viernes, 28 de marzo de 2014

No es conveniente etiquetar a los hijos... ni a los alumnos

Leo la queja de una persona al descubrir una ficha en la que se hablaba sobre ella y sus defectos. Es normal esa queja si al autor del escrito no le corresponde hacerlo, por su profesión u oficio. También está justificada  si la  ficha no tiene un sentido o finalidad defendible, asociado al interés de la persona y/o de la comunidad de la que forma parte la afectada. 

Estamos fichados en muchos sitios. Nos fichan  en el registro civil cuando nacemos, en la Iglesia cuando nos bautizamos, en los archivos de las instituciones educativas, en el Registro de la Propiedad, en los bancos cuando abrimos una cuenta corriente,  en las compañías telefónicas....Un médico conocido mío me decía que estaba fichado por una empresa farmacéutica como "persona preferente" . Cuando era profesor tenía fichas de los alumnos, sobre todo de los que era tutor, y en ellas hacía anotaciones que me ayudaban en mi responsabilidad de "educador subsidiario", - los principales son los padres- para apuntar los avances y los retrocesos, establecer objetivos y estrategias de mejora, etc. Esa información estaba, lógicamente, en un cajón cerrado y la destruía al terminar el curso. Después de esta reflexión espero que quede claro que defiendo la intimidad y el buen honor de todas las personas, pero quiero centrarme en los juicios y etiquetas que a veces ponemos a los que nos rodean.


Hace poco me enteré de un comentario que otra persona hacía de mi. Era un comentario duro, erróneo,  sin información, sin datos, lleno de prejuicios, injusto, doloroso, de los que provocan un rencor que luego cuesta borrar pero que hay que intentarlo, porque  reconcome por dentro y quita la paz. De estos juicios ¿hacemos tú y yo algunos?

Dicho esto, me parece una barbaridad:
  • Que un programa de televisión haga juicios públicos de otras personas y las fiche o etiquete, sobre todo si lo hace solo por ganar dinero y "entretener". Además del daño personal, se trivializa una actitud errónea que no contribuye a construir una sociedad pacífica y equilibrada.
  • Que hagamos juicios de las personas que nos rodean- la mayoría de las veces sin datos- que muchas veces son erróneos. Cuando comunicamos ese juicio a otros somos doblemente injustos.
  • Las "lecturas mentales" por las que atribuimos al comportamiento de otras personas fines o intenciones que no son reales..., porque solo están en nuestra imaginación.

Me paro ahora en la actitud generalizada de muchos padres y docentes  de poner "etiquetas a los hijos" o alumnos. Poner una etiqueta es añadir al verbo SER un adjetivo, por ejemplo "eres tonto", "eres listo", "eres vago", "eres cruel", "eres malo"...

Cuando a un niño o  a una persona con escasa capacidad crítica le ponemos una etiqueta negativa  SE LA CREE y repercute en su motivación y en su capacidad de mejorar. A un niño le queda mucha vida por delante y muchas posibilidades - oportunidades de pulir defectos. La etiqueta también influye en el padre o profesor, en su predisposición a ayudar a mejorar al hijo o alumno. Pongo un ejemplo: es más fácil que suspendamos un examen con un 4,5  a un alumno etiquetado como vago que a otro considerado como trabajador, aunque el "vago" haya subido su nota con relación a anteriores exámenes.

La etiqueta es un juicio que corresponde a un momento concreto y es estática mientras que la persona es susceptible de mejorar, dinámica. Superar un etiquetado puede ser una tarea ardua que deja por el camino avances y mejoras en el desarrollo de hijos y alumnos,  que cargaron con una "hipoteca"   muy difícil de pagar.

Mejor que poner una etiqueta es valorar y enjuiciar los comportamientos concretos, explicando una opción de mejora adecuada a las capacidades y circunstancias del hijo o alumno. Si se ha suspendido una asignatura habrá que conocer bien al que ha suspendido y sus circunstancias y enseñarle el camino para aprobar o avanzar de una manera adecuada a sus capacidades y a las características de su entorno. Si un hermano pega a otro no le decimos que "es violento" o "malo",  porque le invitamos a que no cambie su comportamiento. Mejor decirle que está mal lo que ha hecho, aportando razones, asignando una consecuencia proporcionada a su comportamiento y explicando la opción correcta. Durante un tiempo habrá que valorar los avances, para reforzar el cambio de actitud, teniendo en cuenta que los avances no son inmediatos y, a veces, hay que dividirlos en fases.

Sobre las etiquetas positivas, del estilo de "eres inteligente", "eres listo", ...estoy de acuerdo con Carol Dwek, profesora de psicología de la Universidad de Stanford, MEJOR ALABAR EL ESFUERZO que las cualidades. Si alabamos las cualidades no reforzamos nada, más bien invitamos a la pasividad. Si alabamos el esfuerzo invitamos a usar las cualidades y potenciamos la aparición de los hábitos, que son duraderos. Dicho de otro modo, las cualidades se adormecen si no se usan, por eso hay que alabar su uso, no su existencia. Como decía una persona a la que admiro, "de qué le sirven a un águila las alas si está enjaulada"

Pues eso, la actitud de etiquetar no está abierta a la mejora

José Antonio de la Hoz



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