entre hermanos o con terceros?
Seguro
que podríamos hacer algunas preguntas al centro escolar y al profesorado, pero
estoy de acuerdo con una frase que oí en
una ocasión a un excelente profesor y que dice así: “No suspende nadie que se
haya preparado un examen para sacar un
sobresaliente. En el peor de los casos se quedará en un notable”
Hay
causas del fracaso escolar sobre las que es difícil actuar y por eso las obvio
en esta entrada. Me refiero a la idoneidad de las leyes educativas, al entorno
social del niño o a su genética.
Como
siempre, para que nuestros hijos mejoren hay que concretar un plan, consensuado por los dos cónyuges con el tutor del niño. Mejor si está desglosado y
supervisado por semanas.
Termino,
como siempre, con una frase. En este caso de Fernando Alberca:
“Una
motivación basada en la verdad, en la mesura, en evitar la sobreprotección.
Centrada en enseñarle a hacer lo que puede aprender a hacer. Esperar a que lo
haga. Confiar en que lo hará bien con práctica. Que lo note porque lo creamos
de verdad. Que sepa que nosotros no escribimos por él, sino que le compramos el
lápiz y les enseñamos las letras. Que nos sentimos muy orgullosos cuando hace
algo difícil, maduro. Y que sabe que igual que puede aprender a salvar los
obstáculos de hacerse la cama, poner la mesa, ceder la mejor parte, también
logrará cuanto se proponga."
José Antonio de la Hoz
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