lunes, 8 de septiembre de 2014

El mundo de los adolescentes. Comentario a un artículo


En torno al 2004  diseñé unas escuelas de padres que estuvieron activas hasta el 2013. De ellas se beneficiaron miles de madres y padres de decenas de centros educativos y de otras instituciones. Para las sesiones de formación busqué personas con formación, experiencia práctica en el tema que exponían y una aceptable capacidad de comunicación.

Entre esos profesionales estaba Juan Santaella López, Catedrático de Lengua, Ex –Viceconsejero de Educación de una Comunidad Autónoma y estudioso de la formación en Valores. Casi toda su vida profesional la  pasó en contacto con adolescentes y recientemente ha publicado en prensa –periódico Ideal del 7 de septiembre de 2014- ,  un artículo sobre ellos con el título “La adolescencia tiene su propio mundo”.

En mi blog he insertado varias entradas sobre la adolescencia. Señalo, a título de ejemplo, las siguientes : http://goo.gl/CIIJxS (convivir con un adolescente), http://goo.gl/OP9OFR (Adolescentes, alcohol y alteraciones en el desarrollo). Ahora quiero comentar algunas ideas que recoge Juan Santaella en su artículo, que me parecen interesantes y son una oportunidad más para razonar sobre esta etapa.

Dice acertadamente que la adolescencia  “Es una etapa de impulsos incontrolados, de grandes contradicciones: saben poco y creen saberlo todo; son muy reservados pero tienen una espontaneidad irrefrenable; quieren libertad pero se comportan como tiranos; son hipercríticos con sus padres, pero son acríticos con su forma de vida y con sus amigos; son, en definitiva, todo un reto para el equilibrio y la estabilidad emocional de padres y educadores, porque crean mucha tensión familiar y escolar.” Quizás por eso, es importante que los padres se esfuercen, desde que lo son, por ser coherentes, que aporten con su ejemplo en la vida cotidiana un  modelo atrayente de vida, donde estén presentes los defectos, los errores,  pero también los hábitos y valores que dan prestigio y autoridad real, que no formal. Hablamos de voluntad fuerte, de resiliencia,  de humanismo (compadecer, perdonar y pedir perdón, disculpar, ayudar, empatizar, ser optimista…), de interés permanente por la mejora personal, de interés por la verdad, de dedicar tiempo y dar cariño al cónyuge, a los hijos, etc. El modelo de vida de los padres, y la calidad de la relación entre ellos, es la mejor prevención de una adolescencia excesivamente conflictiva. El colegio, el barrio, la familia secundaria, los amigos, la tecnología,....son el resto de su entorno y, por tanto también incide en su carácter, pero no tanto como la familia.

Otra idea interesante para pensar en ella es la siguiente:  “Básicamente, los adolescentes buscan tres cosas: su identidad personal, su autonomía y el sentido auténtico de sus vidas.” Por tanto, si queremos reducir el nivel de conflictividad en casa, pienso que hay que plantearse lo siguiente:

1.      Un hijo no es "algo" sino "alguien". La sociedad actual, huérfana de valores, tiende cada vez más a ver al OTRO/A, como una instrumento, que se usa según convenga. Cada vez más se piensa que el hijo/a es un derecho, algo para disfrutar. Esta filosofía se transmite en la forma de educar, convivir y comunicarse con los hijos, en  la convivencia diaria.  Pues NO, el hijo es una realidad distinta a la madre y al padre, con una dignidad a respetar. Los padres deben favorecer su equilibrio, su madurez, una aceptable felicidad y la capacidad de relacionarse con su entorno. Esto es incompatible con moldear al hijo a nuestra imagen y semejanza. En el proceso habrá que exigir, corregir, reprender,…pero también fomentar la autonomía y la elección desde edad temprana. Los hijos no son una extensión de los padres

2.      Para conseguir esto hay que darles responsabilidades desde pequeños, no coartar en exceso sus iniciativas –posibilidades de desarrollo- por miedos obsesivos, o porque “nosotros lo hacemos todo mejor que ellos” o lo “hacemos más rápido”.

3.      A veces es mejor dejar que se equivoquen. La forma más eficaz de aprender algo es haciéndolo. Ver cómo se hace tiene menos eficacia y aún menos explicar cómo se hace. La explicación y la demostración hay que limitarla a lo estrictamente imprescindible. La autoestima y el autoconcepto están relacionados con lo que conseguimos llegar a hacer y hay que entrenarse desde pequeños.

4.      Hay muchas cosas que requieren una elección de estilo, en base a una identidad. Por ejemplo, decorar una habitación, ordenar un armario, organizar el tiempo….Ahí hay que dejar hacer y no ser autoritarios, para que puedan ir definiéndose. Hay madres y/o padres que se meten en cómo deben estar dispuestas las perchas en el armario o qué tipo de carpetas deben llevar al colegio, provocando conflictos innecesarios. Otros influyen en opciones políticas o deportivas de forma inadecuada, por caminos distintos del diálogo y el razonamiento.

5.      Hablar mucho con ellos (acompañar) sobre lo que ven y sienten, presentarles –con el ejemplo propio- un modelo de vida elegible, tiene una indudable eficacia.

6.      Hay darles una explicación sobre las verdades últimas. El relativismo – todo vale-, es cansino y  el camino ideal para el autoritarismo.

7.      Quererlos y aceptarlos aunque terminen eligiendo lo contrario de lo que a nosotros nos gustaría.

La siguiente idea dice así “La adolescencia es también la época en la que los jóvenes buscan y ensayan ideales de vida, por eso se vuelven críticos, analíticos y se dan cuenta de las injusticias y las desigualdades. Es ahora cuando van a entender las grandes propuestas religiosas, políticas, sociales y culturales. Tan importante o más que el triunfo académico en esta etapa, es el que descubran el para qué de su vida, un horizonte de sentido, porque cuando esto falta, la vida hay que llenarla de algo. Y hoy la propuesta para los jóvenes está clara: divertirse y vivir sin responsabilidades, consumo compulsivo de alcohol y drogas los fines de semana, teleadicción, apatía existencial…” Con la entrada de la democracia comenzamos a rechazar, indiscriminadamente, todo lo anterior y nos quedamos  en un resumen de la vida que nos está causando muchos quebraderos de cabeza:  “vive y disfruta que son dos días”, “trabaja para tener y disfrutar”, “todo es relativo”. Este modelo nos lleva y lleva a nuestros hijos a una vida superficial, más animal que racional, mas anclada en lo sensible, en lo que gusta, en el cortoplacismo, en la ausencia de frustración, en el rechazo de las responsabilidades, en una visión instrumental de todo y de todos, porque el fin último es DISFRUTAR, LA FELICIDAD ESTÁ EN  TENER Y DISFRUTAR. Pues bien, la puerta de la felicidad, como decía Victor frankl, "se abre hacia afuera", cuando no pensamos demasiado en nosotros mismos.

 Hemos quitado a Dios de en medio y nos hemos puesto nosotros y, claro está, cada generación se sobresalta con lo que hace la siguiente. La corrupción y la pillería tiene su base en personas normales que aplican los valores sociales en boga, los que vivimos todos, PERO CON PODER DE DECIDIR desde las instituciones. No es la política la que está podrida, es la sociedad en general. Los valores que nos gustaría ver reflejados en nuestros hijos tenemos que transmitirlos con nuestro ejemplo, con nuestra vida, no aparcándolos en un colegio de pago para que los eduquen. Los hijos necesitan tiempo de los padres y valores atractivos hechos vida cotidiana en la conducta de sus padres. Esta es una de las responsabilidades de ser padres, DAR EJEMPLO. Es verdad que el hijo termina eligiendo su vida, pero los padres deben aportar un modelo atractivo, que sea una referencia importante para ellos.

Cuando era universitario di clases particulares para conseguir un dinerillo extra. Recuerdo al padre de un alumno,  con una vida que era reflejo de su nihilismo. Me enteré de que su hijo – me lo dijo él- estaba en un colegio con ideario católico y me causó sorpresa. En un momento de conversación distendida me dijo que lo había matriculado en ese colegio “porque no quería que llevara el tipo de vida que él llevaba”. Pues esto no funciona así, la adolescencia de tu hijo, su mayor o menor conflictividad, tiene relación con su genética, pero también con lo vivido con sus padres y hermanos durante la infancia, con los valores transmitidos, con el tiempo dedicado, con el modelo de relación entre los padres, con el cariño disfrutado,  y con el modelo de autoridad ejercido . Pues eso, no hay que echarle toda la culpa de la conflictividad de esta etapa a la psicología evolutiva, ni atribuirle todos los méritos de que pase rápido, sin convulsiones destacables,  a la genética. Como decía Miguel Delibes en su libro UN AÑO DE MI VIDA, "Los hijos no te salen -salvo rarísimas excepciones-; los hijos se hacen o deshacen en casa"

José Antonio de la Hoz






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