lunes, 28 de enero de 2013

Pensar demasiado en lo que no tenemos



La estabilidad de los padres es importante para el desarrollo de los hijos y vivimos en una sociedad que pasa por momentos muy duros, con una crisis económica brutal, consecuencia, desde mi humilde punto de vista, de una crisis muy aguda de valores….que está sometiendo a una presión enorme a muchas familias, poniendo a prueba su estabilidad. La crisis se traduce en circunstancias personales muy dolorosas como el desahucio, la pérdida de “amigos”, la falta de lo indispensable para que la familia viva, crisis de pareja, la humillación de las colas del Inem o de los servicios sociales, incomprensiones y juicios más o menos temerarios por el hecho de quedarse sin trabajo con cuarenta y algo años y no encontrar uno nuevo, y una larga retahíla de actitudes y hechos que ponen en entredicho nuestro modelo de convivencia y los valores que lo sustentan en la práctica.  

Beneficio, estatus, progreso, clase social, dividendos, ventaja competitiva, ciclo del producto, balance, cuenta de resultados, son palabrejas propias de un sistema económico, sometido a pocas correcciones, que ha generado una manera de pensar según la cual es más quien más tiene, el éxito personal está en la capacidad de compra, la persona más valiosa es la más capaz de acumular dinero, fama y poder. Esto no es más que un espejismo porque hay mucha gente que con poco dinero es feliz, y gente que con mucho dinero está sola, amargada y hundida en las consecuencias de su egoísmo.

Siempre he dicho que el sistema capitalista necesita de correcciones urgentes y globales. Urgentes porque poco a poco va minando la sociedad  sembrando odio, injusticia, desequilibrios brutales, hambre, dolor, muerte…, etc, etc y todo esto suele rectificarse, cada equis tiempo, de una forma que nadie quiere. También es verdad que con competencia y estímulos se producen avances espectaculares que, bien dirigidos, nos benefician a todos, pero hay que vigilar los desequilibrios desmesurados, las injusticias palpables, la cosificación y explotación del ser humano…

Las correcciones al capitalismo deben ser simultáneas y  globales, puestas en marcha por todos a la vez, por el grupo de los grandes, por las cumbres de los importantes, los G7, los G20, los Bildeberg, Davos y compañía…., porque el tema de los costes y el beneficio hace inviable que un país o unos pocos den un paso adelante en la humanización de la economía, sin que sean barridos del mapa, por aquello de las famosas ventajas competitivas en precios, es decir, que a igualdad de calidad terminamos comprando lo más barato, sin importarnos que lo más barato sea fabricado por mano de obra infantil y/o sobreexplotada. Cada vez más los economistas ven al hombre como una herramienta, un coste,  cuando debería ser al revés, la economía debería ser una herramienta para que el máximo número de personas disfruten de unas condiciones adecuadas para vivir, en términos de bienes materiales, tiempo disponible para atender a la familia, periodos de descanso, etc. No estoy hablando del igualitarismo marxista, con el que no estoy de acuerdo por anular la libertad de la persona y el progreso, sino de facilitar las condiciones de vida. En fin, no está mal moverse de vez en cuando en la utopía para ver qué nos está pasando.

Una vez invité a hablar sobre valores, a madres y padres de alumnos, a un ilustre socialista de mi tierra con una larga y meritoria trayectoria de responsabilidades en la vida pública. Muy buena persona, creyente y practicante, aunque hay buenas personas que no son ni creyentes ni practicantes. En un momento de la intervención afirmó que “nos hemos cargado a las instituciones que velaban por los valores”. Uno de los asistentes preguntó por las instituciones a las que se refería y le respondió que, por ejemplo,  a la Iglesia. El oyente, los asistentes – y yo- quedamos sorprendidos por la respuesta y por la persona que la daba. El oyente continuó la conversación, diciéndole “…pero si yo no creo, ¿qué hago?”, a lo que respondió el ponente, “Pues reza”. El tema estaba más o menos claro: hemos quitado y negado a Dios de palabra y con los hechos, el Decálogo – los diez mandamientos- lo hemos clausurado y mandado a mejor vida y ¿qué ha quedado?, pues el hombre en estado puro, con sus debilidades y su capacidad de hacer daño, sin ningún tipo de freno .  El hombre es capaz de lo mejor, pero también de los mayores errores y horrores. Ahora el freno es la ley, pero la ley está hecha por los hombres y, a falta de otros fundamento trascendente, el hombre tiene poco respeto por el hombre, como podemos ver demostrado por la historia más reciente. Ahora los valores los ponen los poderosos, o sea…EL DINERO CON MAYÚSCULA, LOS MASS MEDIA, LOS PARTIDOS…. unos pocos. Pero todos nos angustiamos, más o menos, con el destino que nos depara este rumbo.

La visión economicista de la vida que lleva a valorar a la persona por lo que tiene ya no es una cuestión de utilitaristas sin principios. A poco que nos fijemos cualquiera de nosotros  y personas que defienden una visión trascendente de la vida, terminamos valorando a familiares, vecinos, compañeros o “amigos” en función de lo que tienen, y nos encontramos en reuniones sociales donde se nos hace el “c…. pepsicola” con algún ilustre rico o famoso, y no le hacemos ni puñetero caso al humilde y pobre  vecino, primo o compañero de siempre. El mensaje utilitarista cala por ósmosis. El dinero y el poder atraen, hasta el punto de renunciar sutilmente a principios que consideramos valiosos como la familia o los amigos- mejor dicho “los antiguos amigos”-, la tan manoseada solidaridad, la justicia, la igualdad, etc.

LO IMPORTANTE NO ES CÓMO ERES SINO QUÉ TIENES. Parece un planteamiento un tanto radical, pero es lo que está vigente con fuerza en las relaciones sociales, familiares, etc. Se educa más para alcanzar un buen puesto y menos para ser buena persona, son muchos los padres que alientan a los hijos a buscar una pareja con dinero en vez de una persona que les haga felices, son muchos los que dejándose llevar por la presión social se han endeudado hasta los ojos para aparentar una posición económica de la que no disfrutaban,  cada vez nos encontramos con más empresas con un ambiente laboral enrarecido, utilitarista, donde hay pocos escrúpulos, con pocos rastros de humanidad. Parece que la soledad es y va a ser la protagonista de muchas vidas,…eso si con cierto éxito social y/o económico, y todo ello porque estamos alimentando un modelo de hombre que no deja de mirarse el ombligo y que no se soporta ni a sí mismo.

Sin embargo, son muchos los que admiten que la capacidad de ser más o menos feliz está dentro de nosotros y no fuera.  Buscando citas que conecten con lo que voy diciendo me encuentro con una de Pablo Neruda que dice lo siguiente: Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar, indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas. Cuando perfeccionaba mis conocimientos  sobre Recursos Humanos, nos explicaban que a algunos directivos de empresas se les sometía a test proyectivos de la personalidad, como el de Rorschach y que su reacción al ver los resultados iba desde el enfado hasta el suicidio, porque les costaba reconocer como eran en realidad y la maraña de justificaciones que habían tejido para acallar su conciencia. No les gustaba su forma de ser. Continuando con las citas me encuentro con otra de  Henry Van Dike escritor estadounidense del siglo pasado- que dice así: La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Y es verdad porque, salvo que seamos monjes cartujos, la mayor parte de cada uno de nuestros días la dedicamos a relacionarnos con personas, ya sean estas familiares, compañeros de trabajo, vecinos, amigos,…y en esos contactos encontramos aprobación o rechazo, cariño, odio, elogio, ternura, rencor… en definitiva, felicidad o amargura. Si somos incapaces de ceder un asiento, de cubrir una guardia a un compañero, de prestar unos apuntes, de dar un donativo, de llegar puntuales a las citas, de ceder en los planes de amigos, de hacer bien nuestro trabajo, de atender bien a un cliente, de sonreir….es decir, si no nos dejamos llevar por la tendencia a elegir siempre lo placentero, terminaremos con hábitos atractivos y estaremos contribuyendo a crear una sociedad mejor.

Hago un punto y aparte para mi última cita, de Leon Tolstoi –escritor ruso- que hablaba de su felicidad en los siguientes términos: “Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”. Pensamos demasiado en lo que no tenemos y valoramos poco lo que tenemos. Si estamos en un país desarrollado tenemos asegurado un techo, alimento, agua, vestido, asistencia médica…y otros bienes de los que no disfrutan la mayor parte de la población terrestre, pero a veces nos amargamos pensando que no tenemos el coche del vecino o el traje de la compañera de trabajo,  o el Ipad, Ipod, Iphone, o …vaya usted a saber qué. Pero paradojas de la vida, hablando con un amigo psiquiatra me comentaba que las enfermedades psiquiátricas tienen menos incidencia en los países del tercer mundo donde, curiosamente , sus habitantes tienen menos cosas.

Por todo ello, pienso que merece la pena educar a los hijos para que disfruten de una situación económica que les permita vivir dignamente, pero poniendo el acento en la adquisición de hábitos que los hagan mejores personas, que es lo mismo que decir mejores compañeros de trabajo, mejores maridos o mujeres, mejores vecinos, mejores madres o padres, mejores ciudadanos, mejores jefes, mejores empleados,… para hacer  una sociedad mejor. Para ello debemos plantearnos periódicamente cómo vivimos nosotros esto e intentar mejorar en algo, porque se enseña mejor lo que se vive. También es bueno encontrar un motivo sólido para educar y vivir así..., hacerlo por los demás, a secas, parece que no se sostiene.

José Antonio de la Hoz



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