lunes, 6 de enero de 2014

Enseñar a dar las gracias


A Granada se le llama la “Ciudad de los Cármenes” . Tuve el honor  de pedirle a Don Antonio Gallego Morell, que fué  ilustre Rector de su Universidad,  una definición de la palabra “Carmen”, muy enraizada en esta ciudad,  y me respondió que es “Una casa cercada, ubicada en los barrios históricos de Granada, con jardín, y heredera de los huertos de deleite que los árabes tenían en la ciudad”

Pues bien, esta tarde he estado comiendo con unas amigas en el Carmen de la Victoria, que fue  primero una residencia de estudiantes marroquíes (Casa de Marruecos) ligada a la Escuela de Estudios Árabes, luego un Colegio Mayor, y hoy Residencia de invitados de la Universidad de Granada. Sus frondosos y cuidados jardines  sumados a las privilegiadas vistas de la Alhambra, ponen a cualquiera en paz consigo mismo y con el mundo. Pues bien, este día tan redondo me ha llevado a pensar sobre la importancia de ser agradecidos.

Para que lo que nos rodea funcione hace falta gente que haga bien las cosas. Unos han vivido antes que nosotros y otros son contemporáneos. Este día de hoy ha sido redondo porque en todo el trayecto recorrido y en  los servicios disfrutados, han dejado su huella muchas personas que han hecho y hacen bien su trabajo. Me refiero a albañiles, pintores, electricistas, camareros, conductores de autobús, jardineros, barrenderos,  etc.  A todos habría que hacerles llegar un sentimiento profundo de agradecimiento.

No está de más que a veces caigamos en la cuenta de que estamos rodeados de mucha gente que hace bien las cosas y nos facilita la vida. La fórmula universal de manifestar agradecimiento es tan sencilla como decir “Gracias” muchas veces al día. Gracias a tu pareja por ser un trabajador responsable que cumple diariamente con  su trabajo y aporta unos ingresos necesarios a la casa, gracias a tu pareja que hace una comida de la que disfrutas diariamente, gracias a tus padres por prestarte diariamente su tiempo, su esfuerzo y su cariño, gracias a los profesores que se esfuerzan cada día por compartir contigo su saber, gracias a tus amigos que te llaman para compartir contigo su tiempo, ….etc. Digo esto porque vivimos tan rápido que no caemos en la cuenta. También porque, en una sociedad como la nuestra, a veces nos miramos demasiado el ombligo y solo pensamos en lo que “los demás deben hacer por nosotros”, sin descubrir que pueden elegir hacerlo bien, mal o regular y son muchos los que lo hacen de forma aceptable, con frío, con calor, con ganas o sin ellas.

Dar las gracias es un gesto de justicia, de madurez, de educación y de respeto. Si pensamos un poco, con este gesto contribuimos a motivar al que hace bien las cosas, luego dar las gracias también es un síntoma de inteligencia.

También se puede dar las gracias con un gesto, con una palabra amable, con una propina,… de mil maneras. Además, el que da las gracias recibe, a la larga, mejor trato que el egoísta miope. Es una habilidad social indispensable.


Es bueno que los padres recuerden periódicamente a sus hijos que no son el centro del mundo. Que hay mucha gente que les facilita la vida y que deben corresponder dando las gracias y contribuyendo ellos a hacer mejor la sociedad. La mejor lección es, como siempre, Fray ejemplo. Yo puedo y debo  mejorar en este aspecto, todos podemos hacer algo más. Para empezar podemos elegir una persona cada día, a la que habitualmente no le damos las gracias y dárselas, empezando por los más cercanos.

José Antonio de la Hoz

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