Con frecuencia oímos a algunos progenitores la consabida frase, “cuando seas padre comerás
huevos” dirigida a sus hijos. Si nos adherimos a la interpretación literal de
la misma, parece que la autoridad es una prerrogativa, algo deseable que se
alcanza cuando se tienen hijos. Pero no es esta la interpretación de la que
quiero hablar, la autoridad no es un fin, sinónimo de poder. Más bien es una herramienta que casi todos vemos
necesaria para garantizar “que las cosas funcionen” en la sociedad y en los
grupos que la vertebran, también en la familia, ya que todos, de manera más o menos
consciente, queremos hacer nuestra “santa voluntad” y que los demás nos sigan
o, al menos, que no nos molesten.
Creo que todos estamos de acuerdo en la realidad de que todo
grupo de personas más o menos estructurado, ligadas entre sí por normas,
objetivos y metas comunes, necesitan de alguien que ayude a marcar el rumbo, que tome decisiones y
que ayude a tomarlas, buscando el interés general del grupo, y que esas decisiones
se lleven a la práctica manteniendo una cierta armonía y cohesión. Esto nos
lleva a plantearnos quién debe tener autoridad y cómo ha de ejercerla.
En el mundo de la
empresa se habla de autoridad formal y de autoridad real. Se adorna con la
primera quien es nombrado para desempeñar un cargo en la organización,
independientemente de que sea o no aceptado
por el grupo de personas a las que va a mandar. Tiene autoridad
real la persona que es un referente para
ese grupo, porque ven en él al que mejor
garantiza el cumplimiento de las metas que tienen planteadas, así como la
cohesión interna. Esta persona suele ser inteligente, racional, coherente,
ética, sincera, sencilla, con sentido del humor…., es un modelo en el que
fijarse. Busca el bien común antes que el bien propio. Este análisis es
perfectamente aplicable a los padres: hay padres con autoridad formal, pero sin
autoridad real y viceversa. Lo conveniente es que haya autoridad formal y real.
No vale cualquier forma de tomar decisiones para ganarse el
“prestigio” ante los hijos y que estos colaboren para alcanzar su máximo
desarrollo. Se habla de cuatro formas de
liderazgo o formas de ejercer la autoridad, con las siguientes notas
identificativas. Voy a hablar de ellas asociándolas al papel de madres - padres:
·
Autoritario/a
o
Ejerce
un control máximo sobre los hijos pero con un mínimo afecto.
o
Insiste
en que sus normas se cumplan
o
Usa
con frecuencia castigos físicos y verbales. Enjuicia con facilidad al hijo, en
vez de hablar de su conducta y cómo corregirla.
o
Se
enfada y descalifica con poco control
o
No
hay diálogo ni negociación. Hay comunicación de padre a hijo, pero no a la
inversa
·
L’aissez faire o evitativo
o
Lo
ejercen padres que consideran que el hijo aprende solo. Son tolerantes con los
errores, aunque sean graves.
o
Para
evitar conflictos consienten casi todo.
o
Los
hijos viven sin normas. Tampoco cuentan
con apoyo, ni seguimiento. Lo normal es la Indiferencia.
o
Los
hijos no tienen un modelo a seguir
·
Paternalista o sobreprotector
o
No
hay afecto real.
o
No
se educa a los hijos sobre la consecuencia de los actos y, habitualmente, las sufren ellos.
o
Se
da todo al hijo para evitarle la frustración y ganarse el control psicológico
sobre él.
o
Límites
difusos entre roles pareja – hijo (ejemplos más habituales: parejas rotas,
niños enfermos, pareja con poco tiempo por trabajo…)
o
El
hijo es siempre pequeño y desvalido. Recibe frecuentes regalos para demostrar
lo que se siente por Él. Los padres le recuerdan frecuentemente al hijo lo que
hacen por Él.
o
Todo
esto puede ser debido a algunas o varias de las siguientes razones:
§ La pareja no se entiende y se vuelca
en el hijo
§ El hijo tiene una enfermedad que
requiere cuidado
§ Hijo no deseado. Se cubre el sentimiento
de culpabilidad con sobreprotección
·
Asertivo
o
Máximo
control y afecto adecuado a la edad.
o Aceptación
incondicional hacia el hijo. Se le quiere independientemente de sus cualidades
y resultados.
o
Normas
claras y seguimiento de su cumplimiento con mandatos, refuerzos positivos y, si
es necesario, de castigos.
o
Estimulación,
adecuada a la edad, de la independencia.
o
Comunicación
abierta y bidireccional.
o
Hay
control externo (normas) y control interno (valores interiorizados que se van
asumiendo), percibidos en el comportamiento de los demás miembros de la
familia.
o El
asertivo sabe con antelación las consecuencias del cumplimiento o no de las
normas, que no depende del estado de ánimo, sino de lo hablado con
anterioridad. Se valora lo normal, se refuerza lo bien hecho, se destaca lo
excepcional, se ignoran las pequeñas desviaciones, como propias del aprendizaje
y se corrigen las grandes.
Cada modelo de autoridad tiene sus efectos en el
comportamiento y la personalidad de los hijos/as. Indico a continuación los más
relevantes:
·
Es
fácil que una persona con padres
autoritarios, tenga un comportamiento excesivamente rebelde o sumiso, y sea
simulador, rígido y con poco autoconcepto y autonomía personal. Tiende a sentir
rencor, angustia y culpabilidad.
·
Los
hijos de padres evitativos suelen
ser inestables debido a la falta de normas, inconstantes, con dificultad para
el trabajo en equipo, con bajos resultados académicos y baja autonomía personal.
Al no haber afecto lo buscan en cualquier lugar, siendo propensos a conductas
desviadas. Hay retrasos en el aprendizaje, ya que no ha habido ni hay
seguimiento
·
Fruto
de padres sobreprotectores son los
hijos con baja tolerancia a la frustración, dificultad para la independencia,
escaso autocontrol, baja autoestima, con alta dependencia del entorno,
inseguros, sin valoración de las cosas materiales, egoístas e incapaces de
agradecer, porque ven normal que los demás estén pendientes de él.
·
En
familias con padres asertivos hay
hijos con alta autoestima, creatividad y autoconfianza, con capacidad de tomar
decisiones, capacidad de relación y cooperación con los demás. Personas
equilibradas, maduras y atractivas.
Parece que es el modelo asertivo el más idóneo para el
completo desarrollo de los hijos, pero cabe preguntarse si todos podemos
adaptarnos a este modelo. Para mi la respuesta es positiva, ya que siempre está
en nuestra mano la capacidad de corregir comportamientos inadecuados, si bien
la genética y el entorno han determinado los rasgos dominantes de nuestra
personalidad y carácter, y por tanto, la tendencia a un estilo o modo de
ejercer la autoridad.
No hay duda de que la forma de ejercer la autoridad es
distinta en cada edad de nuestros hijos. Generalizando, cabe decir que nuestros
hijos son esponjas desde los 0 a los 12 años. En ese tramo de edad somos dioses
para ellos y apenas nos discuten, si hemos hecho las cosas medianamente bien. Cambia
el panorama de los doce en adelante, donde tenemos que marcar límites en lo
importante y negociar más con nuestros hijos.
Para terminar, hago referencia a algunas frases oídas a otras
personas sobre este tema que no he querido o sabido colocar en ningún apartado,
pero que me parecen interesantes:
·
La
autoridad se ejerce con puño de hierro en guante de seda (Armanda Segura.
Catedrático de Filosofía)
·
La
rebeldía en la adolescencia es síntoma de inteligencia (Armando Segura.
Catedrático de Filosofía)
·
Los
padres no son amigos de los hijos. Si se convierten en amigos dejan a sus hijos
huérfanos (Emilio Calatayud. Juez de Menores)
· Tenemos
miedo a hablar de autoridad por los complejos propios de una joven democracia
(Emilio Calatayud. Juez de Menores)
Por último, es necesario que el padre o educador tenga
autoridad real y sea asertivo. Para que esto ocurra:
·
Debe
esforzarse por vivir lo que pretende exigir.
· Debe
tener claros los objetivos que persigue. Pocos y en lo importante. Variables y
actualizables en cada edad.
·
Debe
buscar el bien del otro/a, no el propio.
· Debe
dar razones de p que exige
· Debe
ser una persona coherente y de calidad.
·
Detrás
de su actuar debe haber principios y
valores sólidos, que seduzcan y den
confianza: honradez, honestidad, empatía, esfuerzo, fortaleza, perseverancia,
paciencia, tolerancia, humor, sinceridad, equidad, justicia, autocontrol,
compasión…
Razones para ejercer la autoridad con los hijos:
·
Si
no lo haces tu hijo crecerá como un asilvestrado, inadaptado, chocando con todo
y con todos. No será capaz de sacar lo mejor de si mismo
· Todos
tendemos al inmovilismo, al mínimo esfuerzo. Mientras no seamos autónomos y
responsables, necesitamos que nos marquen el camino del desarrollo personal, donde son necesarias
herramientas como la voluntad, el razonamiento y los principios – valores.
· Somos
responsables de los actos de nuestros hijos hasta que estos sean mayores de
edad.
·
La
ley nos obliga a ejercer la patria potestad y esta implica el ejercicio de la
autoridad
· Ejercer
correctamente la autoridad está vinculado con el amor a nuestros hijos y ellos,
aunque la rechacen, así lo perciben o percibirán.
·
Añade
otras y recuérdatelas en los momentos duros
Cómo ejercer la autoridad:
·
Dando
razones de las decisiones que se toman, pero ejecutándolas independientemente
de que se compartan o no, si buscan el bien del otro y no son fruto del
capricho o la manía
·
De
común acuerdo entre los dos padres. Uno refuerza al otro. Nunca critica sus
decisiones delante del hijo, aunque las comenten en privado. Ante una solicitud
del hijo se usa la frase: “lo comento con tu padre/madre y luego te digo”.
·
Usando
los refuerzos positivos (asociar algo positivo a una buena conducta: un abrazo,
un beso, una caricia, una alabanza…mejor que cosas materiales)
·
Evitando
las comparaciones con otros hijos, vecinos, amigos…
·
Evitando
criticar al hijo o contar sus intimidades en público
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