martes, 23 de diciembre de 2014

¿Debemos enseñar a nuestros hijos otro modelo de hombre?


Hace unos años me tocó poner en marcha un Ciclo Formativo de Grado Superior de Comercio Internacional. Al hacer la distribución de asignaturas me quedé, entre otras, con la de Márketing Internacional. Tuve que ponerme al día a marchas forzadas buscando todo tipo de información útil sobre la materia. Pues bien, en algunas publicaciones observé, con tristeza, que los países del Norte de Europa incluían a España dentro de los PIGS – “cerdos” en inglés-, que era el acrónimo que agrupaba a Portugal, Italia, Grecia y España , Spain en Inglés (algunos también incluyen a Irlanda). Desconocía que en Europa nos tuviesen en  tan poca estima. Profundizando en el tema descubrí que  no se veía con normalidad muchas cosas que en nuestro país se aceptan con escaso espíritu crítico.

Curiosamente los PIGS han estado al borde del rescate económico o han sido rescatados por la Unión Europea por su mala gestión. En todos abunda la corrupción, el engaño, la picaresca, el reinado de la apariencia que esconde un fondo de podredumbre moral y ausencia de valores tanto en el ámbito privado como en el público. En todos esos países es noticia nacional que alguien actúe con honradez. Hace unos días, un nigeriano encontró y devolvió una cartera con tres mil euros en metálico y otros tantos en cheques, creo que  en Sevilla,  y salió en todos los telediarios nacionales.

 Seguro que en los PIGS también hay gente honrada y honesta que asumen el desgaste impagable de ir contracorriente, pero parece que la corrupción y la ausencia de valores ganan y así lo ven allende nuestras fronteras y, lo que es peor, generan costumbre social e indolencia. Cuando he comentado algunos episodios conocidos de corrupción, a “gente buena” , me responden que “tampoco es para tanto” seguido de una retahíla de justificaciones de toda índole. Esta “neutralidad moral”  delata que hemos asumido como normal lo que no lo es, que las conductas poco éticas y la inmoralidad pública tenían un caldo de cultivo previo en cada uno de nosotros, que el modelo de hombre que defendemos tiene un listón ético muy bajo, tanto que contrasta con el del resto de la Europa no mediterránea. Tenemos una manga demasiado ancha que ha terminado generando situaciones que ponen en tela de juicio nuestro modelo de convivencia.

En España se gestiona lo público como si fuera privado. El principio de mérito y capacidad saltó por los aires hace tiempo. Se llega más lejos acercándose a un partido político o a un político, da igual su signo. También dando un pelotazo, aun a costa del engaño o, por qué no, liándose con una famosa. Valores como la justicia, la honradez, la honestidad, la equidad, la igualdad de oportunidades, la imparcialidad, el esfuerzo, la constancia ….han disminuido sensiblemente su influencia en la vida pública y privada, eso si, con el adorno de decenas de justificaciones. Su existencia  es meramente estética porque están en todos los discursos oficiales y poco más.

Vivir en España los valores que acabamos de mencionar – y otros-, es un hándicap, un obstáculo de salida para avanzar profesional y socialmente. Me contaba un arquitecto hace unos días, que un empresario que pagó una comisión al alcalde de un ayuntamiento para conseguir la adjudicación de un contrato público, declaraba ante el juez:  “En España es difícil trabajar con la administración sin pagar comisiones”. Pero, además, hemos generado una inercia de años, como si no tuviese consecuencias.

La moralidad, la ética, es parte del soporte de la paz social, es parte del sostén de las estructuras sociales y de la legalidad. La moralidad y la ética añaden justificación al que dirige y gobierna. Sostienen internamente a la persona humana, siendo uno de los ingredientes de su autoconcepto y, por tanto, de su paz interior y, en última instancia, de su felicidad.

Hace unos días asistí a la conferencia de un personaje de relevancia nacional e internacional, reconocido por su honradez e integridad por partidarios y detractores. Afirmaba que España se ha convertido en el “paraíso de la nada” gracias al relativismo, al todo vale, del que venimos haciendo gala desde hace años, desplazando con falsos derechos los derechos auténticos, que dan solidez y soporte a una sociedad. Todo es líquido, nada dura. De esta manera hemos creado el ambiente idóneo para que arraiguen los extremismos y los radicalismos, sacrificando la reforma en favor de la ruptura, que nos puede llevar a la tragedia. Decía, con razón, que venía a hacer un diagnóstico, no un pronóstico ya que no es un profeta, y que sentía que tuviéramos que tomar Prozac esa noche, pero que la verdad había que conocerla y afrontarla.

Pues bien, me planteo como bloguero cual puede ser mi aportación, mi consejo a padres y profesores – también estoy abierto a recibirlos-, frente a esa realidad, y digo realidad porque las intervenciones posteriores de los asistentes al acto vislumbraban una altísima conformidad con lo dicho por el ponente. Estamos rodeando a los menores, por inmersión, con un ambiente moral altamente tóxico que abre interrogantes sobre su propio futuro. Hay que hacer algo y esta es mi aportación:

  • El relativismo se combate con la búsqueda honrada de la verdad. En caso de discrepancia, que cada cual busque motivos fuertes para enseñar y vivir valores como la justicia, la generosidad o solidaridad o caridad, el consenso, la honradez, la tolerancia, el respeto…. Renunciar a la trascendencia y a la espiritualidad dificulta la tarea pero, en cualquier caso, encuentro dos motivos aceptables para todos:
    1. El primero es la propia subsistencia del ser humano como individuo y como sociedad.
    2. La segunda es la propia autoestima, que es un elemento de aporte a la propia felicidad

  • No podemos esperar a que cambie la realidad a nuestro alrededor para hacer algo, porque es una actitud cómoda y poco eficaz. Pero además no se corrompen los partidos políticos, se corrompe el hombre. No se corrompen las instituciones, se corrompe el hombre. Si parece que todo se desmorona es porque se desmorona el modelo de hombre y de sociedad. No esperemos a que cambien los demás hombres, propongámonos cambiar cada uno de nosotros en aspectos tangibles de nuestra realidad laboral, familiar y social. Esta forma de ayudarnos a nosotros y a los que nos rodean, con nuestro ejemplo, si está en nuestras manos.
  • Hay que explicar a los hijos y a los alumnos que no vale todo, que los atajos nos dañan a nosotros y al conjunto de la sociedad, que los valores o la falta de ellos impregnan al hombre por entero, que no hay compartimentos estancos, que nuestro comportamiento configura parte de la realidad, que hay que vivir los detalles pequeños para vivir los grandes, que los comportamientos sociales son la suma de los comportamientos individuales, que filtren los mensajes que inviten a una vida fácil y egoísta, que la felicidad no está en el tener sino en el ser, que pongan la televisión en cuarentena permanente, …

Quiero terminar con un razonamiento, por eso adelanto las frases con las que suelo finalizar, las dos de E. Rojas :

"Un hombre hedonista, permisivo, consumista y relativista, se mueve en todas las direcciones pero sin saber a dónde se dirige. En vez de ser brújula es veleta."
"La felicidad no es un hallazgo al final de la existencia sino a través de su recorrido"



Está cerca la Nochebuena y soy creyente, por eso quiero terminar con un razonamiento más espiritual: en los protagonistas del Belén están los valores que necesitamos, el ejemplo que buscamos, el sentido de nuestra vida que quizás hemos perdido y el camino de la felicidad que anhelamos, por eso el Belén conserva intacto su atractivo y su actualidad, su mensaje es más necesario que nunca y sus personajes siguen estando a nuestra disposición, se comprueba buscándolos con verdad e insistencia.

José Antonio de la Hoz

jueves, 4 de diciembre de 2014

Es difícil educar a un niño que no se siente querido




Educar a los hijos implica exigirles. Muchas entradas de este blog hacen referencia a algunos modos de hacerlo  pero el amor, el cariño, el afecto, la empatía… principalmente de los padres, también de los profesores, son  necesarios para multiplicar la eficacia  de la actividad educadora. Eso afirmaba Johan Heinrich Pestalozzi, uno de los primeros pedagogos reconocidos como tales.

 El amor incondicional a los hijos es tan importante que su ausencia o su existencia puede marcar sus personalidades de por vida. Comía, hace un tiempo, con unos amigos y sus tres hijos. El mayor tiene 12 años y su rendimiento escolar es sobresaliente porque el sobresaliente es su única nota, sin embargo algunas veces se ha echado a llorar cuando le he dedicado algún gesto de cariño. Su madre me explicaba que el padre  se prodigaba  poco en ese aspecto. Es verdad que no es lo mismo ir de visita que responsabilizarse de la educación y formación de una criatura todos los días, hasta su madurez…, pero también es cierto que algunos padres y educadores ponen el acento en la exigencia y se olvidan del afecto.

Ya siendo bebés es necesario el contacto físico con los padres pues aporta  seguridad emocional, confianza y estima, presente y futura. En la madre estimula la producción de prolactina, la hormona de la leche, y de la oxitocina, la hormona del amor. En el bebé reduce los niveles de cortisol, responsable del estrés.  Una investigación de la Universidad de Miami ha permitido comprobar que “ muchos bebés a los que se les hace masajes con constancia duermen mejor, y  además alcanzan una mejor maduración del aparato respiratorio y del sistema inmune”.  Otros estudios demuestran que si el bebé no tiene contacto físico con los padres, puede enfermar hasta morir.

El amor a los hijos no tiene nada que ver con la sobreprotección y es  perfectamente compatible con ponerles límites y normas. La psicóloga Olga Carmona nos dá algunas pistas:
  • No es sobreprotección: abrazar, escuchar, comprender y respetar a los hijos. Ayudarles a encontrar el camino para resolver un conflicto o problema. Cuidarlos y protegerlos de aquello para lo que aún no tienen recursos; si lo es seguir haciéndolo cuando ya están capacitados. No lo es tener en brazos a un bebe todo el tiempo que se pueda. Tampoco amar a los hijos de forma incondicional y hacérselo saber de todas las maneras posibles, todos los días.
  • Si es sobreprotección compensar al niño – normalmente con un regalo - , cuando se siente frustrado, triste o enfadado porque  algo no ha salido como él quería. También, hacer por él cosas que ya puede hacer solo, no dejar que asuma responsabilidades o impedir que tome decisiones, bloqueando su desarrollo e impidiendo que adquiere las competencias necesarias para desenvolverse en la vida. Asimismo, no corregir su conducta por miedo a que se enfade o justificarla.
El niño que ha recibido cariño, afecto, confianza y amor incondicional de sus padres y que se ha enfrentado al cumplimiento de límites y normas proporcionados a su capacidad y edad, contará con un mejor desarrollo físico, será más resistente a la enfermedad mental, disfrutará de un aceptable nivel de autoestima y estabilidad personal, afrontará con más éxito los retos que plantea la vida, mantendrá relaciones sociales más cordiales y, en general, alcanzará unos niveles de desarrollo personal, social y profesional más elevados que los conseguidos por la persona carente de estas circunstancias en su infancia.

Termino con una frase de Olga Carmona, psicóloga ya mencionada en esta entrada: “No existe una forma más destructiva de maltrato que la falta de amor hacia un niño por parte de sus padres, especialmente de la madre”.

 …y con otra de Charles Dickens “El corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas; el que lo conoce las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico”

José Antonio de la Hoz