lunes, 17 de diciembre de 2012

Condones en la mesita de noche


El otro día estábamos en una animada conversación, con varios amigos y amigas, sobre el ocio de los hijos. Uno de los presentes hablaba, con toda la naturalidad del mundo, sobre el número de condones que su hijo tenía en la mesita de noche y defendía que la adolescencia era un momento para disfrutar de la sexualidad y otras cosas.
 Yo me preguntaba si esa persona, a la que le tengo bastante aprecio, había pensado en algún momento sobre las posibles consecuencias de ese planteamiento lúdico del sexo y por extensión, del placer,  en la vida de su hijo.  Me refiero a lo siguiente:
 
·         La actividad sexual conecta más con el comportamiento instintivo e impulsivo del ser humano. También con el afectivo si va unida al amor y al compromiso.
·         Hay una frase hecha, que no sé si corresponde al título de una película, que dice “Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo”, que resume el enfoque del tema por parte de algunos padres, madres, hijos e hijas sin plantearse las consecuencias de esta opción.
·         Pienso que el placer sexual o de otro tipo no es malo. Si pueden ser perniciosos los principios o la falta de principios que elegimos para orientar las conductas que lo producen o lo consumen. No vamos a buen puerto si la finalidad de nuestra vida es el placer, porque implica perder capacidad de elección y adherirnos a valores que disgregan nuestro entorno familiar, profesional y social. Somos aceptados, queridos, elogiados, seguidos, admirados cuando nuestro comportamiento, en todos los ámbitos de nuestro vivir, es ejemplar  y la ejemplaridad exige:
 
o   Control de la propia vida gracias a una voluntad fuerte, conseguida a base del esfuerzo personal diario mantenido desde joven. Esto implica tener criterios y límites para el acceso al placer. A modo de ejemplo: es difícil llegar a ser ingeniero levantándose tarde, durmiendo largas siestas todos los días y saliendo con los amigos todas las noches.
o   Valores atractivos que impregnen nuestro quehacer, de modo que genere actitudes y comportamientos que tengan en cuenta el bien de “los otros”. Nos referimos, a modo de ejemplo, a valores como la generosidad, la solidaridad, el respeto, la empatía, la honestidad, la responsabilidad, la laboriosidad, la fortaleza, la humildad, la compasión, la comprensión……, que no abundan en los que centran su existir en alimentar los circuitos de recompensa y de placer.
o   Una cosmología que sostenga esta arquitectura de vida. Yo soy creyente y mi Fe me ayuda y estimula a mantener un comportamiento respetuoso conmigo mismo y con los demás en lo que a consumo de placer se refiere. Hay más cantidad y calidad de valores reconocidos y vividos cuando su soporte y justificación nos trasciende. Cuando no existe este tipo de soporte o el soporte somos nosotros mismos, podemos encontrarnos con valores de los que hablamos pero que no vivimos o valores creados por Lobbies que no tienen sustento y terminan abandonándose pero que dejan huella en generaciones.
·         Una existencia orientada al consumo de placer, en cualquiera de sus ámbitos, necesita de dosis cada vez más altas y novedosas, también de un esfuerzo permanente de justificación personal y social, al romper los límites éticos o morales que obstaculizan su consecución. A título de ejemplo, hay una agencia de contactos personales que facilita la infidelidad de las parejas, que pretende justificar a sus potenciales clientes haciéndoles ver que este comportamiento es tan normal que personajes muy conocidos lo ponen en práctica. Lo que no dice en su publicidad es que les importa un bledo romper familias, dañar a hijos/as, introducir en la sociedad contravalores que la disgregan… si con ello se forran de pasta.
·         Hemos llamado progreso a comportamientos sexuales cada vez con menos límites, …y cada vez más nos encontramos con comportamientos que disgregan la sociedad  y la familia y alienan al individuo. Me refiero a familias rotas porque uno de los cónyuges “no ha podido ser fiel” en una determinada situación, gracias a que ha venido manteniendo desde joven un modelo de respuesta laxo frente a los estímulos sexuales, que han creado un hábito de respuesta instintiva y exclusiva del otro/a. Me refiero a chicos/as hartas de que el otro/a les exija el acto sexual como prueba de amor, para después abandonarlos/as al poco tiempo y seguir probando con otro/a. Me refiero a hijos/as que se encuentran sin padre o madre en los momentos en que más los necesitan, porque estos no han sabido o no han querido estar en su sitio con un/a compañera/o de trabajo, vecina/o, amigo/a….. Me refiero al fácil acceso a la pornografía, que junto a otros factores, ha generado un buen número de potenciales violadores, pederastas, pedófilos,…etc.
·          Los circuitos de recompensa se alimentan unos a otros. Es más fácil buscar una recompensa sexual después de una buena comida. Es más fácil probar drogas si habitualmente nos excedemos comiendo, bebiendo…., etc.
·         La ira, la falsedad, la violencia, la incomprensión, la intolerancia, la crítica fácil, la deslealtad, la falta de responsabilidad….y otras actitudes, se dan sobre todo en personas que ponen el placer en el centro de su existencia o no lo someten a límites y criterios razonables. Estas actitudes llevan aparejadas a medio y largo plazo soledad, abandono, aislamiento y fracaso…, entre otras consecuencias. Las conductas contrarias, aparte de reportar más felicidad, exigen autocontrol y valores que van por un camino distinto al del placer sin límites ni criterio.
·         Los medios de comunicación contribuyen, directa o indirectamente, a hacer más atractivo el consumo de placer con pocos o escasos límites. Los mensajes de fondo de los publicistas son: consume, disfruta, cuídate, date un capricho, vive el momento, queda bien con los demás, ponte a la última, gústate….Pocos anuncios van en la línea de: llega puntual al trabajo, no toques el claxon en un atasco, termina bien tu trabajo, no mientas, sonríe, disculpa, ayuda, no alces la voz, perdona… Abundan los programas que basan su éxito en despellejar, insultar, calumniar, injuriar a personas sin otra justificación que el beneficio y audiencia que generan…, otros que ponen como valor la consecución de dinero, un premio, la fama personal….Casi todo mediatizado por el dinero, el poder, el consumo, el placer, o lo que es lo mismo una sociedad con una antropología que facilita centrar nuestro pensamiento y actuar en nosotros mismos y para nosotros mismos, en proceso permanente de romper barreras y límites con la falsa excusa del progreso social, que termina minando la moral y creando miedo e inseguridad hasta en las personas y sectores “más progresistas”. Luego nos asombramos de que aumente el número de separaciones, divorcios, abandonos del hogar, abortos, violaciones, homicidios, incestos, prevaricaciones, agresiones de hijos a padres, drogadictos,…
·         Cuando los límites a nuestros comportamientos y los valores que han de regirlos nos vienen desde fuera, suelen ser más exigentes que cuando los ponemos nosotros mismos. Y suelen ser más exigentes aún cuando el que los pone tiene un vínculo afectivo más fuerte con nosotros, como es el caso de un padre, madre, hermano, hijo… Un padre suele pedirnos más horas de estudio que las que nosotros vemos necesarias, un hermano nos aconseja de distinta manera que un amigo,… por lo general a un político le interesa más bien poco nuestro bien, menos aún a un directivo de una cadena de televisión, a un compañero de juergas,… Volviendo al tema de creer o no creer yo, que soy creyente, y creo que Dios está adornado de todo lo bueno, nos ha puesto unos límites pensando en el bien de cada uno y en el de la humanidad entera, respetando que los sigamos o no, pero sin ahorrarnos las consecuencias negativas de su inobservancia que, entre otras cosas, nos llevan a remitirnos nuevamente a Él.
·         La dependencia o adición a una fuente de placer se suele detectar tarde, en el camino nos vamos justificando, engañando… y una vez más es el entorno – normalmente familiares, pareja…- quien nos avisa y los profesionales quienes nos lo confirman. Por eso es mejor prevenir que curar, retrasar las dosis de forma que permanentemente conservemos la capacidad de elegir consumir o no,  además de disfrutar más y mejor
 
Concluyendo, nos jugamos mucho a nivel personal y colectivo con el modelo de sexualidad que practiquemos y con los criterios de consumo de placer en general que defendamos. Una buena barbacoa, una copita de buen vino, una caña, una buena comida,…un rato íntimo con nuestra mujer-marido querido por los dos y con amor (no egoísmo), …con la dosis y criterio adecuado, nos ayuda sin duda a vivir y a ser mejores personas, … Lo contrario puede hipotecar y dañar nuestra vida y la de los que  nos rodean, además de potenciar una sociedad con pocos valores, disgregada e insolidaria, en la que nos dé miedo vivir. Por todo ello, los condones en el cajón de tu hijo, amiga mía, tienen más importancia de la que tú crees.

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