lunes, 15 de abril de 2013

Enseñarlos a ponerse en tú lugar




Interesante artículo publicado en the family watch, en el que se relaciona, con maestría, la sobreprotección de los hijos con su falta de empatía.


"No hay duda de que nadie nace con la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Se aprende de nuestra experiencia con las figuras de apego, que se va practicando y entrenando a lo largo de la vida. Aún así, a veces es difícil ponerse en la piel del otro, a no ser que pasemos por la misma situación.

Según Esther Blanco, psicoterapéuta de la Clínica Andrés Calvo y Esther Blanco, los
niños y niñas de 2 a 3 años ya saben que el otro tiene un punto de vista diferente al suyo, aunque no sepan situarse en el lugar del otro en todos los casos. “El conocimiento y la compresión de los demás no se limita a conocer el punto de vista del otro, sino también a comprender lo que sienten los demás. Los niños a esta edad son capaces de reconocer las emociones más simples de los otros. A lo largo de los años van siendo capaces de reconocer emociones cada vez más complejas. Así, a los 7 años ya son capaces de indicar situaciones en las que una persona siente orgullo, preocupación, gratitud, culpa y entusiasmo: incrementándose a los 10 años con la emoción de alivio y decepción”.

Pero,
¿por qué es tan importante que desde pequeños sepan ponerse en el lugar del otro? Según la psicóloga Teresa Rosillo, de Pericial Psicológica, ofrece múltiples aprendizajes sobre nosotros y sobre los demás:

- Nos da
información sobre distintas formas de sentir, pensar, analizar y vivir una misma situación.

- Permite que   nos
salgamos   de   nuestro   egocentrismo y ver las cosas desde fuera.

- Nos da la opción
de vernos desde la perspectiva del otro y ser conscientes de que siente, piensa… de diferente manera.

- Permite darnos cuenta de las
circunstancias que pueden estar influyendo en una situación.

- Que la cultura, la familia, lo vivido…ofrecen diferentes formas de sentir, vivir, pensar…

- Nos da la opción de
corregir nuestras ideas preconcebidas y los posibles malentendidos.

- Nos permite
luchar contra nuestras ideas persecutorias y nuestras ansiedades…

- Nos da la opción de
ser más justos con nosotros y los demás, actuar como un juez instructor que estudia el caso y no simplemente que juzga sin mirar circunstancias, atenuantes o eximentes.

Esther Blanco insiste en la necesidad
de que los padres sepan que los niños que son empáticos “tienen más conductas sociales positivas (prosociales, asertivas, de consideración con los demás, de autocontrol y liderazgo) y pocas negativas (pasivas, agresivas, antisociales y de retraimiento)”.

En el caso de los adolescentes con alta empatía también tienen muchas conductas sociales positivas (prosociales, asertivas y de consideración con los demás), alto autoconcepto y alta capacidad para analizar causas que generan emociones negativas, mostrando pocas conductas sociales negativas (agresivas, antisociales y de retraimiento).

El problema, según señala Teresa Rosillo es que
actualmente muchos padres creen que lo mejor para sus hijos es dárselo todo y estar siempre disponibles, dispuestos a satisfacer todos los deseos del menor. Han deseado tanto tener un hijo o disfrutan tanto con ello que no quieren verle sufrir, frustrar sus deseos o simplemente, gozan enormemente al verle sonreir.

“De esta forma, el padre/madre
no deja que el niño aprenda a ponerse en su lugar, no entiende que su madre pueda estar cansada para leerle el cuento porque todos los días pase lo que pase, se lo sigue leyendo, no entiende que no pueda cogerle en brazos, porque a pesar del dolor de espalda, lo acaba haciendo”, señala la psicóloga de Pericial Psicológica.

Advierte que si no le damos al niño la oportunidad de ponerse en nuestro lugar, él nunca lo hará. “Esto motivará que no piense en el otro como un ser con sentimientos, emociones, proyectos…Más adelante, cuando se vuelva un niño exigente y, en ocasiones tirano, nos sorprenderá y nos sentiremos defraudados después de todo lo que nosotros hemos hecho por ellos anteriormente”.

Se ven muchos niños tiranos que, además de no haber tenido límites, no son capaces de ponerse en el lugar del otro. Son niños que no se sienten culpables por el daño causado porque no se sienten responsables de él. Les han acostumbrado a que la norma es que sus deseos se vean cumplidos y no toleran  que no ocurra. “Debemos enseñar a nuestros hijos día a día a ponerse en nuestro lugar (dependiendo de su edad se hará de una u otra manera). Que entienda que tenemos una vida fuera de lo que ellos puedan ver. Unos sentimientos y emociones propias, expectativas y deseos. Tiene que saber que también nos cansamos, nos duele el cuerpo y nos enfermamos. Así se conseguirá que el niño pueda salir de su egocentrismo natural y ver más alla.


Pautas de actuación diarias:

-
Cuando estés cansado dile que hoy no puedes hacer algo y no termines haciéndolo.

- Explícale qué te pasa si te
duele la cabeza y dile que piense en cómo se siente él cuando le duele algo.

- Si no puedes hacer algo porque
te duele algún miembro de tu cuerpo, díselo que lo acabará entendiendo: “me encantaría cogerte cariño pero no puedo porque me duele muchísimo la espalda”.

-
Cuéntale que has hecho durante el día para estar cansado.

-
Explícale por qué hoy no tienes muy buen humor, dile que tendrá que tener paciencia contigo porque hoy tú no la tienes.

- Explícale que te ha pasado para
perder los nervios y pídele perdón por ello.

- Pídele su colaboración el día que
no te sientas con fuerzas para hacer algo: “hoy me tienes que ayudar y como un mayor me vas a obedecer a la primera”.

-
Cuéntale tus cosas: “me he enfadado en el trabajo con alguien”, (para que entienda que has tenido un mal día y que tienes un día fuera de lo que él ve).

- Hazle partícipe de
tus deseos o ilusiones, que entienda lo que te gusta hacer: “mañana voy a comer con una amiga y me apetece mucho” (que entienda que tú también tienes amigos y te gusta estar con ellos, que vea que tienes un mundo más allá de lo que él ve).

- Cuéntale cosas del pasado en las que has podido sentir lo mismo que él, se sentirá más comprendido y te entenderá también mejor: “yo también me ponía nerviosa el primer día de clase... recuerdo que…”.
- Explícale que hay
diferentes formas de sentir, de vivir, de pensar, en función de la cultura, la familia o las experiencias vividas. Dale otros puntos de vista.


Con información de Teresa Rosillo, de Pericial Psicológica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario