miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tolerancia y respeto. ¿Vive mi hijo estos dos valores? ¿Los vivo yo?

El pasado lunes asistí a un acto  en el que intervenía un antiguo Magistrado del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el hijo y la mujer de una víctima del terrorismo y un destacado político. A la salida un grupo de manifestantes intimidaba e insultaba a los que habíamos asistido al acto, simplemente por haber asistido. Estaba de acuerdo con algunas de las cosas que reivindicaban, pero daba igual, ellos se sentían con el derecho a descalificar a todo el que se había saltado  sus normas. ¡Qué importante es la tolerancia! ¡Qué necesario es formar a las nuevas generaciones en este valor, tan vinculado a la libertad del otro!

Vivimos en una sociedad en la que existen numerosas, diversas y contrapuestas ofertas ideológicas que afectan a la religión, a la cultura, a la economía, a las normas de convivencia, a la política, etc. Hay movimientos migratorios, influidos por el hambre o la esperanza de una vida mejor, que propician la multiculturalidad en los países desarrollados hasta unos niveles desconocidos.  Las TIC permiten la relación en tiempo real con ciudadanos de cualquier país, y el contacto con su cultura y sus ideas. Todos nos relacionamos con lo distinto, diverso, diferente o  contrario, con frecuencia y de una u otra forma. Esto enriquece nuestras vidas y aumenta las posibilidades de elegir en el ámbito del ser y el pensar, pero también  puede propiciar conflictos y choques.

Esta diversidad conlleva la necesidad de formarnos y  formar a nuestros hijos en la tolerancia y el respeto. Respeto y tolerancia que se ha de vivir con el otro y que el otro debe vivir con nosotros para que, en ningún caso, se de algún tipo de dependencia o sumisión.

Cada vez más se experimenta con formas de vida e ideas, sin valorar el alcance del experimento. A lo largo de la historia aparecen y desaparecen ideologías y formas de vida, con efectos sobre los contemporáneos, por eso los padres han de estar atentos a los mensajes que les llegan a sus hijos. Este “seguimiento”  es parte del tiempo que estamos obligados a dedicarles. En canciones, en videojuegos, en películas, en programas de televisión,…en Internet, hay contenidos  matizables y discutibles, que es necesario comentar con ellos. Hoy más que nunca los “lobby’s, los grupos de presión” intentan jugar con el espíritu gregario del ser humano para imponer, con sutileza, ideas y formas de vida. Más tarde exigirán el respeto y la tolerancia a la “minoría” cuando por el camino han manipulado, usado y forzado la opinión pública. Para ellos la tolerancia y el respeto son una máscara de quita y pon  según convenga a sus intereses.

La tolerancia no es una actitud momentánea ni de conveniencia. Se es tolerante en las formas y en el fondo. Hay quien aparenta ser muy respetuoso con los demás, pero es solo una estrategia o una pose.

La tolerancia nace de un profundo respeto y afecto al ser humano, de valores vividos, del esfuerzo por someter las inclinaciones personales que no van, del control del propio ego, de la objetividad con nuestro comportamiento y con el ajeno, de equivocaciones personales seguidas de correcciones, de un conocimiento profundo del ser humano y de una actitud humanista, de guerrear con la propia justificación, de identificar el autoritarismo, la soberbia, la injusticia, el egoísmo… no solo en los demás sino en nosotros mismos, poniéndoles día y hora, nombres y apellidos. La tolerancia, en definitiva, arraiga más fácilmente y con más intensidad en personas que se esfuerzan por ser excelentes.

Son amigos de  la tolerancia el humor, el amor, el cariño, la objetividad, la compasión y el perdón. La tolerancia la encontramos unos escalones más abajo del amor, formando parte de su jerarquía de valores.  La persona tolerante realiza una escucha activa, deja hablar, no interrumpe, no manipula para convencer, no usa la tolerancia como máscara, dialoga, debate, usa razones, no sube el tono de voz, no calumnia ni injuria para descalificar al otro, cede en aspectos no esenciales, defiende con razones sus ideas aunque no gusten a otros, no usa la violencia, no intimida, no amenaza, no miente, aprende de los otros, respeta otras costumbres inocuas, respeta la ley y la moral, convive pacíficamente…Es una persona con calidad humana.

No hay tolerancia sin respeto. Sin embargo se actúa mucho cara a la galería, son muchos los que  visten su comportamiento de tolerancia y respeto, pero menos los que los viven realmente. Por eso es bueno pararse a reflexionar sobre la “tolerancia”, para saber qué es este concepto del que tanto se habla, poco se usa y mucho se abusa.

La tolerancia es el efecto del amor profundo al ser humano, a la justicia, a la equidad, a la verdad, a la paz y al respeto. El respeto y la tolerancia nos llevan a controlar las emociones, a moderar los juicios  y a convivir en paz. El respeto necesita de la tolerancia y la tolerancia del respeto. Respetamos y toleramos ideas y comportamientos de los demás por miedo, amor, valores asumidos o interés. El amor y los valores son duraderos si tienen un soporte trascendente y  ambos visten de “ verdad”  a la tolerancia. El miedo y el interés desvirtúan la tolerancia y le aportan falsedad.

¿Cómo educamos a nuestros hijos en estos valores?

Creo que el ejemplo vivido por los padres en el hogar es el mejor camino, la mejor explicación y el modelo más directo e influyente, que es observado por los hijos a través de la huella que dejan en pequeños detalles vividos día a día. Ahí van algunos ejemplos:
  • No discutir acaloradamente delante de los hijos
  •  Dejar hablar y escuchar activamente
  • Dialogar y razonar sin descalificar
  • Dejar la conversación antes de acalorarse
  • Acudir al silencio para reflexionar sobre el otro, lo otro y lo de más allá.
  •  No manipular ni mentir para imponer el propio criterio
  •  Evitar alzar la voz, insultar o despreciar
  • Negociar y llegar a acuerdos como forma de resolver los conflictos. Conseguir consensos equilibrados en los que las dos partes ganen y cedan 
  • Intentar hacer atractiva la verdad.
  • Dejar elegir a los seres queridos, a los amigos, a los vecinos, a la sociedad y respetar la elección. Seguir queriendo aunque no estemos de acuerdo con lo elegido.
  • Destacar aspectos positivos de otras personas, comunidades, culturas. Respetar los que no nos gustan siempre que no violenten las reglas de juego
  •  Respetar al contrincante político cuando se oye el telediario. Discrepar con razones y de forma respetuosa.
  • No discriminar
  • Quererse y querer. La tolerancia esta unos escalones más abajo de esas actitudes
Viajar, conocer otras zonas de nuestra ciudad, usar la empatía antes de juzgar, también nos ayuda a ser tolerantes. Pasar por la austeridad para entender la miseria, recordar injusticias sufridas para comprender - que no admitir - los mecanismo de la violencia, también nos acerca a este valor. Por último, leer a los clásicos nos acerca a las debilidades humanas

Como no podemos dividir al hombre ni su comportamiento en compartimentos estancos, podemos concluir que una mujer y un hombre tolerante se adornan de otros hábitos operativos buenos que ayudan y predisponen a la tolerancia.

Termino con una frase del poeta estadounidense Walt Whitman:


“Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano”

José Antonio de la Hoz

jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Es necesario enseñar a obedecer a los hijos?


Hablar sobre la necesidad de enseñar a obedecer puede ser considerado por algunos un atrevimiento, porque hoy se lleva hablar de derechos, no de obligaciones, sin embargo:
  • La obediencia es necesaria para el funcionamiento de las organizaciones y de la sociedad en general, también de la familia. Si todos mandamos, nadie obedece y todo se paraliza. 
  • Llevamos unas decenas de años hablando de derechos pero no de obligaciones, hemos acostumbrado a varias generaciones a pedir mucho y obedecer poco. Criticamos con facilidad el comportamiento ajeno, pero casi nunca ponemos en cuarentena el propio

Los padres deben facilitar la obediencia de los hijos y controlar su realización práctica. Para ello es necesario que el mandato y el mandante cumplan, a ser posible, gran parte de estos requisitos:

  1. Que busque el bien del hijo, su educación o desarrollo personal, no el capricho o la arbitrariedad de los padres, que llevaría a la sumisión.
  2. Que se apoye el mandato con razones para obedecer, aunque la comprensión de estas no sea imprescindible para la obediencia.
  3. Que se realice en el momento adecuado y teniendo en cuenta su edad y circunstancias. En la adolescencia se dialoga y se negocia más que en la infancia.
  4. Que no se acumulen  muchos mandatos en el mismo tiempo. Hay que seleccionar lo importante
  5. Que lo que se mande sea asequible, alcanzable por el afectado. Que se valore el esfuerzo puesto junto con los resultados, los pequeños avances junto con los retrocesos.
  6. Que los padres se esfuercen por vivir lo que mandan. Que den ejemplo
  7. Que se comunique el mandato  cuidando las formas, aunque sea para reprender o exigir responsabilidades. Que no se humille, ni se alce la voz.
  8. Que se mande siempre lo mismo y con constancia, dejando al margen el estado de ánimo.
  9. Que se controle la ejecución de lo mandado
  10. Que padre y madre coincidan en lo mandado y le den la misma importancia. Antes habrá que llegar a consensos.

No hay que cumplir todos los requisitos, pero si hay que repasarlos de vez en cuando.  No se hipoteca el desarrollo de una persona, de un hijo, por un perfeccionismo mal entendido.

Nacemos con una tendencia a hacer lo contrario de lo que nos dicen, pero la obediencia es necesaria para nuestra formación y desarrollo personal, ya que nacemos dependientes y limitados por pasiones, miedos, pereza, ignorancia, desórdenes… que condicionan nuestra libertad. Los padres mandan a los hijos para alcanzar esa libertad, moderando la influencia de esos condicionantes. Para entender esto basta pensar en personas conocidas a las que se les ha consentido casi todo desde pequeños. Suelen ser tiranos, egoístas, manipuladores y disfrutan de poca capacidad de decidir sobre su futuro. En vez de desarrollo y mejora personal, los padres han permitido el desarrollo de pasiones, miedos, pereza, ignorancia….y otros aspectos indeseados de la condición humana.

Obedeciendo, en los términos vistos, desarrollamos capacidades y habilidades. La inteligencia nos ayuda a entender  y descubrir las razones para obedecer. Necesitamos de la voluntad para obedecer y la hacemos crecer obedeciendo. Ponemos en práctica valores, adquirimos hábitos, alcanzamos metas, nos desarrollamos, somos más libres.

También a lo largo de nuestra vida vamos a tener que obedecer  al jefe en el trabajo y, quizás, tiene poder pero no autoridad moral. Vamos a tener que ceder alguna vez con compañeros de trabajo, con la pareja, amigos, vecinos…. Y nos va a ayudar la obediencia vivida en casa, con nuestros padres. No perdemos prestigio ni autoridad cuando cedemos, siempre que no sea siempre y con la misma persona o que lo hagamos por una excesiva dependencia de lo que piensen los demás.

Quiero terminar esta reflexión sobre la obediencia con algunos pensamientos:

  • El niño obedece mejor a aquel en el que reconoce la autoridad y no el poder, aquel del que emana excelencia y comunica respeto . José Antonio  Marina (filósofo, escritor y pensador)
  • Es mejor mandar y obedecer por convicción (seducción), que por coacción (tiranía). Hannah Arendt (filósofa política)
  • Es más fácil quejarse que aguantar, amenazar al niño que persuadirlo . San Juan Bosco
  • Los buenos padres crean un estilo de vida irresistible para los hijos. Anónimo
  • Hace falta saber obedecer para no ser un tirano. Anónimo
José Antonio de la Hoz


sábado, 7 de diciembre de 2013

Perder el control de la educación de tus hijos. Causas y efectos


Por mi formación soy muy dado a usar terminología relacionada con el mundo de la empresa, donde se habla de “procesos” productivos, de gestión, de comunicación o de toma de decisiones. En el ámbito educativo también hay procesos, con final más o menos feliz, en función de quien ejerza el control sobre ellos.

Ayer me puse a ver un programa de televisión  en el que un señor,  figura del deporte en su juventud, con una conducta errática de la que salió en su madurez, trataba de ayudar a distintos progenitores a reconducir los pasos de sus hijos rebeldes, violentos,  tiranos, machistas, egoístas  y maltratadores.

A lo largo del programa se veían escenas  de violencia verbal muy duras , de los hijos con los padres, acompañadas de rotura de muebles y puertas, intentos de agresión física, amenazas, chulería, etc. No tarde más de 20 minutos en cortar la televisión y  traer a la memoria las más de 9.000 denuncias de padres a hijos, por maltrato en 2012 que, según los expertos, son la punta del Iceberg de esta realidad, porque lo más doloroso para unos padres es denunciar a sus hijos y muchos no lo hacen.

Un adolescente conflictivo no surge de la nada. Es el resultado de una PROCESO largo, que comienza en la infancia,  en el que los padres van perdiendo el control en las decisiones y cometiendo errores de calado en aspectos importantes. Van a remolque de los deseos y  caprichos de los hijos, que es el camino contrario de la madurez, la autonomía y el desarrollo personal. Quizás ocurre esto  por falta de formación, por un amor mal entendido, por  ingenuidad o falta de idoneidad, entre otras causas. No pongo en duda la buena intención de casi todos los padres.

Emilio Calatayud, Juez de Menores, señalaba en una entrevista reciente que el maltrato de hijos a padres se ha disparado en los últimos cinco años, llegando al 20% - 25% de los casos que él juzga,  con notable incidencia en familias de clase media – alta y  con un protagonismo similar en chicos y chicas. Los padres afectados  no suelen estar de acuerdo en cómo educar a los hijos, ponen pocos límites y tienen un estilo educativo excesivamente democrático o sobreprotector.

Es difícil hacer una valoración de cada caso, sin conocer en profundidad las circunstancias que lo rodean, pero si se pueden describir comportamientos de los padres con cierta garantía de terminar en estas dolorosas situaciones. Ahí va una relación, en unos casos en negativo y en otros en positivo:
  • Los padres, desde que sus hijos son pequeños, no van a remolque de sus deseos y caprichos. Para educar hay que exigir. Si no es así, nos encontraremos con un adolescente tirano, egoísta y dependiente
  •  Los hijos deben acostumbrarse, desde pequeños, a convivir con el “NO”. Ejemplos:
  1.     No te cojo en brazos porque no toca
  2.      No te compro una golosina o algo que te ha llamado la atención por la calle, aunque llores y patalees. Los extraordinarios para los domingos y fiestas, si se puede.
  3.      Desde la más tierna infancia no consentimos que nos levante la mano.
  4.      Te acuestas a tu hora
  5.       No pones la televisión si no toca.
  6.       Te comes la comida aunque no te guste.
  7.         Las rabietas, cuando no se te dan caprichos, las pasas en tu cuarto solo, etc

  • Los padres se ponen de acuerdo a la hora de establecer límites y normas. Tienen un solo criterio. No se desautorizan ni juegan a poli bueno, poli malo.
  • Los  hijos tienen, siempre,  metas exigentes pero asequibles. Con ellas trabajan la voluntad, alcanzan una alta autoestima e incuban, poco a poco, un aceptable autocontrol, necesario para el respeto a los demás.
  • Los padres controlan que se cumpla lo establecido, hay un seguimiento de cada hijo.
  • En casa hay un clima de exigencia en todos sus miembros y valores que se viven y se transmiten que, junto con la voluntad, serán un freno al egoísmo, la dependencia, la tiranía,  y demás impulsos y actitudes rechazados por los padres, compañeros, vecinos y sociedad en general.
  •  En casa hay un clima de confianza y respeto entre sus miembros
  • El fracaso escolar se afronta y soluciona en sus primeras manifestaciones
  • Las comidas siempre a su hora. No hay caprichos de bollería, bebidas, …salvo las fiestas familiares, cumpleaños, domingos o similares. Los demás placeres también tienen límites.
  • Las adicciones se cortan en sus primeras manifestaciones con normas claras (consolas, televisión, internet, móvil, comida, bebida, etc)
  • La relación entre los padres es buena. Si se ha roto no se instrumentaliza a los hijos para hacer daño al otro. Permanece el CONSENSO PARA EDUCAR.
  • Desde pequeños tienen encargos en casa.
Todas estas recomendaciones son manifestación de amor sincero a los hijos, de desgaste diario por ellos,  compatibles con arrumacos, besos y demás. Además, si las vives,  conseguirás que tus hijos te respeten, te quieran  y te valoren en el futuro, aunque no entiendan algunas cosas en el presente.


Para educar, para evitar hijos tiranos, tu debes tener siempre el control. Para que este no sea arbitrario debe de concretarse, por consenso de los padres, en límites, normas y responsabilidades por incumplimiento, no en estados de ánimo (hoy estoy bien y cedo en los caprichos, mañana estoy cabreado y no lo hago).

Termino con un vídeo de Emilio Calatayud en el que menciona el famoso DECÁLOGO PARA FORMAR A UN PEQUEÑO DELINCUENTE 


José Antonio de la Hoz

viernes, 29 de noviembre de 2013

Convivir con un adolescente



Las recetas en educación no sirven. Cada niño/a, cada adolescente, cuenta con una personalidad – incipiente – y  unas circunstancias distintas y variables. Los padres deben formarse y adaptar  lo aprendido al caso concreto y singular de su hijo.

Normalmente todos los padres desean que sus hijos mejoren. Es más fácil conseguir este sano deseo, si los padres construyen un  ambiente de mejora en su propia casa. Es difícil que un hijo se sienta motivado para estudiar a las cuatro de la tarde, si mama o papa se ponen a ver una telenovela o, a la inversa, nadie está presente en casa a esa hora, por las razones que sean, muy justificadas en muchos casos, aunque haya que plantearse alternativas de acompañamiento o replantear - si se puede- las prioridades . Distinto es que estén leyendo un libro o haciendo una  tarea de la casa y que reine el silencio. Las mejoras, los avances, …exigen una “microcultura” coherente.

Dicho esto, para ver cómo debe ser la convivencia con un hijo adolescente e identificar los posibles focos de conflicto en la convivencia diaria -que no tienen porque presentarse todos ni en todos los casos - y concretar algunos puntos de mejora, el primer paso es conocer esa etapa de la vida, sus condicionantes y sus posibilidades. Para esto os propongo ver este corto vídeo:



De aquí  podemos sacar las siguientes conclusiones:
  • El cerebro del adolescente es  inmaduro, mientras que el de los padres es maduro. Por eso es normal que algunas cosas que un adulto ve con nitidez, un adolescente no las perciba ni  las comprenda.
  • Aspectos de la vida de un adolescente como la tendencia a la soledad, la temeridad, la incapacidad para valorar las consecuencias de sus actos, la impulsividad o la limitación para planificar y ver a largo plazoTIENEN UNA BASE BIOLÓGICA, relacionada con el proceso de maduración de su cerebro.
  • La parte más activada en el cerebro de los adolescentes es la LÍMBICA, encargada de regular las emociones. Por eso hay frecuentes altibajos en su estado de ánimo.
  • El patrón de maduración del cerebro es distinto en los chicos y en las chicas: en ellas madura antes la corteza frontal, encargada del lenguaje, del control del riesgo, la agresividad y la impulsividad. En ellos maduran antes las regiones del lóbulo parietal, encargada de las tareas espaciales.
  • El aumento de las hormonas sexuales promueven  el aumento del interés sexual y cambios en las motivaciones, los impulsos y las emociones.
  •  A la hora de tomar decisiones tienen mucha fuerza las emociones.
  • Ellas tienen como prioridad agradar y gustar y comparten intimidades con más facilidad que ellos, que tienden a la soledad, a limitar las relaciones sociales al sexo y el deporte. Además son muy competitivos, independientes y temerarios.
  •    La educación, la propia conducta y la experiencia influyen en el proceso de maduración del cerebro.
  •  La última zona del cerebro adolescente en madurar es la corteza prefrontal, encargada del control de los impulsos, el juicio y la toma de decisiones.
  • Los procesos descritos no son la causa de las crisis emocional y de conducta de algunos adolescentes, sino más bien las influencias  sociales, y las propias experiencias  y actitudes sobre un cerebro vulnerable.
  •   El cerebro es remodelable. Por tanto el individuo es reeducable.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS), que colocaba hace unos años el fin de la adolescencia en los 19 años, lo  ha extendido, recientemente, hasta los 25 años y coloca su comienzo en los 11. A continuación coloco, entrecomillados, textos de autores que nos dan pistas sobre las causas de este alargamiento:
  •  “…Los padres también contribuyen a demorar este proceso que va de la adolescencia a la madurez ya que les hemos infantilizado; les damos todo hecho a los hijos, los metemos en una burbuja, y eso favorece el retraso de su autonomía”
  • “..Es como si ambos quisieran perdurar un poco más como padres de esos hijos tan deseados y ellos como hijos dependientes de esos padres” Manuela del Palacio (psicóloga , presidenta de la sección de educación del Colegio de Psicólogos de Galicia)
  •  “…muchos nuevos jóvenes encuentran cada vez más difícil definir su identidad al tener padres con rasgos adolescentes. …Son padres que tienen miedo a poner límites y que se sienten culpables si lo hacen y a veces se olvidan de que alguien tiene que ser el adulto”.
  •  “…el principio del hedonismo está tan en boga en la sociedad actual que muchísimos adultos tienen rasgos de adolescentes”
  • “…Los humanos tienen la característica innata de la adaptación; la adolescencia es un periodo relativamente nuevo, nuestros abuelos pasaban de niños a hombres o mujeres sin nada intermedio; tenían esa necesidad para sobrevivir” José Romay – Catedrático de Sociología de la Universidad de la Coruña
  • El “que no pasen lo que he pasado yo" de los  años 70-80, fue un error que todavía hoy estamos pagando

Una de las circunstancias que intervienen en la convivencia de padres con hijos adolescentes es la personalidad. Esta se compone de temperamento y carácter. El primero se hereda, tiene un fuerte componente genético, no es modificable ni educable y sus manifestaciones son difícilmente controlables. El segundo es adquirido, modificable y educable y controlables sus manifestaciones.

Solemos tener un temperamento dominante y otro secundario. Los tipos de temperamento, y sus rasgos negativos o conflictivos, son los siguientes:
  • COLÉRICO: insensible, frío, poco tolerante, utilitarista, pasional, despótico ….
  • FLEMÁTICO: poco flexible, escéptico, dubitativo, escasa adaptabilidad
  • MELANCÓLICO: depresivo, inconstante,  desconfiado, solitario, inseguro, sentimiento de culpabilidad e inferioridad
  • SANGUINEO: indisciplinado, flojo, sentimental…

Adjudicando a los padres un temperamento y al hijo el mismo u otros distinto, siempre va a haber conflictividad, poca, normal o mucha, pero habrá. Venimos estropeados de fábrica y ante esta realidad os planteo la siguiente actitud:
  • Conocer el carácter y el temperamento de tu hijo, para saber QUÉ hacer, CÓMO hacerlo y CUÁNDO hacerlo. Ejemplo: a un hijo/a con temperamento colérico no hay que corregirlo en un momento de ebullición. A un melancólico le viene como anillo al dedo el refuerzo positivo.
  • Conocerte tú para saber qué debes evitar y potenciar en el trato con tu hijo adolescente.
  • Tirar mucho de perdón, comprensión y compasión. Dice el psiquiatra Enrique Rojas que “Un signo de madurez es la capacidad para saber perdonarse a sí mismo y hacer lo mismo con los que nos rodean”
  • Relativizar y desdramatizar. A veces nos atascamos en lo que tiene escasa importancia.
  • Convertir las preocupaciones en planes de acción (ocupaciones)

Otro posible foco de conflictividad de padres con hijos adolescentes es el estilo de autoridad seguido por los primeros. Se reconocen cuatro estilos de autoridad, con los siguientes rasgos:
  • Autoritario: mucho control y poco afecto, castiga, enjuicia, descalifica…. Da lugar a un hijo: rebelde o sumiso, que miente por miedo, con baja autoestima y autonomía, con sentimientos de rencor, angustia y culpabilidad. No cabe duda de que la relación con el padre y su entorno es CONFLICTIVO.
  • L’aissez faire o pasota: consiente todo, es indiferente,.. los hijos no tienen un modelo a seguir, son inestables, inconstantes, con baja autonomía personal y propensos a conductas desviadas. La relación con sus padres y con los demás ES CONFLICTIVA
  • Paternalista o sobreprotector:  evita el esfuerzo y la frustración del hijo para ganárselo, para ellos el hijo es siempre pequeño y desvalido, le hacen frecuentes regalos… El hijo es: dependiente, con bajo control y autoestima, inseguro, egoísta e ingrato. La relación con el padre y el entorno ES CONFLICTIVA
  • Asertivo:  quiere de forma incondicional a su hijo/a. Controla su desempeño. Establece límites y normas y controla su cumplimiento. La comunicación con el hijo es abierta y bidireccional. El hijo asume valores vistos en los miembros de la familia. No corrige en función del estado de ánimo sino de lo hablado con anterioridad. Valora lo normal, refuerza lo bien hecho y destaca lo excepcional. Ignora las pequeñas desviaciones como propias del aprendizaje y corrige las grandes. Su HIJO  tiene alta autoestima, creatividad,  confianza, capacidad de relación con los demás y de tomar decisiones. Tiene una personalidad equilibrada, madura y atractiva. Su CONFLICTIVIDAD ES ESCASA

La comunicación entre padres e hijos adolescentes es otro posible foco de conflictividad, que podemos reducir si tenemos en cuenta los siguientes consejos:
  • Corregir los comportamientos pero no atacar ni enjuiciar a la persona. No dirigirse a ellos con calificativos del tipo “ERES …vago, desordenado…”. Usar fórmulas del tipo “ tienes que dedicar más tiempo a estudiar, piénsalo y dime qué piensas hacer”, “no es oportuno para ti ni para tus hermanos que tu cuarto esté desordenado ¿no crees?”
  • Evitar las comparaciones, ya que les transmitimos que los queremos con condiciones.
  • No amenazar. Debemos ser predecibles desde que son pequeños y eso se consigue con límites, normas y consecuencias por incumplimiento, previamente sabidas, razonadas y explicadas. De esta forma no son necesarias las amenazas
  • No eres dueño de su intimidad, por eso no la cuentes.
  •  No lo critiques en público.
  •  Equilibra  las correcciones y las alabanzas (número parecido)
  • Alaba el esfuerzo, no las cualidades.
  • No corrijas todo. Selecciona pocas cosas, que sean importantes y obvia temporalmente lo demás.


Las horas de sueño son innegociables, porque aumentan su conflictividad dentro y fuera de casa y bajan su rendimiento académico. Al Instituto o colegio deben llegar en perfectas condiciones. Puede haber excepciones, pero eso,… excepciones. Deben dormir al menos 8 horas. No es aconsejable que los fines de semana cambien el ritmo biológico.

Su habitación es un espacio para la independencia que reclaman. No es bueno que tenga cerrojo, pero toca antes de entrar siempre y espera a que te diga que entres. Pacta la decoración. El orden y la limpieza son innegociables.

Las nuevas tecnologías (Internet, videojuevos, móvil…) deben tener un uso con las siguientes condiciones:
  1. Se limita su uso si no hay un adecuado rendimiento académico
  2. Se dejan al margen en los momentos de convivencia familiar
  3. No interfieren en el horario de sueño.
  4. No sustituyen a una razonable relación directa con los amigos.
  5. Se limita su uso en caso de adicción (ocupa demasiado tiempo, retrasa o abandona rutinas diarias...)
Respeto al rendimiento académico, aconsejo lo siguiente:

  1. Saber qué puede dar de si (contrastar el criterio propio con el de su tutor y profesores)
  2.  Apuntalar, desde pequeño, las materias instrumentales –matemáticas y lengua – y el  hábito de trabajo.
  3. Cuidar que en casa haya ambiente de trabajo (no está la televisión puesta de 4 a 9, padres haciendo algo constructivo…)
  4. Intervenir en los primeros síntomas de fracaso escolar para evitar el desfase curricular
  5. Inducir, desde pequeños, el hábito de la lectura comprensiva (que lea cosas apropiadas a su edad y luego hablar sobre lo leido...)
  6. Ponerles metas difíciles pero asequibles.
  7. Evitar castigos disparatados, incumplibles y desproporcionados por suspensos (ej: quitar el deporte…)

En esta etapa son muy gregarios y  sustituyen – temporalmente – tu influencia por la de sus iguales, sus amigos. Por eso es bueno:
  • Conocerlos. Invitarlos a casa (cumpleaños…)
  • Conocer a los padres y llegar a acuerdos sobre los límites a establecer. Si no te convencen usa los tuyos.
  • En caso de influencia negativa extrema ( ej: consumo de drogas), piensa en una medida extrema como el cambio de colegio o de ciudad (internado temporal)

Para terminar, te aconsejo que tengas mucho sentido del humor y que seas optimista. Ahí va un pensamiento de la madre Teresa de Calcuta que me encantó:

Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo

Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño

Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida 

Sin embargo, en cada vuelo, en cada sueño y en cada vida…perdurará siempre la huella del camino enseñado

José Antonio de la Hoz



viernes, 22 de noviembre de 2013

Qué decimos y qué no decimos a nuestros hijos


Recuerdo una charla en la que el ponente afirmaba que el sufrimiento está muy ligado al amor. Una misma ofensa causa un sufrimiento diferente en un desconocido, en un amigo, en una madre, en un padre o en un hijo. Una ofensa de una persona a la que amas causa más dolor que la  de un desconocido.  Con más o menos frecuencia podemos usar expresiones que, además de causar dolor, interfieren en el desarrollo de la persona, tocan su autoestima, su seguridad, su equilibrio presente y futuro  y su grado de felicidad.

Los efectos de una frase desafortunada, dicha por un padre o una madre a su hijo, varían en función de la edad de este. Hasta los seis años un niño carece de juicio crítico y se toma al pie de la letra lo que le decimos. Por eso, frases del estilo “eres un inútil”, “estoy harto/a de ti”, “eres tonto”,  “no te pareces en nada a tu hermano”, … repetidas con frecuencia, minarán su confianza y su seguridad,  afectarán a su desarrollo y disminuirán las posibilidades de que alcance la  mejor versión de si mismo.

Con esto no pongo en cuestión el deber de corregir de los padres, si no las formas. Nos puede servir la siguiente regla general: hay que cuestionar, criticar, corregir, el acto o comportamiento, pero no la persona que lo realiza. No es lo mismo decirle a un hijo “no has estudiado lo suficiente” que “eres un vago”, o  “eres insoportable” en vez de “deja de chinchar a tu hermano por que  debes respetarlo”. Se trata de cambiar el mensaje, sin disminuir la exigencia.

Respecto a lo que nuestro hijo hace bien hay otra buena regla: mejor elogiar el esfuerzo que las cualidades. Con el primero se avanza, con las segundas solo si se usan y esto ocurre cuando hay trabajo personal, voluntad de hacer las cosas bien, dedicación…ESFUERZO.

El desgaste que provoca la convivencia diaria en el hogar, el temperamento de los padres y de los hijos, un trabajo agotador,  la crisis y sus efectos colaterales, el desconocimiento de los efectos de una frase en una personalidad en formación y mil una circunstancia más pueden provocar que nos dirijamos a nuestros hijos de forma poco adecuada, tanto en la forma como en el fondo. Los padres tienen que hablar con los hijos para corregir, reprender y sancionar. También para elogiar, premiar y manifestar afecto y amor. En otras entradas de este blog me he detenido en la forma de comunicarse con los hijos. Ahora me centro en el fondo, en el contenido de los mensajes que dirigimos a nuestros hijos.

Empezamos por las cosas que no hay que decir a los hijos:
  • Ya hemos visto que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice en la primera infancia. Vamos a ver algunos ejemplos más:
    • Estoy harto de ti, no te soporto, solo me das disgustos…: el niño interpreta que nos hemos cansado de él, que no queremos estar más con él…Esto afecta a su seguridad,  autoestima,  afectividad y confianza.
    • Eres…, seguido de un adjetivo negativo: según la psicóloga Mónica Serrano, transmitimos al niño que eso que le decimos (vago, tonto, inútil, gamberro) es permanente, no modificable. Si sustituimos el “eres” por “estar o hacer”, le estamos diciendo que la conducta es modificable. Ejemplo: el niño le pega a su hermano pequeño; no debemos decirle “eres malo”  sino algo del estilo de “lo que has hecho no está bien”
    • Las amenazas del tipo “te vas a enterar”, “te voy a castigar”, “ a ver que le parece a tu padre cuando venga”…lleva a respetar normas en base al miedo, no porque vean la necesidad o la conveniencia  de hacer eso de otra manera. Cuando crecen desaparece el miedo y no respetan la norma.  Por otra parte, si habitualmente no cumplimos las amenazas dejan de tener efecto o pierden gran parte de su poder disuasorio.
    • Prometer cosas que no se cumplen o mentir: causa inseguridad en los niños y sentimiento de indefensión.
    • “Puedes hacerlo mejor…” : esto es contraproducente si realmente está poniendo un esfuerzo apreciable, o si perseguimos un cambio brusco de conducta, cuando en realidad se produce de forma gradual, con metas intermedias.

  • “A ver si aprendes de…”: a los hijos se les quiere tal y como son,  no como nos gustaría que fueran. El amor a los hijos es incondicional y desinteresado. Esto no es incompatible con corregir o exigir cambios en el comportamiento, pero cuidando lo que les decimos, evitando las etiquetas y las humillaciones innecesarias e incompatibles con su mejora.
  • Dirigirnos a un adolescente en los términos vistos en los puntos anteriores puede derivar en un combate verbal y, en casos extremos, en violencia física. En cualquier caso, es aconsejable cortar la comunicación cuando vemos que la conversación pasa de  estar fría a estar tibia.
  • Esto se lo digo a tu padre cuando venga:  estoy dando por sentado que el niño me ha vencido, pierdo autoridad y atribuyo un rol negativo al padre delegando en él las correcciones y castigos.
  • Hablar mal del trabajo, de los compañeros, .... porque terminará pensando que no compensa estudiar para lo que viene después. Estos desahogos mejor con el cónyuge y en privado.

Las cosas que sí hay que decirle a los hijos se deducen de lo visto con anterioridad, pero vamos a hacer algunas reflexiones concretas:

  • Te quiero, estamos contentos de que seas nuestro hijo…:  no hay que darlo por sobreentendido, hay que decirlo expresamente. De forma tácita se lo decimos cuando jugamos y nos reímos con ellos, también cuando los abrazamos o los miramos con cariño y siempre que les dedicamos tiempo.
  • De la misma forma que corregimos su comportamiento, hay que elogiar su esfuerzo por mejorar, sus logros, sus avances, la tarea bien hecha. Sobre todo en los aspectos concretos que queremos que se conviertan en un hábito. Debe de haber un equilibrio entre las correcciones y los comentarios positivos realistas, para ser objetivos, para no dañar innecesariamente su autoestima con nuestra subjetividad.
  • Con una felicitación por su santo y su cumpleaños, con un detalle un día de fiesta o el domingo (pasteles, cine...), mandamos un mensaje de confianza, le aportamos seguridad e influyes en el clima  familiar, que forma parte de su entorno. También le dices, de forma tácita, que lo quieres,  que forma parte de la familia y  que estás contento de que así sea.
  • Acompañar, en la medida de lo posible, sus primeros aprendizajes en la escuela; estar disponibles cuando sabemos que algo le cuesta de forma especial. Le enseñamos a hacer, pero no le hacemos las cosas. Le damos el lápiz y le enseñamos las letras, pero no escribimos por ellos. Todo con paciencia y en un tono positivo. Las metas pueden y deben ser exigentes, pero asequibles, alcanzables,  acompañadas de comentarios basados en la realidad que motiven como “puedes hacerlo”, “lo estas consiguiendo”,  “poco a poco vas aprendiendo”, “ ves,  ya sabes hacerlo, sigue así”, “me alegra ver como te esfuerzas”, etc.

Vivir cada uno de los consejos que acabo de enunciar es complicado, exige un compromiso concreto, personal y temporal de mejora en los padres, si no los están viviendo. Se trata de ver en que flaqueamos cada uno, elegir uno o, a lo sumo, dos puntos concretos de mejora, ver un tiempo realista para alcanzarlos, hacernos una lista de motivos por los que merece la pena conseguirlos, ponerse a repetir actos hasta cambiar el comportamiento a modificar y poner los puntos de mejora, los motivos y el tiempo que nos damos en un lugar visible.  Es importante un ingrediente “saber reírse de uno mismo y desdramatizar”, caer y levantarse.

Para vivir todo esto hace falta “AMOR”, por eso termino con una frase de Erick Fromm: "Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar"

José Antonio de la Hoz
Fuentes:
·         Elaboración propia
·         Artículos de Mónica Serrano y Sonia Cervantes en ABC familia



jueves, 7 de noviembre de 2013

Educando para el S. XXI: flexibilidad, resiliencia, iniciativa y creatividad.



En el último tercio del siglo XX y principios del XXI se produce un espectacular desarrollo de las nuevas tecnologías, siendo la causa de que la información fluya con más agilidad, llegue a más personas, y se tomen  más  decisiones   y  más  rápidas, dando lugar a  que la  realidad, nuestro entorno ... cambie rápida e intensamente. Antes pasaban  décadas sin cambios sociales, culturales,  políticos o económicos apreciables. Ahora pocas cosas permanecen una década, un lustro e incluso un año o meses, llegando  a  lo  que  Zygmunt  Bauman ha denominado  EL MUNDO LÍQUIDO, en el que hay pocos límites  porque  desaparecen  los  soportes  tradicionales  en  el  ámbito  de  la  cultura, la ética, la educación…… Todo cambia, porque todo fluye sin apenas .obstáculos.


En un entorno como el que acabamos de describir la flexibilidad, la adaptabilidad, la resiliencia…son cualidades importantes para la persona, mejor dicho, para que esta no naufrague en ámbitos tan importantes de su vida como el relacional, el laboral o el ético.

En el campo ético todos observamos como la sociedad real va borrando del mapa normas que eran incuestionables, por la vía de los hechos consumados, generando en la sociedad un más que justificado miedo al futuro inmediato. Son muchas las personas y los padres que empiezan a cuestionar los contenidos de la “moral social”, cuando ven la corrupción campar a sus anchas o proliferar, cada vez más, las drogas y el alcohol en el entorno de sus hijos, o el egoísmo y la falta de solidaridad, entre otros contravalores. Se añora, cada vez más,  una moral con un fundamento o sostén objetivo, más en consonancia con la naturaleza humana. Quizás ven que la sociedad, sus estructuras, están gobernadas por cabezas llenas de soberbia, borrachas de poder, usurpando roles que no les corresponde, estableciendo direcciones que ni ellos mismos saben a dónde llevan ni las consecuencias que acarrearán.  Para navegar en este entorno es bueno cultivar la tolerancia a la frustración y la flexibilidad, no para adaptarse a injusticias, corruptelas y abusos, entre otras situaciones desagradables, sino  para conservar el equilibrio personal, mantener a raya la ansiedad y mantenerse a flote, si se quiere mantener una conducta moral.

En el ámbito laboral parece finiquitado el empleo fijo para toda la vida y/o en el mismo lugar de nacimiento. Conceptos como la deslocalización, la movilidad funcional y geográfica, la temporalidad, …la flexibilidad en las relaciones laborales, auguran a nuestros hijos un porvenir bastante movidito, en todos los sentidos, incluido el geográfico.

Por otra parte, las empresas valoran menos los expedientes  y más las competencias, las capacidades, el manejo de idiomas, el dominio de las nuevas tecnologías,…hasta en puestos  humildes en los que antes “no se necesitaban estudios”. Se habla mucho de creatividad y de innovación, de iniciativa personal, de automotivación, de polivalencia, de orientación a la calidad, de habilidades de comunicación y relación, de capacidad de trabajo en equipo……cualidades que no se enseñan en el sistema educativo actual, que es un ámbito que parece no cambiar y permanece anclado a las necesidades de la Revolución Industrial del siglo XIX que, por supuesto, nada tienen que ver con las necesidades y retos actuales.

Nuestros hijos van a conocer a lo largo de su vida a personas de otras culturas, que hablan otros idiomas,… van a desempeñar distintos puestos de trabajo en varias empresas y, quizás, en distintas provincias, regiones o países, van a cambiar de rutinas laborales con frecuencia, van a reciclarse en bastantes ocasiones,….Los padres jóvenes deben plantearse CÓMO EDUCAN A SUS HIJOS para este entorno, en qué insisten, desde cuándo y cómo…. Parece que la flexibilidad, la adaptabilidad, la resistencia a la frustración,……van a ser necesarias en este panorama. ¿Qué pueden hacer los padres para educar en esas capacidades? Vamos a ver algunas consideraciones:
  • El espíritu de iniciativa y la creatividad se fomenta desdramatizando el fracaso, animando a los hijos a que exploren, a que tomen decisiones, no imponiendo en el día a día en casa, en cosas banales, las soluciones. Si nuestros hijos ven que abundan las críticas a lo que hacen y escasean los halagos, tomarán pocas iniciativas.  Si los fallos provocan descalificaciones, entonces potenciaremos en ellos la pasividad y el seguidismo Ejemplos: deja que se atreva a aliñar una ensalada, a hacer un arreglo, a colocar un cuadro…sin críticas humillantes, siendo comprensivo con el error, enseñándoles a mejorar. Enseña a manejar herramientas, pero deja que decidan cuándo y cómo las aplican a un problema…., ya pedirán consejo si lo necesitan.
  • Corrige a tus hijos en temas importantes y no en temas accesorios. Céntrate en uno o dos aspectos, no en todos. Si no lo haces tu hijo creerá que todo lo hace mal y tomará pocas iniciativas.
  • No les resuelvas los problemas, anímalos a que se enfrenten a ellos, a que busquen soluciones, a que les dediquen tiempo. Anímalos a que prueben soluciones distintas, a que no se acomoden a la rutina de lo ya aprendido. De esta forma estaremos fomentando la iniciativa, la creatividad, la automotivación y la flexibilidad.
  • Cuando vengan los fracasos, las humillaciones, las derrotas, déjale poco tiempo para lamerse las heridas, recuérdale todo lo que hace bien, acompáñalo en el costoso trabajo de levantarse. Usa el afecto, el cariño, la motivación y la exigencia. Por supuesto, será un gran condicionante, a favor o en contra,  cómo te haya visto a ti gestionar esas situaciones.
  • Anima a tus hijos a que practiquen deportes. Los colectivos les enseñarán a trabajar en equipo. Los individuales les ayudarán a superarse a sí mismo. En ambos deberán aprender a gestionar el éxito y el fracaso. La montaña es especialmente motivante, sobre todo cuando se llega al final de una excursión que ha costado trabajo.
  • Hay que buscar situaciones que les ayuden a relacionarse con otros, desde pequeños, como la asistencia a cumpleaños, la celebración del suyo con amigos, facilitar que estos visiten la propia casa, las acampadas, los campamentos de verano, la participación en obras de teatro, los cursos de idiomas fuera de casa, etc. Así les ayudaremos a desarrollar las necesarias habilidades sociales que necesitarán en todos los ámbitos de la vida.
  • Hay que procurar que terminen todo lo que comienzan. De esta forma les enseñaremos a retrasar la recompensa, a ser  constantes,  fuertes y poco caprichosos.
  • Un clima general de optimismo en casa favorece el desarrollo de estas habilidades. En este clima tienen bastante que ver los comentarios y actitudes habituales de los padres, cuando vuelven del trabajo o cuando aparecen las dificultades.
  • La rotación en los encargos de casa, la aceptación  de las situaciones imprevistas, la motivación para que no rehúyan las tareas y situaciones para los que no son hábiles,  le ayudarán en el camino de la polivalencia y la flexibilidad.
  • Alabar su esfuerzo y no sus habilidades les ayudará a no estancarse, a avanzar, a ser constantes y laboriosos, a probar, a explorar.
  • No ponerles límites con sentencias negativas, con valoraciones limitantes, con etiquetas como “eres un inútil”, “eres incapaz de hacer esto”, “tú no sirves”, “siempre te equivocas”, “todo lo haces mal”, etc. Ayudarles a no depender del juicio de los demás.
  • También ayuda que los padres no se estanquen siempre en rutinas aprendidas, que salgan con relativa frecuencia de la zona de confort y prueben situaciones nuevas.

Termino, como siempre, con una reflexión. En este caso de Fernando Alberca : 

“Una motivación adecuada es la basada en la verdad, en la mesura, en evitar la sobreprotección. Centrada en enseñarle a hacer lo que puede aprender a hacer. Esperar a que lo haga. Confiar en que lo hará bien con práctica. Que lo note porque lo creamos de verdad. Que sepa que nosotros no escribimos por él, sino que le compramos el lápiz y les enseñamos las letras. Que nos sentimos muy orgullosos cuando hace algo difícil, maduro. Y que sabe que igual que puede aprender a salvar los obstáculos de hacerse la cama, poner la mesa, ceder la mejor parte, también logrará cuanto se proponga."


José Antonio de la Hoz

lunes, 28 de octubre de 2013

¿Son responsables mis hijos?


Hace tiempo diseñaba y ejecutaba programas educativos. Las Escuelas de Verano y de Vacaciones era uno de ellos.  Nos contrataron este servicio en varios ayuntamientos y centros privados de enseñanza. Pues bien, un verano me llamó por teléfono la coordinadora de esta actividad en un colegio , para decirme que estaba desesperada con un niño de 5 años que no hacía caso a nada ni a nadie y, además, era irrespetuoso  con los de su grupo, incluida la monitora.. Superada la  sorpresa inicial  me presenté en el colegio y comprobé que todo era verdad. El niño comenzó a “torearme”, hasta que lo cogí de la mano, lo saqué de la clase y me lo llevé al patio; cuando abrí la puerta salió corriendo, esperando que yo lo siguiera, pero me limité a dejar la puerta entreabierta sin dejar de vigilarlo. Al ver que no lo seguía y  que estaba solo en el patio, volvió a la puerta con la intención de volver a clase. Le expliqué qué había hecho mal, cómo se había sentido su monitora y sus compañeros y que podía volver si estaba dispuesto a pedir perdón y a obedecer.  Tardó dos horas en dar el visto bueno a las condiciones, después de varios llantos, lloros e intentos de chantaje. Sus padres me dijeron que era hijo, sobrino y nieto único… su entorno era completamente complaciente con él en todo.

Nuestros actos tienen consecuencias siempre, en los que nos rodean y en nosotros mismos. La valoración y las consecuencias del comportamiento de tus hijos en casa debe asemejarse,  lo más posible,  a la valoración con la que se va a encontrar fuera de ella. Lo que tú les consientas puede que no se lo consientan los amigos, los vecinos, los futuros compañeros de trabajo, su futuro cónyuge y  en los casos más extremos, la policía y los jueces.

Un día un director de instituto, amigo mío,  me explicaba que se encontró en la calle a un antiguo alumno que tenía bajo rendimiento académico, al que le perdió la pista tras dejar el centro. Después de los naturales saludos  este le explicó que era abogado. Mi amigo se extrañó bastante y se interesó por los motivos  que le llevaron mejorar su rendimiento académico. Su alumno le explicó que estaba harto de sufrir las reprimendas y los juicios negativos cada vez que no se levantaba por la mañana, o suspendía o llegaba una nota negativa del tutor o sufría un trato distinto de los demás por sus notas. El dolor íntimo, el sufrimiento….le llevó a cambiar. No estaba dispuesto a seguir así toda la vida.

Cada acto, cada omisión, cada comportamiento, es valorado por nuestra propia conciencia y por la conciencia social predominante. Ambas valoraciones pueden coincidir o no…., últimamente se va contra natura en algunos temas.  Además genera efectos positivos o negativos en los demás, nos hacen merecedores  de alabanzas o de reproches, por ellos nos reclamarán una reparación o recibiremos una agradecimiento material y/o inmaterial. Nada de lo que hacemos es neutro. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer tiene consecuencias más o menos visibles , instantáneas o a medio – largo plazo. Arrieros somos y en el camino nos encontraremos, dice la sabiduría popular.

Actuar con responsabilidad nos acerca a los demás, nos da prestigio, incrementa el valor de nuestro trabajo y de nuestros actos en general, ...nos complica la vida, pero nos hace más valiosos ante nuestra propia conciencia, mejorando nuestra autoestima, nuestro autoconcepto  y  acercándonos más a la limitada felicidad de la que disfrutamos en este mundo

Todo esto deben enseñarlo los padres a los hijos y , subsidiariamente, los profesores. Me permito dar los siguientes consejos:

  • Los padres con calidad humana transmiten esto con el ejemplo y pocas palabras. Personas con una voluntad fuerte, cumplidoras, laboriosas, ordenadas, positivas, resilientes, justas, generosas….con hábitos operativos buenos, con virtudes, lo tienen más fácil. Esto es así porque ser responsable cuesta, implica un esfuerzo personal, renuncia… A título de ejemplo, tirar un papel en una papelera implica un pequeño esfuerzo, también terminar un encargo a tiempo, ser puntual, sacar la bolsa de la basura, levantarse a la hora prevista, etc.
  • Límites y normas para los hijos desde pequeños, adaptados a su edad. 
  • Aplicar consecuencias realistas y proporcionadas, que se cumplen siempre cuando se traspasan  o incumplen esos límites. Valorar siempre el cumplimiento con reconocimiento personal al esfuerzo, no a las habilidades. Mejor el halago y las manifestaciones de afecto. Los premios materiales son la excepción.
  • Una sola voz, un solo criterio, un solo mensaje, sobre este aspecto, de los dos cónyuges.

  • Los hijos deben tener y realizar encargos en casa, desde pequeños,  que les ayuden a valorar que las cosas cuestan, que se necesita de su aportación para que las cosas funcionen, que nadie va a aceptar que sean los "reyes del mambo", viendo como los demás se esfuerzan mientras ellos miran.

  • Hablar con relativa frecuencia sobre la empatía.  Preguntarles sobre cómo se sentirán las personas de su entorno ante algunos de sus comportamientos, tanto positivos como negativos. Apoyar estos exámenes en grandes valores, no en el mero juicio de los demás, que los llevaría a la dependencia.
  • Los niños deben disponer de poco dinero y escasos caprichos, incluidos comida y bebida.
  • Ver sus roces en el colegio, con profesores, con compañeros, con amigos,…con ojos críticos. No darles  la razón sin más. Dejar siempre bien a los que ejercen autoridad sobre ellos, aunque haya que cuestionarles algo en privado.
  • Ayudarles a conocerse, dándole nombre a la tendencia que hay detrás de cada comportamiento, tanto positiva como negativa. Hablarles de que hay una persona que nos gustaría ser y otra que realmente somos, que debemos intentar mejorar, pero también debemos aprender a reírnos de nosotros mismos. Esto da pie a hablar de temas como la compasión, el perdón, la comprensión, el acompañamiento, la disculpa … con los demás y con nosotros mismos.
  • Explicarles que siempre habrá una lucha interna entre lo que deben hacer y lo que les apetece hacer. Que estarán más cerca de la felicidad cuando hacen lo que deben . Lo que apetece da un placer momentáneo, acompañado de un sabor agridulce, que afecta a la autoestima y al autoconcepto.
  • Enseñarles que cuando nos equivocamos tenemos dos caminos, justificar el  error o corregirlo…  pero tendemos a lo segundo. Ser sinceros con uno mismo cuesta, pero nos hace más humildes, más objetivos y nos ayuda a a tener los pies en la tierra, a partir de una  posición óptima para avanzar, para mejorar.

Como siempre, me cuesta terminar cuando me pongo a escribir.  Siempre busco una cita; me pongo a buscarla y encuentro varias, pero elijo estas dos:
  • Los buenos padres crean un estilo de vida irresistible para sus hijos
  • Si quieres que tus hijos maduren pronto exígeles responsabilidades por lo que hacen mal y aplaude el esfuerzo por hacer las cosas bien.


José Antonio de la Hoz