lunes, 28 de octubre de 2013

¿Son responsables mis hijos?


Hace tiempo diseñaba y ejecutaba programas educativos. Las Escuelas de Verano y de Vacaciones era uno de ellos.  Nos contrataron este servicio en varios ayuntamientos y centros privados de enseñanza. Pues bien, un verano me llamó por teléfono la coordinadora de esta actividad en un colegio , para decirme que estaba desesperada con un niño de 5 años que no hacía caso a nada ni a nadie y, además, era irrespetuoso  con los de su grupo, incluida la monitora.. Superada la  sorpresa inicial  me presenté en el colegio y comprobé que todo era verdad. El niño comenzó a “torearme”, hasta que lo cogí de la mano, lo saqué de la clase y me lo llevé al patio; cuando abrí la puerta salió corriendo, esperando que yo lo siguiera, pero me limité a dejar la puerta entreabierta sin dejar de vigilarlo. Al ver que no lo seguía y  que estaba solo en el patio, volvió a la puerta con la intención de volver a clase. Le expliqué qué había hecho mal, cómo se había sentido su monitora y sus compañeros y que podía volver si estaba dispuesto a pedir perdón y a obedecer.  Tardó dos horas en dar el visto bueno a las condiciones, después de varios llantos, lloros e intentos de chantaje. Sus padres me dijeron que era hijo, sobrino y nieto único… su entorno era completamente complaciente con él en todo.

Nuestros actos tienen consecuencias siempre, en los que nos rodean y en nosotros mismos. La valoración y las consecuencias del comportamiento de tus hijos en casa debe asemejarse,  lo más posible,  a la valoración con la que se va a encontrar fuera de ella. Lo que tú les consientas puede que no se lo consientan los amigos, los vecinos, los futuros compañeros de trabajo, su futuro cónyuge y  en los casos más extremos, la policía y los jueces.

Un día un director de instituto, amigo mío,  me explicaba que se encontró en la calle a un antiguo alumno que tenía bajo rendimiento académico, al que le perdió la pista tras dejar el centro. Después de los naturales saludos  este le explicó que era abogado. Mi amigo se extrañó bastante y se interesó por los motivos  que le llevaron mejorar su rendimiento académico. Su alumno le explicó que estaba harto de sufrir las reprimendas y los juicios negativos cada vez que no se levantaba por la mañana, o suspendía o llegaba una nota negativa del tutor o sufría un trato distinto de los demás por sus notas. El dolor íntimo, el sufrimiento….le llevó a cambiar. No estaba dispuesto a seguir así toda la vida.

Cada acto, cada omisión, cada comportamiento, es valorado por nuestra propia conciencia y por la conciencia social predominante. Ambas valoraciones pueden coincidir o no…., últimamente se va contra natura en algunos temas.  Además genera efectos positivos o negativos en los demás, nos hacen merecedores  de alabanzas o de reproches, por ellos nos reclamarán una reparación o recibiremos una agradecimiento material y/o inmaterial. Nada de lo que hacemos es neutro. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer tiene consecuencias más o menos visibles , instantáneas o a medio – largo plazo. Arrieros somos y en el camino nos encontraremos, dice la sabiduría popular.

Actuar con responsabilidad nos acerca a los demás, nos da prestigio, incrementa el valor de nuestro trabajo y de nuestros actos en general, ...nos complica la vida, pero nos hace más valiosos ante nuestra propia conciencia, mejorando nuestra autoestima, nuestro autoconcepto  y  acercándonos más a la limitada felicidad de la que disfrutamos en este mundo

Todo esto deben enseñarlo los padres a los hijos y , subsidiariamente, los profesores. Me permito dar los siguientes consejos:

  • Los padres con calidad humana transmiten esto con el ejemplo y pocas palabras. Personas con una voluntad fuerte, cumplidoras, laboriosas, ordenadas, positivas, resilientes, justas, generosas….con hábitos operativos buenos, con virtudes, lo tienen más fácil. Esto es así porque ser responsable cuesta, implica un esfuerzo personal, renuncia… A título de ejemplo, tirar un papel en una papelera implica un pequeño esfuerzo, también terminar un encargo a tiempo, ser puntual, sacar la bolsa de la basura, levantarse a la hora prevista, etc.
  • Límites y normas para los hijos desde pequeños, adaptados a su edad. 
  • Aplicar consecuencias realistas y proporcionadas, que se cumplen siempre cuando se traspasan  o incumplen esos límites. Valorar siempre el cumplimiento con reconocimiento personal al esfuerzo, no a las habilidades. Mejor el halago y las manifestaciones de afecto. Los premios materiales son la excepción.
  • Una sola voz, un solo criterio, un solo mensaje, sobre este aspecto, de los dos cónyuges.

  • Los hijos deben tener y realizar encargos en casa, desde pequeños,  que les ayuden a valorar que las cosas cuestan, que se necesita de su aportación para que las cosas funcionen, que nadie va a aceptar que sean los "reyes del mambo", viendo como los demás se esfuerzan mientras ellos miran.

  • Hablar con relativa frecuencia sobre la empatía.  Preguntarles sobre cómo se sentirán las personas de su entorno ante algunos de sus comportamientos, tanto positivos como negativos. Apoyar estos exámenes en grandes valores, no en el mero juicio de los demás, que los llevaría a la dependencia.
  • Los niños deben disponer de poco dinero y escasos caprichos, incluidos comida y bebida.
  • Ver sus roces en el colegio, con profesores, con compañeros, con amigos,…con ojos críticos. No darles  la razón sin más. Dejar siempre bien a los que ejercen autoridad sobre ellos, aunque haya que cuestionarles algo en privado.
  • Ayudarles a conocerse, dándole nombre a la tendencia que hay detrás de cada comportamiento, tanto positiva como negativa. Hablarles de que hay una persona que nos gustaría ser y otra que realmente somos, que debemos intentar mejorar, pero también debemos aprender a reírnos de nosotros mismos. Esto da pie a hablar de temas como la compasión, el perdón, la comprensión, el acompañamiento, la disculpa … con los demás y con nosotros mismos.
  • Explicarles que siempre habrá una lucha interna entre lo que deben hacer y lo que les apetece hacer. Que estarán más cerca de la felicidad cuando hacen lo que deben . Lo que apetece da un placer momentáneo, acompañado de un sabor agridulce, que afecta a la autoestima y al autoconcepto.
  • Enseñarles que cuando nos equivocamos tenemos dos caminos, justificar el  error o corregirlo…  pero tendemos a lo segundo. Ser sinceros con uno mismo cuesta, pero nos hace más humildes, más objetivos y nos ayuda a a tener los pies en la tierra, a partir de una  posición óptima para avanzar, para mejorar.

Como siempre, me cuesta terminar cuando me pongo a escribir.  Siempre busco una cita; me pongo a buscarla y encuentro varias, pero elijo estas dos:
  • Los buenos padres crean un estilo de vida irresistible para sus hijos
  • Si quieres que tus hijos maduren pronto exígeles responsabilidades por lo que hacen mal y aplaude el esfuerzo por hacer las cosas bien.


José Antonio de la Hoz

miércoles, 23 de octubre de 2013

¿Quién controla el mando de la tele?


Acabo de leer un interesante artículo en el periódico ABC del 21 de octubre de 2013, firmado por Laura Peraita, que trata sobre el uso del televisor y el control del mando de la televisión. En él recoge opiniones de Óscar González, fundador de Escuela de Padres con talento; David Cortejoso, psicólogo y fundador de psicogloblia.com y Miguel Ortega, doctor en Filosofía y director del curso de Experto en Matrimonio en la Universidad Francisco de Victoria.

En las siguientes líneas voy a resumir las aportaciones que me parecen más interesantes y a introducir matices e ideas propias sobre el tema.

Es interesante que el control del mando de la televisión lo tengan los padres. Es el primer paso para controlar el tiempo invertido en verla y los contenidos que se ven. Para conseguir esto los padres deben plantearse:

·         Establecer como norma, desde pequeños, que antes de poner  la tele se les pide permiso. De esta forma ellos tienen el “control simbólico” del mando y de lo que se ve. Para evitar lloros y llantos se les avisa del tiempo que van a poder verla y se tiene prevista la actividad que van a realizar justo después (cenar, ducharse, acostarse…)

·         Si los lloros persisten se les dice que al día siguiente no habrá tele. Así hasta que asuma, sin lloros ni pataleos, que la tele se apaga cuando lo dicen los padres.

·         Dar el permiso para programas concretos, razonando la medida. Algunas cadenas optan, cada vez más, por la violencia física o verbal, el sexo   y los contravalores, para captar audiencia y a los políticos les tiembla el pulso a la hora de poner límites .

·         Aclarar que la tarde se dedica al trabajo personal. Los primeros años de vida se ocuparán en  emborronar folios o en  jugar  en su cuarto,   más adelante a  estudiar. De esta forma tus hijos tienen claro, desde pequeños, que hay un tiempo de trabajo personal y un tiempo de descanso. Solo en este último entra la televisión.

·         Que la televisión no ocupe espacios familiares como las comidas. Los padres tienen que hablar con los hijos y viceversa, para no convertirse en perfectos desconocidos.

·         Dar ejemplo de lo que se exige

Si los padres son constantes exigiendo estos puntos se convertirán en algo natural en la vida familiar y será más fácil  que los hijos los vivan en la adolescencia.

Es difícil no tener televisión en los hogares o tenerla y no ponerla. Por eso hay que plantearse que normas fijamos, además de las indicadas,  para evitar el “todo vale” que, sin duda, es tóxico para toda la familia pero, especialmente, para los más pequeños:

·         Debe existir un criterio educativo  claro sobre qué contenidos y programas  se ven y no se ven.

·     Su uso no es causa de discusión habitual en la familia. Esto se puede conseguir dando la elección de programas cada día a un miembro de la familia, respetando “el criterio” sobre contenidos establecido por los padres y pidiendo permiso antes de encenderla. Los demás miembros pueden negociar con el “poseedor” del mando pero, sin discusiones.

·        Se puede limitar el uso de la televisión con alternativas físicas o intelectuales atractivas como la práctica de un deporte, la inscripción en actividades extraescolares, el ajedrez, la lectura, la música, los juegos de mesa, las manualidades, colaborar en tareas de casa, hacer recados,  ir con los amigos, etc.

·      Es bueno ver la televisión con los hijos y fomentar la reflexión y el comentario sobre los contenidos. No todos los dibujos animados, ni todas las series juveniles transmiten los valores adecuados para cada edad.

·      Durante la semana el tiempo máximo de exposición diaria no debe superar la hora. El fin de semana se puede permitir más tiempo , pero sin dedicación exclusiva . Se siguen respetando los criterios de contenidos, aunque se relajen los referidos al tiempo.

·         La alternativa a la televisión no puede ser Internet, si no toca.

·     En la adolescencia habrá que negociar y ceder de vez en cuando, pero respetando los criterios y valores familiares que vienen viviendo desde que eran pequeños.

·         No temer que los niños (ni los mayores) se aburran si no están viendo la tele: aburrirse les da la oportunidad de buscar por sí mismos en qué entretenerse, estimula su imaginación y su creatividad y les hace más capaces y autosuficientes.

·     La tele-canguro puede usarse pero puntualmente, con películas elegidas de la videoteca particular o alquiladas.

José Antonio de la Hoz
Fuentes:
·         Elaboración propia



martes, 15 de octubre de 2013

La relación entre padre y madre ¿Influye en el desarrollo de los hijos?. Sense of Coherence

Me encuentro con un interesante artículo de profesores de psicología de la Universidad de Sevilla (Irene García, Carmen Moren y Ana López)  y de Huelva (Francisco Rivera), publicado en la revista Anales de Psicología en mayo de 2013. En él se habla sobre la influencia de la “calidad  de la relación entre los padres” en el “sentido de coherencia de los hijos adolescentes”.  Este artículo se basa en el trabajo con una muestra de 7580 adolescentes con edades comprendidas entre los 13 y los 18 años.

El artículo es extenso – más de 9 páginas -, por eso, en las próximas líneas,  voy a exponer las partes que me parecen más importantes, intentando usar un lenguaje entendible.

El sense of coherence o SENTIDO DE COHERENCIA, es un término usado en psicología , construido por Aron Antonovsky, que trataba de identificar factores que promueven un funcionamiento adaptativo, mejor salud y mayor calidad de vida. Según este autor, todos tenemos más o menos recursos para afrontar la vida de modo satisfactorio (dinero, conocimientos, autoestima, inteligencia, apoyo social…), pero no son la cantidad de estos los que determinan el éxito y bienestar de las personas , sino la habilidad para manejarlos.  A esa habilidad se le llama SOC (sense of coherence), que definía de la siguiente forma: “Una orientación global hacia la vida que expresa el grado en que uno tiene una omnipresente y duradera sensación de confianza en que los estímulos derivados de los entornos internos y externos en el curso de la vida son estructurados, predecibles y explicables [dimensión de comprensibilidad]; uno tiene a su disposición los recursos para satisfacer las demandas planteadas por estos estímulos [dimensión de manejabilidad], y que estas demandas son retos, dignos de esfuerzo y compromiso [dimensión de significatividad] (Antonovsky, 1987, p. 19)”.

Además de la CALIDAD DE LA RELACIÓN ENTRE LOS PADRES, también Influye en el SOC de los adolescentes  las siguientes variables:

·         La adopción de estilos de vida saludables

·         La no implicación en conductas de riesgo

·         Buen rendimiento escolar

·         Aspiraciones académicas

·         Ausencia de problemas de conducta en la escuela

·         Relaciones de confianza con al menos uno de los progenitores

·         Comunicación abierta en el seno de la familia

·         Clima de cercanía en las relaciones entre los miembros de la familia

·         La calidad en la relación entre los padres tiene una influencia relevante

En el estudio se encontraron niveles similares de SOC en chicos y chicas, así como un mayor SOC en adolescentes de 13-14 años comparados con los de 15 años en adelante.

En cuanto a los niveles más bajos de SOC encontrados en los adolescentes a partir de los 15 años, se trata de un resultado que también coincide con otras investigaciones y que, en opinión de los autores, podría estar relacionado con algunas de las características propias de esta edad, como la búsqueda de la identidad, la mayor complejidad cognitiva, la transición de la educación primaria a la secundaria o la creciente importancia de la aceptación en el grupo de iguales; características y retos que modifican la percepción del mundo del adolescente y le sitúan ante nuevos roles en los que inicialmente puede sentirse inseguro.

Se constató que niveles elevados de SOC se asociaban con indicadores positivos de salud, lo que proporciona apoyo a la visión del SOC como variable relevante en la explicación de la salud y la calidad de vida de los adolescentes. El SOC parece ser un mejor predictor del bienestar y la salud mental, siendo en cambio más débil su asociación con la salud física.

Estos resultados coinciden con algunos de los planteamientos revisados sobre la influencia de las relaciones entre los padres en el bienestar y ajuste adolescente, prestando apoyo a los modelos defensores de la vía indirecta, en los que la influencia de la calidad de la relación conyugal sobre el desarrollo de los hijos se ha considerado el resultado de sus efectos sobre otros aspectos de la dinámica familiar como la calidad de las prácticas parentales, el afecto y la disponibilidad emocional de los progenitores.

Olsson et al. (2006), observó  que cuando los adolescentes describían el clima familiar como distante o caótico se observaban niveles más bajos de SOC, mientras que cuando las características que se destacaban en el clima de relaciones familiares eran la calidez y cercanía, el clima familiar tenía una influencia positiva en el desarrollo del SOC de los adolescentes.

La calidad de la relación entre los padres, tal como es percibida por los adolescentes, tiene un efecto significativo en su SOC.

La conclusión de todo esto es que el clima familiar, tal y como muchos piensan, influye en la capacidad del adolescente de enfrentarse a la vida, de afrontar con éxito sus retos, de gestionar sus capacidades,…de la manera más adecuada y exitosa. Hablamos de su rendimiento escolar, de su conflictividad, de sus habilidades sociales, de su equilibrio emocional, …a modo de ejemplo.


lunes, 7 de octubre de 2013

¿Estaré educando bien a mis hijos? Miedos sanos y tóxicos


El miedo es un sentimiento con el que nacemos, que ha permitido nuestra propagación como especie. Ese miedo se consolida por los mensajes recibidos de nuestros padres, tales como  “no te asomes demasiado a la ventana que te puedes caer”,  “no juegues con el enchufe que te vas a electrocutar” o “no toques la olla que quema”, entre otros.

Voy a pasar de puntillas por "los miedos irracionales que algunos  padres transmiten a los hijos" como el miedo a las tormentas, al mar, a la montaña, a la noche...., o el uso del miedo para que nuestros hijos dejen de hacer algo o ajusten su comportamiento a nuestro parecer. Solo decir que si esos padres fuesen conscientes de las consecuencias de esta actitud la eliminarían de su repertorio de estrategias educativas. En lo que queda de artículo me centro en la incertidumbre de los padres sobre la forma de educar a los hijos, sobre el beneficio o perjuicio que les causan.

Siguiendo a Pilar Jericó, consultora y conferenciante,   podemos hablar de un “miedo sano”, que sería el equivalente de la prudencia y que es necesario para nuestra supervivencia, y un miedo tóxico, que obstaculiza y frena el desarrollo personal, que nos lleva a no asumir riesgos y que vacía nuestro futuro. El miedo sano es puntual,  el tóxico es duradero.

Los dos miedos entran en juego en la educación, en la actividad o inactividad de los educadores, ya sean estos madres, padres, profesores, monitores u otros. Algunas manifestaciones de esos miedos son las siguientes:

En los Padres:

·         Miedo a perder el cariño de los hijos
·         Miedo a exigirles demasiado a ponerles límites
·      Miedo a traumatizar o perjudicar a aplicar las consecuencias - avisadas - de no cumplir con los límites y normas
·         Miedo a ir contracorriente, a estar desfasado
·         Miedo a complicarse la vida (comodidad)
·         Miedo a que les pase algo 
    Miedo a las amistades
·         Otros

En los Profesores:

·         Miedo a la reacción de los padres
·         Miedo a la reacción de los alumnos
·         Miedo a la reacción de la dirección del centro
·         Miedo a la reacción del Consejo Escolar
·         Miedo a la Delegación de Educación y a los inspectores

Cuando los padres educan ponen muchas habilidades en juego, pero destaco dos  por su importancia: el  amor y la exigencia. Una ha de equilibrar a la otra para que haya frutos. El amor deja de serlo cuando desaparecen los límites y las normas o cuando estos se llevan al extremo. El nivel de exigencia adecuado nos lo “recuerdan” los profesores, los vecinos, los amigos…, en forma de quejas por el comportamiento de nuestros hijos o de alabanzas. El nivel de amor lo establece nuestra calidad como personas y como padres... nuestros valores.

El miedo de los padres  incide más en lo afectivo, mientras que el de los profesores repercute más en lo profesional, en la seguridad económica, en la responsabilidad que les  pueden exigir por el desempeño de su trabajo, en el mandato de lo políticamente correcto,  aunque en muchos casos también hay un componente afectivo.

El miedo de los profesores es difícil de evitar, porque la “autoridad “, hoy por hoy,  se ve con malos ojos. El profesor, sobre todo en la enseñanza pública, tiene muy limitada su autoridad, no se siente respaldado, las autoridades educativas se rigen por criterios políticos, que en ocasiones no son los más adecuados,  y algunos padres se ponen siempre del lado de los hijos cuando surge algún roce con el profesor, derivado del comportamiento en clase o del rendimiento académico. En ese ambiente cualquiera de nosotros nos sentiríamos en un campo  minado que nos llevaría a corregir poco o nada al alumnado, para cobrar el sueldo a final de mes sin problemas. Como dice Emilio Calatayud, Juez de Menores, “tenemos complejos propios de una joven democracia” y nos da miedo ejercer la autoridad. ¡Así nos va!

Los padres tienen menos miedo institucional, aunque viven con la espada de Damocles de una posible denuncia de su propio hijo, por malos tratos. Hace poco se hacía pública una sentencia que daba la razón a unos padres que negaban la manutención a su hija de 29 años,  por no haber terminado aún la carrera de Derecho y estar de juerga permanente. En este caso a los padres les tocó un juez con sentido común. Otros no han tenido tanta suerte.

Entra dentro de las obligaciones de los padres marcarles límites, establecer normas y las consecuencias de su incumplimiento,....  corregir a los hijos, . Pero el miedo tóxico,  el miedo a equivocarse, que paraliza y que puede afectar al desarrollo de los hijos, puede influir a la hora de tomar decisiones poco importantes, consideradas individualmente, pero que sumadas afectan a la personalidad de nuestros hijos. A modo de ejemplo hago alusión a las siguientes:


·         Mandar o no a los hijos a cursos de inglés, campamentos en verano, excursiones...
·         Permitir la práctica de un deporte, asistir a una actividad de convivencia con amigos o compañeros...
·    Exigir un horario de trabajo, unos criterios de orden en la habitación, la asistencia a actividades extraescolares, la presencia en actos familiares de forma puntual...
      Exigir responsabilidades por lo que se hace mal
      Mandarlos de Erasmus
·         Darle encargos en casa
·         Etc.

No puede haber miedo tóxico en el educador, porque está en juego el desarrollo del educando. Es peor no hacer nada que equivocarse por hacer algo. En el primer caso el hijo, el alumno, nunca va a tener la oportunidad de desarrollar sus capacidades. En el segundo caso, hasta los errores pueden ayudar  al educando.

De todas formas hay estrategias de comportamiento que nos pueden ayudar a corregir el miedo paralizante. Ahí van algunas:

·         Los hijos deben tener límites y normas en casa, para facilitar la convivencia, para templar su voluntad, porque la disciplina no se improvisa y se la van a encontrar en la calle, para ayudarles a ser responsables de sus actos. Algunos campos en los que concretar esos límites:  en lo referente a gastos, horarios, aseo personal, estudio, encargos, uso de las nuevas tecnologías, caprichos impulsivos (exigir un helado cuando pasa delante de una heladería, o un caramelo que ha visto en la caja del supermercado), normas de convivencia y respeto a los demás. Deben estar claros, así como las consecuencias de incumplirlos.

      El fin último de la educación de tus hijos es su felicidad y que alcancen su autonomía e independencia de nosotros en el tiempo adecuado. ¿Estamos dando los pasos para conseguir esto o los miedos te llevan a la sobreprotección o al pasotimo?

·         En casa debe haber un ambiente de confianza y exigencia en todos sus miembros. Los hijos tratarán de evitar tu exigencia, tus normas y tus límites para terminar haciendo lo que ellos quieren. Usarán chantajes emocionales, comparaciones con otros padres y amenazas. Es fundamental cortar los primeros brotes. También es importante la cercanía y el afecto, para no caer en el autoritarismo puro y duro.
·         A lo largo de nuestra vida nos piden responsabilidades por nuestros actos. En casa debe ocurrir lo mismo.

·     Antes de tomar decisiones  en aspectos importantes de la educación de nuestros hijos, las hablamos y consensuamos con nuestro cónyuge. De esta forma no cargamos con toda la responsabilidad de la decisión y seremos más objetivos.  Iremos  forjando criterios fijos, límites y normas…

·         Cuando se consensua un criterio, norma o límite, se respeta siempre. Se cumple, se exige que se cumpla y se aplica las consecuencias de no cumplirlo.

·      Cuando nos equivocamos pedimos perdón y corregimos. No perdemos autoridad por ello. De esta forma también estamos enseñando a nuestros hijos a pedir perdón.

·        En lo tocante al rendimiento escolar, vamos a todas las tutorías a las que nos convoquen y pedimos tutorías extras cuando lo consideremos necesario.

·        Es importante que nuestros hijos tengan un hábito de trabajo diario, a hora fija. Si tu hijo dice que no tiene deberes es que no ha ido a clase o te está engañando. 

·     Cuando baja el rendimiento escolar hay que plantearse  los límites en el uso de Internet, videojuegos, consolas, televisión y similares. Huir de los extremos, tanto de prohibir el uso totalmente como de dejar las cosas como estaban.

·      La asistencia a actividades que exijan pernoctar fuera de casa ayudan, en general,  al desarrollo de las habilidades sociales. Hay que tener garantías de la persona o institución que organiza la actividad.

·         Practicar un deporte siempre es positivo

·         El mal uso o abuso de la autoridad genera rebeldía

·       Evitar actuar inmediatamente después de una discusión con nuestros hijos. Actuar siempre en frío, sobre todo si se trata de imponer castigos. No dejarnos llevar por el primer impulso, sopesar y valorar las decisiones y las reacciones.

·         No ser extremistas: del tipo  "o todo o nada".

·         Prevenir antes que curar.

·         Ser valientes…, el objetivo es la independencia, autonomía, felicidad de nuestros hijos.

·         Educar cuesta, …si no es así debemos replantearnos nuestra actitud.

·         Formarse: escuelas de padres, artículos, libros,…de autores contrastados, no los de moda.

·      Relativizar el error, que siempre estará ahí, porque es connatural al ser humano. En muchas ocasiones “no hacer nada” es peor que equivocarse.

·        Hay decisiones en las que son inevitables “los efectos indeseados”, pero son necesarias. Por ejemplo, cada vez que corregimos una conducta inaceptable es inevitable que haya “mal rollo” durante cierto tiempo.

·     Los adolescentes amenazan con irse de casa si no nos ajustamos a sus caprichos, pero esta amenaza se cumple en casos muy excepcionales. Los chantajes emocionales hay que cortarlos en la infancia,  en sus primeros brotes, por ejemplo mandando al niño/a a la habitación cuando llora para conseguir lo que pide.

      Es necesario que nuestro hijo participe en actividades que les ayude a adquirir y desarrollar habilidades sociales: celebrar cosas en casa con amigos, asistir a cumpleaños,ir a viajes de estudios, campamentos o cursos en el extranjero, salir de excursión, etc.

Decía Confucio que “sin fricción no se puede pulir una piedra preciosa”, y nuestro hijo puede ser un proyecto de diamante toda su vida, por nuestra dejadez, por nuestra falta de valentía, por un amor mal entendido, por nuestra sobreprotección,… o ser una persona de muchos quilates, con muchos argumentos y recursos para ser feliz y hacer feliz a otras personas.  Ojalá pongamos toda la carne en el asador.

José Antonio de la Hoz