viernes, 29 de noviembre de 2013

Convivir con un adolescente



Las recetas en educación no sirven. Cada niño/a, cada adolescente, cuenta con una personalidad – incipiente – y  unas circunstancias distintas y variables. Los padres deben formarse y adaptar  lo aprendido al caso concreto y singular de su hijo.

Normalmente todos los padres desean que sus hijos mejoren. Es más fácil conseguir este sano deseo, si los padres construyen un  ambiente de mejora en su propia casa. Es difícil que un hijo se sienta motivado para estudiar a las cuatro de la tarde, si mama o papa se ponen a ver una telenovela o, a la inversa, nadie está presente en casa a esa hora, por las razones que sean, muy justificadas en muchos casos, aunque haya que plantearse alternativas de acompañamiento o replantear - si se puede- las prioridades . Distinto es que estén leyendo un libro o haciendo una  tarea de la casa y que reine el silencio. Las mejoras, los avances, …exigen una “microcultura” coherente.

Dicho esto, para ver cómo debe ser la convivencia con un hijo adolescente e identificar los posibles focos de conflicto en la convivencia diaria -que no tienen porque presentarse todos ni en todos los casos - y concretar algunos puntos de mejora, el primer paso es conocer esa etapa de la vida, sus condicionantes y sus posibilidades. Para esto os propongo ver este corto vídeo:



De aquí  podemos sacar las siguientes conclusiones:
  • El cerebro del adolescente es  inmaduro, mientras que el de los padres es maduro. Por eso es normal que algunas cosas que un adulto ve con nitidez, un adolescente no las perciba ni  las comprenda.
  • Aspectos de la vida de un adolescente como la tendencia a la soledad, la temeridad, la incapacidad para valorar las consecuencias de sus actos, la impulsividad o la limitación para planificar y ver a largo plazoTIENEN UNA BASE BIOLÓGICA, relacionada con el proceso de maduración de su cerebro.
  • La parte más activada en el cerebro de los adolescentes es la LÍMBICA, encargada de regular las emociones. Por eso hay frecuentes altibajos en su estado de ánimo.
  • El patrón de maduración del cerebro es distinto en los chicos y en las chicas: en ellas madura antes la corteza frontal, encargada del lenguaje, del control del riesgo, la agresividad y la impulsividad. En ellos maduran antes las regiones del lóbulo parietal, encargada de las tareas espaciales.
  • El aumento de las hormonas sexuales promueven  el aumento del interés sexual y cambios en las motivaciones, los impulsos y las emociones.
  •  A la hora de tomar decisiones tienen mucha fuerza las emociones.
  • Ellas tienen como prioridad agradar y gustar y comparten intimidades con más facilidad que ellos, que tienden a la soledad, a limitar las relaciones sociales al sexo y el deporte. Además son muy competitivos, independientes y temerarios.
  •    La educación, la propia conducta y la experiencia influyen en el proceso de maduración del cerebro.
  •  La última zona del cerebro adolescente en madurar es la corteza prefrontal, encargada del control de los impulsos, el juicio y la toma de decisiones.
  • Los procesos descritos no son la causa de las crisis emocional y de conducta de algunos adolescentes, sino más bien las influencias  sociales, y las propias experiencias  y actitudes sobre un cerebro vulnerable.
  •   El cerebro es remodelable. Por tanto el individuo es reeducable.
1

La Organización Mundial de la Salud (OMS), que colocaba hace unos años el fin de la adolescencia en los 19 años, lo  ha extendido, recientemente, hasta los 25 años y coloca su comienzo en los 11. A continuación coloco, entrecomillados, textos de autores que nos dan pistas sobre las causas de este alargamiento:
  •  “…Los padres también contribuyen a demorar este proceso que va de la adolescencia a la madurez ya que les hemos infantilizado; les damos todo hecho a los hijos, los metemos en una burbuja, y eso favorece el retraso de su autonomía”
  • “..Es como si ambos quisieran perdurar un poco más como padres de esos hijos tan deseados y ellos como hijos dependientes de esos padres” Manuela del Palacio (psicóloga , presidenta de la sección de educación del Colegio de Psicólogos de Galicia)
  •  “…muchos nuevos jóvenes encuentran cada vez más difícil definir su identidad al tener padres con rasgos adolescentes. …Son padres que tienen miedo a poner límites y que se sienten culpables si lo hacen y a veces se olvidan de que alguien tiene que ser el adulto”.
  •  “…el principio del hedonismo está tan en boga en la sociedad actual que muchísimos adultos tienen rasgos de adolescentes”
  • “…Los humanos tienen la característica innata de la adaptación; la adolescencia es un periodo relativamente nuevo, nuestros abuelos pasaban de niños a hombres o mujeres sin nada intermedio; tenían esa necesidad para sobrevivir” José Romay – Catedrático de Sociología de la Universidad de la Coruña
  • El “que no pasen lo que he pasado yo" de los  años 70-80, fue un error que todavía hoy estamos pagando

Una de las circunstancias que intervienen en la convivencia de padres con hijos adolescentes es la personalidad. Esta se compone de temperamento y carácter. El primero se hereda, tiene un fuerte componente genético, no es modificable ni educable y sus manifestaciones son difícilmente controlables. El segundo es adquirido, modificable y educable y controlables sus manifestaciones.

Solemos tener un temperamento dominante y otro secundario. Los tipos de temperamento, y sus rasgos negativos o conflictivos, son los siguientes:
  • COLÉRICO: insensible, frío, poco tolerante, utilitarista, pasional, despótico ….
  • FLEMÁTICO: poco flexible, escéptico, dubitativo, escasa adaptabilidad
  • MELANCÓLICO: depresivo, inconstante,  desconfiado, solitario, inseguro, sentimiento de culpabilidad e inferioridad
  • SANGUINEO: indisciplinado, flojo, sentimental…

Adjudicando a los padres un temperamento y al hijo el mismo u otros distinto, siempre va a haber conflictividad, poca, normal o mucha, pero habrá. Venimos estropeados de fábrica y ante esta realidad os planteo la siguiente actitud:
  • Conocer el carácter y el temperamento de tu hijo, para saber QUÉ hacer, CÓMO hacerlo y CUÁNDO hacerlo. Ejemplo: a un hijo/a con temperamento colérico no hay que corregirlo en un momento de ebullición. A un melancólico le viene como anillo al dedo el refuerzo positivo.
  • Conocerte tú para saber qué debes evitar y potenciar en el trato con tu hijo adolescente.
  • Tirar mucho de perdón, comprensión y compasión. Dice el psiquiatra Enrique Rojas que “Un signo de madurez es la capacidad para saber perdonarse a sí mismo y hacer lo mismo con los que nos rodean”
  • Relativizar y desdramatizar. A veces nos atascamos en lo que tiene escasa importancia.
  • Convertir las preocupaciones en planes de acción (ocupaciones)

Otro posible foco de conflictividad de padres con hijos adolescentes es el estilo de autoridad seguido por los primeros. Se reconocen cuatro estilos de autoridad, con los siguientes rasgos:
  • Autoritario: mucho control y poco afecto, castiga, enjuicia, descalifica…. Da lugar a un hijo: rebelde o sumiso, que miente por miedo, con baja autoestima y autonomía, con sentimientos de rencor, angustia y culpabilidad. No cabe duda de que la relación con el padre y su entorno es CONFLICTIVO.
  • L’aissez faire o pasota: consiente todo, es indiferente,.. los hijos no tienen un modelo a seguir, son inestables, inconstantes, con baja autonomía personal y propensos a conductas desviadas. La relación con sus padres y con los demás ES CONFLICTIVA
  • Paternalista o sobreprotector:  evita el esfuerzo y la frustración del hijo para ganárselo, para ellos el hijo es siempre pequeño y desvalido, le hacen frecuentes regalos… El hijo es: dependiente, con bajo control y autoestima, inseguro, egoísta e ingrato. La relación con el padre y el entorno ES CONFLICTIVA
  • Asertivo:  quiere de forma incondicional a su hijo/a. Controla su desempeño. Establece límites y normas y controla su cumplimiento. La comunicación con el hijo es abierta y bidireccional. El hijo asume valores vistos en los miembros de la familia. No corrige en función del estado de ánimo sino de lo hablado con anterioridad. Valora lo normal, refuerza lo bien hecho y destaca lo excepcional. Ignora las pequeñas desviaciones como propias del aprendizaje y corrige las grandes. Su HIJO  tiene alta autoestima, creatividad,  confianza, capacidad de relación con los demás y de tomar decisiones. Tiene una personalidad equilibrada, madura y atractiva. Su CONFLICTIVIDAD ES ESCASA

La comunicación entre padres e hijos adolescentes es otro posible foco de conflictividad, que podemos reducir si tenemos en cuenta los siguientes consejos:
  • Corregir los comportamientos pero no atacar ni enjuiciar a la persona. No dirigirse a ellos con calificativos del tipo “ERES …vago, desordenado…”. Usar fórmulas del tipo “ tienes que dedicar más tiempo a estudiar, piénsalo y dime qué piensas hacer”, “no es oportuno para ti ni para tus hermanos que tu cuarto esté desordenado ¿no crees?”
  • Evitar las comparaciones, ya que les transmitimos que los queremos con condiciones.
  • No amenazar. Debemos ser predecibles desde que son pequeños y eso se consigue con límites, normas y consecuencias por incumplimiento, previamente sabidas, razonadas y explicadas. De esta forma no son necesarias las amenazas
  • No eres dueño de su intimidad, por eso no la cuentes.
  •  No lo critiques en público.
  •  Equilibra  las correcciones y las alabanzas (número parecido)
  • Alaba el esfuerzo, no las cualidades.
  • No corrijas todo. Selecciona pocas cosas, que sean importantes y obvia temporalmente lo demás.


Las horas de sueño son innegociables, porque aumentan su conflictividad dentro y fuera de casa y bajan su rendimiento académico. Al Instituto o colegio deben llegar en perfectas condiciones. Puede haber excepciones, pero eso,… excepciones. Deben dormir al menos 8 horas. No es aconsejable que los fines de semana cambien el ritmo biológico.

Su habitación es un espacio para la independencia que reclaman. No es bueno que tenga cerrojo, pero toca antes de entrar siempre y espera a que te diga que entres. Pacta la decoración. El orden y la limpieza son innegociables.

Las nuevas tecnologías (Internet, videojuevos, móvil…) deben tener un uso con las siguientes condiciones:
  1. Se limita su uso si no hay un adecuado rendimiento académico
  2. Se dejan al margen en los momentos de convivencia familiar
  3. No interfieren en el horario de sueño.
  4. No sustituyen a una razonable relación directa con los amigos.
  5. Se limita su uso en caso de adicción (ocupa demasiado tiempo, retrasa o abandona rutinas diarias...)
Respeto al rendimiento académico, aconsejo lo siguiente:

  1. Saber qué puede dar de si (contrastar el criterio propio con el de su tutor y profesores)
  2.  Apuntalar, desde pequeño, las materias instrumentales –matemáticas y lengua – y el  hábito de trabajo.
  3. Cuidar que en casa haya ambiente de trabajo (no está la televisión puesta de 4 a 9, padres haciendo algo constructivo…)
  4. Intervenir en los primeros síntomas de fracaso escolar para evitar el desfase curricular
  5. Inducir, desde pequeños, el hábito de la lectura comprensiva (que lea cosas apropiadas a su edad y luego hablar sobre lo leido...)
  6. Ponerles metas difíciles pero asequibles.
  7. Evitar castigos disparatados, incumplibles y desproporcionados por suspensos (ej: quitar el deporte…)

En esta etapa son muy gregarios y  sustituyen – temporalmente – tu influencia por la de sus iguales, sus amigos. Por eso es bueno:
  • Conocerlos. Invitarlos a casa (cumpleaños…)
  • Conocer a los padres y llegar a acuerdos sobre los límites a establecer. Si no te convencen usa los tuyos.
  • En caso de influencia negativa extrema ( ej: consumo de drogas), piensa en una medida extrema como el cambio de colegio o de ciudad (internado temporal)

Para terminar, te aconsejo que tengas mucho sentido del humor y que seas optimista. Ahí va un pensamiento de la madre Teresa de Calcuta que me encantó:

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo

Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño

Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida 

Sin embargo, en cada vuelo, en cada sueño y en cada vida…perdurará siempre la huella del camino enseñado

José Antonio de la Hoz



viernes, 22 de noviembre de 2013

Qué decimos y qué no decimos a nuestros hijos


Recuerdo una charla en la que el ponente afirmaba que el sufrimiento está muy ligado al amor. Una misma ofensa causa un sufrimiento diferente en un desconocido, en un amigo, en una madre, en un padre o en un hijo. Una ofensa de una persona a la que amas causa más dolor que la  de un desconocido.  Con más o menos frecuencia podemos usar expresiones que, además de causar dolor, interfieren en el desarrollo de la persona, tocan su autoestima, su seguridad, su equilibrio presente y futuro  y su grado de felicidad.

Los efectos de una frase desafortunada, dicha por un padre o una madre a su hijo, varían en función de la edad de este. Hasta los seis años un niño carece de juicio crítico y se toma al pie de la letra lo que le decimos. Por eso, frases del estilo “eres un inútil”, “estoy harto/a de ti”, “eres tonto”,  “no te pareces en nada a tu hermano”, … repetidas con frecuencia, minarán su confianza y su seguridad,  afectarán a su desarrollo y disminuirán las posibilidades de que alcance la  mejor versión de si mismo.

Con esto no pongo en cuestión el deber de corregir de los padres, si no las formas. Nos puede servir la siguiente regla general: hay que cuestionar, criticar, corregir, el acto o comportamiento, pero no la persona que lo realiza. No es lo mismo decirle a un hijo “no has estudiado lo suficiente” que “eres un vago”, o  “eres insoportable” en vez de “deja de chinchar a tu hermano por que  debes respetarlo”. Se trata de cambiar el mensaje, sin disminuir la exigencia.

Respecto a lo que nuestro hijo hace bien hay otra buena regla: mejor elogiar el esfuerzo que las cualidades. Con el primero se avanza, con las segundas solo si se usan y esto ocurre cuando hay trabajo personal, voluntad de hacer las cosas bien, dedicación…ESFUERZO.

El desgaste que provoca la convivencia diaria en el hogar, el temperamento de los padres y de los hijos, un trabajo agotador,  la crisis y sus efectos colaterales, el desconocimiento de los efectos de una frase en una personalidad en formación y mil una circunstancia más pueden provocar que nos dirijamos a nuestros hijos de forma poco adecuada, tanto en la forma como en el fondo. Los padres tienen que hablar con los hijos para corregir, reprender y sancionar. También para elogiar, premiar y manifestar afecto y amor. En otras entradas de este blog me he detenido en la forma de comunicarse con los hijos. Ahora me centro en el fondo, en el contenido de los mensajes que dirigimos a nuestros hijos.

Empezamos por las cosas que no hay que decir a los hijos:
  • Ya hemos visto que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice en la primera infancia. Vamos a ver algunos ejemplos más:
    • Estoy harto de ti, no te soporto, solo me das disgustos…: el niño interpreta que nos hemos cansado de él, que no queremos estar más con él…Esto afecta a su seguridad,  autoestima,  afectividad y confianza.
    • Eres…, seguido de un adjetivo negativo: según la psicóloga Mónica Serrano, transmitimos al niño que eso que le decimos (vago, tonto, inútil, gamberro) es permanente, no modificable. Si sustituimos el “eres” por “estar o hacer”, le estamos diciendo que la conducta es modificable. Ejemplo: el niño le pega a su hermano pequeño; no debemos decirle “eres malo”  sino algo del estilo de “lo que has hecho no está bien”
    • Las amenazas del tipo “te vas a enterar”, “te voy a castigar”, “ a ver que le parece a tu padre cuando venga”…lleva a respetar normas en base al miedo, no porque vean la necesidad o la conveniencia  de hacer eso de otra manera. Cuando crecen desaparece el miedo y no respetan la norma.  Por otra parte, si habitualmente no cumplimos las amenazas dejan de tener efecto o pierden gran parte de su poder disuasorio.
    • Prometer cosas que no se cumplen o mentir: causa inseguridad en los niños y sentimiento de indefensión.
    • “Puedes hacerlo mejor…” : esto es contraproducente si realmente está poniendo un esfuerzo apreciable, o si perseguimos un cambio brusco de conducta, cuando en realidad se produce de forma gradual, con metas intermedias.

  • “A ver si aprendes de…”: a los hijos se les quiere tal y como son,  no como nos gustaría que fueran. El amor a los hijos es incondicional y desinteresado. Esto no es incompatible con corregir o exigir cambios en el comportamiento, pero cuidando lo que les decimos, evitando las etiquetas y las humillaciones innecesarias e incompatibles con su mejora.
  • Dirigirnos a un adolescente en los términos vistos en los puntos anteriores puede derivar en un combate verbal y, en casos extremos, en violencia física. En cualquier caso, es aconsejable cortar la comunicación cuando vemos que la conversación pasa de  estar fría a estar tibia.
  • Esto se lo digo a tu padre cuando venga:  estoy dando por sentado que el niño me ha vencido, pierdo autoridad y atribuyo un rol negativo al padre delegando en él las correcciones y castigos.
  • Hablar mal del trabajo, de los compañeros, .... porque terminará pensando que no compensa estudiar para lo que viene después. Estos desahogos mejor con el cónyuge y en privado.

Las cosas que sí hay que decirle a los hijos se deducen de lo visto con anterioridad, pero vamos a hacer algunas reflexiones concretas:

  • Te quiero, estamos contentos de que seas nuestro hijo…:  no hay que darlo por sobreentendido, hay que decirlo expresamente. De forma tácita se lo decimos cuando jugamos y nos reímos con ellos, también cuando los abrazamos o los miramos con cariño y siempre que les dedicamos tiempo.
  • De la misma forma que corregimos su comportamiento, hay que elogiar su esfuerzo por mejorar, sus logros, sus avances, la tarea bien hecha. Sobre todo en los aspectos concretos que queremos que se conviertan en un hábito. Debe de haber un equilibrio entre las correcciones y los comentarios positivos realistas, para ser objetivos, para no dañar innecesariamente su autoestima con nuestra subjetividad.
  • Con una felicitación por su santo y su cumpleaños, con un detalle un día de fiesta o el domingo (pasteles, cine...), mandamos un mensaje de confianza, le aportamos seguridad e influyes en el clima  familiar, que forma parte de su entorno. También le dices, de forma tácita, que lo quieres,  que forma parte de la familia y  que estás contento de que así sea.
  • Acompañar, en la medida de lo posible, sus primeros aprendizajes en la escuela; estar disponibles cuando sabemos que algo le cuesta de forma especial. Le enseñamos a hacer, pero no le hacemos las cosas. Le damos el lápiz y le enseñamos las letras, pero no escribimos por ellos. Todo con paciencia y en un tono positivo. Las metas pueden y deben ser exigentes, pero asequibles, alcanzables,  acompañadas de comentarios basados en la realidad que motiven como “puedes hacerlo”, “lo estas consiguiendo”,  “poco a poco vas aprendiendo”, “ ves,  ya sabes hacerlo, sigue así”, “me alegra ver como te esfuerzas”, etc.

Vivir cada uno de los consejos que acabo de enunciar es complicado, exige un compromiso concreto, personal y temporal de mejora en los padres, si no los están viviendo. Se trata de ver en que flaqueamos cada uno, elegir uno o, a lo sumo, dos puntos concretos de mejora, ver un tiempo realista para alcanzarlos, hacernos una lista de motivos por los que merece la pena conseguirlos, ponerse a repetir actos hasta cambiar el comportamiento a modificar y poner los puntos de mejora, los motivos y el tiempo que nos damos en un lugar visible.  Es importante un ingrediente “saber reírse de uno mismo y desdramatizar”, caer y levantarse.

Para vivir todo esto hace falta “AMOR”, por eso termino con una frase de Erick Fromm: "Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar"

José Antonio de la Hoz
Fuentes:
·         Elaboración propia
·         Artículos de Mónica Serrano y Sonia Cervantes en ABC familia



jueves, 7 de noviembre de 2013

Educando para el S. XXI: flexibilidad, resiliencia, iniciativa y creatividad.



En el último tercio del siglo XX y principios del XXI se produce un espectacular desarrollo de las nuevas tecnologías, siendo la causa de que la información fluya con más agilidad, llegue a más personas, y se tomen  más  decisiones   y  más  rápidas, dando lugar a  que la  realidad, nuestro entorno ... cambie rápida e intensamente. Antes pasaban  décadas sin cambios sociales, culturales,  políticos o económicos apreciables. Ahora pocas cosas permanecen una década, un lustro e incluso un año o meses, llegando  a  lo  que  Zygmunt  Bauman ha denominado  EL MUNDO LÍQUIDO, en el que hay pocos límites  porque  desaparecen  los  soportes  tradicionales  en  el  ámbito  de  la  cultura, la ética, la educación…… Todo cambia, porque todo fluye sin apenas .obstáculos.


En un entorno como el que acabamos de describir la flexibilidad, la adaptabilidad, la resiliencia…son cualidades importantes para la persona, mejor dicho, para que esta no naufrague en ámbitos tan importantes de su vida como el relacional, el laboral o el ético.

En el campo ético todos observamos como la sociedad real va borrando del mapa normas que eran incuestionables, por la vía de los hechos consumados, generando en la sociedad un más que justificado miedo al futuro inmediato. Son muchas las personas y los padres que empiezan a cuestionar los contenidos de la “moral social”, cuando ven la corrupción campar a sus anchas o proliferar, cada vez más, las drogas y el alcohol en el entorno de sus hijos, o el egoísmo y la falta de solidaridad, entre otros contravalores. Se añora, cada vez más,  una moral con un fundamento o sostén objetivo, más en consonancia con la naturaleza humana. Quizás ven que la sociedad, sus estructuras, están gobernadas por cabezas llenas de soberbia, borrachas de poder, usurpando roles que no les corresponde, estableciendo direcciones que ni ellos mismos saben a dónde llevan ni las consecuencias que acarrearán.  Para navegar en este entorno es bueno cultivar la tolerancia a la frustración y la flexibilidad, no para adaptarse a injusticias, corruptelas y abusos, entre otras situaciones desagradables, sino  para conservar el equilibrio personal, mantener a raya la ansiedad y mantenerse a flote, si se quiere mantener una conducta moral.

En el ámbito laboral parece finiquitado el empleo fijo para toda la vida y/o en el mismo lugar de nacimiento. Conceptos como la deslocalización, la movilidad funcional y geográfica, la temporalidad, …la flexibilidad en las relaciones laborales, auguran a nuestros hijos un porvenir bastante movidito, en todos los sentidos, incluido el geográfico.

Por otra parte, las empresas valoran menos los expedientes  y más las competencias, las capacidades, el manejo de idiomas, el dominio de las nuevas tecnologías,…hasta en puestos  humildes en los que antes “no se necesitaban estudios”. Se habla mucho de creatividad y de innovación, de iniciativa personal, de automotivación, de polivalencia, de orientación a la calidad, de habilidades de comunicación y relación, de capacidad de trabajo en equipo……cualidades que no se enseñan en el sistema educativo actual, que es un ámbito que parece no cambiar y permanece anclado a las necesidades de la Revolución Industrial del siglo XIX que, por supuesto, nada tienen que ver con las necesidades y retos actuales.

Nuestros hijos van a conocer a lo largo de su vida a personas de otras culturas, que hablan otros idiomas,… van a desempeñar distintos puestos de trabajo en varias empresas y, quizás, en distintas provincias, regiones o países, van a cambiar de rutinas laborales con frecuencia, van a reciclarse en bastantes ocasiones,….Los padres jóvenes deben plantearse CÓMO EDUCAN A SUS HIJOS para este entorno, en qué insisten, desde cuándo y cómo…. Parece que la flexibilidad, la adaptabilidad, la resistencia a la frustración,……van a ser necesarias en este panorama. ¿Qué pueden hacer los padres para educar en esas capacidades? Vamos a ver algunas consideraciones:
  • El espíritu de iniciativa y la creatividad se fomenta desdramatizando el fracaso, animando a los hijos a que exploren, a que tomen decisiones, no imponiendo en el día a día en casa, en cosas banales, las soluciones. Si nuestros hijos ven que abundan las críticas a lo que hacen y escasean los halagos, tomarán pocas iniciativas.  Si los fallos provocan descalificaciones, entonces potenciaremos en ellos la pasividad y el seguidismo Ejemplos: deja que se atreva a aliñar una ensalada, a hacer un arreglo, a colocar un cuadro…sin críticas humillantes, siendo comprensivo con el error, enseñándoles a mejorar. Enseña a manejar herramientas, pero deja que decidan cuándo y cómo las aplican a un problema…., ya pedirán consejo si lo necesitan.
  • Corrige a tus hijos en temas importantes y no en temas accesorios. Céntrate en uno o dos aspectos, no en todos. Si no lo haces tu hijo creerá que todo lo hace mal y tomará pocas iniciativas.
  • No les resuelvas los problemas, anímalos a que se enfrenten a ellos, a que busquen soluciones, a que les dediquen tiempo. Anímalos a que prueben soluciones distintas, a que no se acomoden a la rutina de lo ya aprendido. De esta forma estaremos fomentando la iniciativa, la creatividad, la automotivación y la flexibilidad.
  • Cuando vengan los fracasos, las humillaciones, las derrotas, déjale poco tiempo para lamerse las heridas, recuérdale todo lo que hace bien, acompáñalo en el costoso trabajo de levantarse. Usa el afecto, el cariño, la motivación y la exigencia. Por supuesto, será un gran condicionante, a favor o en contra,  cómo te haya visto a ti gestionar esas situaciones.
  • Anima a tus hijos a que practiquen deportes. Los colectivos les enseñarán a trabajar en equipo. Los individuales les ayudarán a superarse a sí mismo. En ambos deberán aprender a gestionar el éxito y el fracaso. La montaña es especialmente motivante, sobre todo cuando se llega al final de una excursión que ha costado trabajo.
  • Hay que buscar situaciones que les ayuden a relacionarse con otros, desde pequeños, como la asistencia a cumpleaños, la celebración del suyo con amigos, facilitar que estos visiten la propia casa, las acampadas, los campamentos de verano, la participación en obras de teatro, los cursos de idiomas fuera de casa, etc. Así les ayudaremos a desarrollar las necesarias habilidades sociales que necesitarán en todos los ámbitos de la vida.
  • Hay que procurar que terminen todo lo que comienzan. De esta forma les enseñaremos a retrasar la recompensa, a ser  constantes,  fuertes y poco caprichosos.
  • Un clima general de optimismo en casa favorece el desarrollo de estas habilidades. En este clima tienen bastante que ver los comentarios y actitudes habituales de los padres, cuando vuelven del trabajo o cuando aparecen las dificultades.
  • La rotación en los encargos de casa, la aceptación  de las situaciones imprevistas, la motivación para que no rehúyan las tareas y situaciones para los que no son hábiles,  le ayudarán en el camino de la polivalencia y la flexibilidad.
  • Alabar su esfuerzo y no sus habilidades les ayudará a no estancarse, a avanzar, a ser constantes y laboriosos, a probar, a explorar.
  • No ponerles límites con sentencias negativas, con valoraciones limitantes, con etiquetas como “eres un inútil”, “eres incapaz de hacer esto”, “tú no sirves”, “siempre te equivocas”, “todo lo haces mal”, etc. Ayudarles a no depender del juicio de los demás.
  • También ayuda que los padres no se estanquen siempre en rutinas aprendidas, que salgan con relativa frecuencia de la zona de confort y prueben situaciones nuevas.

Termino, como siempre, con una reflexión. En este caso de Fernando Alberca : 

“Una motivación adecuada es la basada en la verdad, en la mesura, en evitar la sobreprotección. Centrada en enseñarle a hacer lo que puede aprender a hacer. Esperar a que lo haga. Confiar en que lo hará bien con práctica. Que lo note porque lo creamos de verdad. Que sepa que nosotros no escribimos por él, sino que le compramos el lápiz y les enseñamos las letras. Que nos sentimos muy orgullosos cuando hace algo difícil, maduro. Y que sabe que igual que puede aprender a salvar los obstáculos de hacerse la cama, poner la mesa, ceder la mejor parte, también logrará cuanto se proponga."


José Antonio de la Hoz