lunes, 7 de octubre de 2013

¿Estaré educando bien a mis hijos? Miedos sanos y tóxicos


El miedo es un sentimiento con el que nacemos, que ha permitido nuestra propagación como especie. Ese miedo se consolida por los mensajes recibidos de nuestros padres, tales como  “no te asomes demasiado a la ventana que te puedes caer”,  “no juegues con el enchufe que te vas a electrocutar” o “no toques la olla que quema”, entre otros.

Voy a pasar de puntillas por "los miedos irracionales que algunos  padres transmiten a los hijos" como el miedo a las tormentas, al mar, a la montaña, a la noche...., o el uso del miedo para que nuestros hijos dejen de hacer algo o ajusten su comportamiento a nuestro parecer. Solo decir que si esos padres fuesen conscientes de las consecuencias de esta actitud la eliminarían de su repertorio de estrategias educativas. En lo que queda de artículo me centro en la incertidumbre de los padres sobre la forma de educar a los hijos, sobre el beneficio o perjuicio que les causan.

Siguiendo a Pilar Jericó, consultora y conferenciante,   podemos hablar de un “miedo sano”, que sería el equivalente de la prudencia y que es necesario para nuestra supervivencia, y un miedo tóxico, que obstaculiza y frena el desarrollo personal, que nos lleva a no asumir riesgos y que vacía nuestro futuro. El miedo sano es puntual,  el tóxico es duradero.

Los dos miedos entran en juego en la educación, en la actividad o inactividad de los educadores, ya sean estos madres, padres, profesores, monitores u otros. Algunas manifestaciones de esos miedos son las siguientes:

En los Padres:

·         Miedo a perder el cariño de los hijos
·         Miedo a exigirles demasiado a ponerles límites
·      Miedo a traumatizar o perjudicar a aplicar las consecuencias - avisadas - de no cumplir con los límites y normas
·         Miedo a ir contracorriente, a estar desfasado
·         Miedo a complicarse la vida (comodidad)
·         Miedo a que les pase algo 
    Miedo a las amistades
·         Otros

En los Profesores:

·         Miedo a la reacción de los padres
·         Miedo a la reacción de los alumnos
·         Miedo a la reacción de la dirección del centro
·         Miedo a la reacción del Consejo Escolar
·         Miedo a la Delegación de Educación y a los inspectores

Cuando los padres educan ponen muchas habilidades en juego, pero destaco dos  por su importancia: el  amor y la exigencia. Una ha de equilibrar a la otra para que haya frutos. El amor deja de serlo cuando desaparecen los límites y las normas o cuando estos se llevan al extremo. El nivel de exigencia adecuado nos lo “recuerdan” los profesores, los vecinos, los amigos…, en forma de quejas por el comportamiento de nuestros hijos o de alabanzas. El nivel de amor lo establece nuestra calidad como personas y como padres... nuestros valores.

El miedo de los padres  incide más en lo afectivo, mientras que el de los profesores repercute más en lo profesional, en la seguridad económica, en la responsabilidad que les  pueden exigir por el desempeño de su trabajo, en el mandato de lo políticamente correcto,  aunque en muchos casos también hay un componente afectivo.

El miedo de los profesores es difícil de evitar, porque la “autoridad “, hoy por hoy,  se ve con malos ojos. El profesor, sobre todo en la enseñanza pública, tiene muy limitada su autoridad, no se siente respaldado, las autoridades educativas se rigen por criterios políticos, que en ocasiones no son los más adecuados,  y algunos padres se ponen siempre del lado de los hijos cuando surge algún roce con el profesor, derivado del comportamiento en clase o del rendimiento académico. En ese ambiente cualquiera de nosotros nos sentiríamos en un campo  minado que nos llevaría a corregir poco o nada al alumnado, para cobrar el sueldo a final de mes sin problemas. Como dice Emilio Calatayud, Juez de Menores, “tenemos complejos propios de una joven democracia” y nos da miedo ejercer la autoridad. ¡Así nos va!

Los padres tienen menos miedo institucional, aunque viven con la espada de Damocles de una posible denuncia de su propio hijo, por malos tratos. Hace poco se hacía pública una sentencia que daba la razón a unos padres que negaban la manutención a su hija de 29 años,  por no haber terminado aún la carrera de Derecho y estar de juerga permanente. En este caso a los padres les tocó un juez con sentido común. Otros no han tenido tanta suerte.

Entra dentro de las obligaciones de los padres marcarles límites, establecer normas y las consecuencias de su incumplimiento,....  corregir a los hijos, . Pero el miedo tóxico,  el miedo a equivocarse, que paraliza y que puede afectar al desarrollo de los hijos, puede influir a la hora de tomar decisiones poco importantes, consideradas individualmente, pero que sumadas afectan a la personalidad de nuestros hijos. A modo de ejemplo hago alusión a las siguientes:


·         Mandar o no a los hijos a cursos de inglés, campamentos en verano, excursiones...
·         Permitir la práctica de un deporte, asistir a una actividad de convivencia con amigos o compañeros...
·    Exigir un horario de trabajo, unos criterios de orden en la habitación, la asistencia a actividades extraescolares, la presencia en actos familiares de forma puntual...
      Exigir responsabilidades por lo que se hace mal
      Mandarlos de Erasmus
·         Darle encargos en casa
·         Etc.

No puede haber miedo tóxico en el educador, porque está en juego el desarrollo del educando. Es peor no hacer nada que equivocarse por hacer algo. En el primer caso el hijo, el alumno, nunca va a tener la oportunidad de desarrollar sus capacidades. En el segundo caso, hasta los errores pueden ayudar  al educando.

De todas formas hay estrategias de comportamiento que nos pueden ayudar a corregir el miedo paralizante. Ahí van algunas:

·         Los hijos deben tener límites y normas en casa, para facilitar la convivencia, para templar su voluntad, porque la disciplina no se improvisa y se la van a encontrar en la calle, para ayudarles a ser responsables de sus actos. Algunos campos en los que concretar esos límites:  en lo referente a gastos, horarios, aseo personal, estudio, encargos, uso de las nuevas tecnologías, caprichos impulsivos (exigir un helado cuando pasa delante de una heladería, o un caramelo que ha visto en la caja del supermercado), normas de convivencia y respeto a los demás. Deben estar claros, así como las consecuencias de incumplirlos.

      El fin último de la educación de tus hijos es su felicidad y que alcancen su autonomía e independencia de nosotros en el tiempo adecuado. ¿Estamos dando los pasos para conseguir esto o los miedos te llevan a la sobreprotección o al pasotimo?

·         En casa debe haber un ambiente de confianza y exigencia en todos sus miembros. Los hijos tratarán de evitar tu exigencia, tus normas y tus límites para terminar haciendo lo que ellos quieren. Usarán chantajes emocionales, comparaciones con otros padres y amenazas. Es fundamental cortar los primeros brotes. También es importante la cercanía y el afecto, para no caer en el autoritarismo puro y duro.
·         A lo largo de nuestra vida nos piden responsabilidades por nuestros actos. En casa debe ocurrir lo mismo.

·     Antes de tomar decisiones  en aspectos importantes de la educación de nuestros hijos, las hablamos y consensuamos con nuestro cónyuge. De esta forma no cargamos con toda la responsabilidad de la decisión y seremos más objetivos.  Iremos  forjando criterios fijos, límites y normas…

·         Cuando se consensua un criterio, norma o límite, se respeta siempre. Se cumple, se exige que se cumpla y se aplica las consecuencias de no cumplirlo.

·      Cuando nos equivocamos pedimos perdón y corregimos. No perdemos autoridad por ello. De esta forma también estamos enseñando a nuestros hijos a pedir perdón.

·        En lo tocante al rendimiento escolar, vamos a todas las tutorías a las que nos convoquen y pedimos tutorías extras cuando lo consideremos necesario.

·        Es importante que nuestros hijos tengan un hábito de trabajo diario, a hora fija. Si tu hijo dice que no tiene deberes es que no ha ido a clase o te está engañando. 

·     Cuando baja el rendimiento escolar hay que plantearse  los límites en el uso de Internet, videojuegos, consolas, televisión y similares. Huir de los extremos, tanto de prohibir el uso totalmente como de dejar las cosas como estaban.

·      La asistencia a actividades que exijan pernoctar fuera de casa ayudan, en general,  al desarrollo de las habilidades sociales. Hay que tener garantías de la persona o institución que organiza la actividad.

·         Practicar un deporte siempre es positivo

·         El mal uso o abuso de la autoridad genera rebeldía

·       Evitar actuar inmediatamente después de una discusión con nuestros hijos. Actuar siempre en frío, sobre todo si se trata de imponer castigos. No dejarnos llevar por el primer impulso, sopesar y valorar las decisiones y las reacciones.

·         No ser extremistas: del tipo  "o todo o nada".

·         Prevenir antes que curar.

·         Ser valientes…, el objetivo es la independencia, autonomía, felicidad de nuestros hijos.

·         Educar cuesta, …si no es así debemos replantearnos nuestra actitud.

·         Formarse: escuelas de padres, artículos, libros,…de autores contrastados, no los de moda.

·      Relativizar el error, que siempre estará ahí, porque es connatural al ser humano. En muchas ocasiones “no hacer nada” es peor que equivocarse.

·        Hay decisiones en las que son inevitables “los efectos indeseados”, pero son necesarias. Por ejemplo, cada vez que corregimos una conducta inaceptable es inevitable que haya “mal rollo” durante cierto tiempo.

·     Los adolescentes amenazan con irse de casa si no nos ajustamos a sus caprichos, pero esta amenaza se cumple en casos muy excepcionales. Los chantajes emocionales hay que cortarlos en la infancia,  en sus primeros brotes, por ejemplo mandando al niño/a a la habitación cuando llora para conseguir lo que pide.

      Es necesario que nuestro hijo participe en actividades que les ayude a adquirir y desarrollar habilidades sociales: celebrar cosas en casa con amigos, asistir a cumpleaños,ir a viajes de estudios, campamentos o cursos en el extranjero, salir de excursión, etc.

Decía Confucio que “sin fricción no se puede pulir una piedra preciosa”, y nuestro hijo puede ser un proyecto de diamante toda su vida, por nuestra dejadez, por nuestra falta de valentía, por un amor mal entendido, por nuestra sobreprotección,… o ser una persona de muchos quilates, con muchos argumentos y recursos para ser feliz y hacer feliz a otras personas.  Ojalá pongamos toda la carne en el asador.

José Antonio de la Hoz


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